Fernán Cisnero

Mas allá de que por cuestiones generacionales, digamos, usted sienta recelo por el género —el de las películas de superhéroes— y la estructura industrial que las respalda —Hollywood—, Mujer Maravilla es una película importante. Desde ayer se integró a la grilla de Netflix, por lo que es una buena oportunidad para rectificar o ratificar esa sentencia.

Es, para empezar, la primera película así de grande en tener una superheroína en el protagónico, un detalle nada menor en un formato tradicionalmente masculino. Hasta entonces, el universo de DC (al que pertenece Mujer maravilla) y el más popular de Marvel estaba dominado por superhéroes, y las muchachas tendrán superpoderes, pero poco protagonismo.

¿Qué ver en Netflix? Las películas y series que estrenan en junio de 2020By Belen Fourment

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Después de ella vinieron Capitana Marvel, Harley Quinnen solitario (Aves de Presa y la fantabulosa emancipación de una Harley Quinn está para alquilar en NSNow) y, si no hubiera pandemia, a esta altura ya estaría entre ellas Viuda Negra, la vengadora que iba por su propia franquicia. También quedó pendiente hasta que el cine vuelva al mundo —y viene al caso— el estreno de Mujer Maravilla 1984, la esperada secuela de la película que nos convoca.

Que la saga la dirija una mujer es otro dato interesante y peculiar. Patty Jenkins, esa directora, venía de un cine importante pero menos industrial y que parecía un tanto inexperiente para la vacante. Su único antecedente era Monster, asesina en serie, que le dio un Oscar a Charlize Theron, y eso había sido en 2003.

Sin embargo, Jenkins es una de las razones por las que Mujer Maravilla es lo que es. Consigue dar humanidad y femineidad a un paladín de la justicia y eso es mucho más difícil de lo que suena. Hay algo importante en la transformación de la princesa Diana en esa mujer que está dispuesta a todo por su amor y, encima, salvar al mundo.

A pesar de eso, hay en ella una vulnerabilidad y una pureza a la que también ayuda mucho Gal Gadot, la protagonista que había nacido para ser la mujer maravilla.

La película—que fue uno de los éxitos del año de su estreno y causó indignación por su ausencia en las nominaciones de los Oscar— cuenta la historia de Diana que vive en Temiscira, un mundo perdido habitado por amazonas. Una vez cae por el barrio, un soldado americano de la primera guerra mundial (Chris Pine, haciendo de interés romántico) perseguido por un montón de alemanes. La escena de la irrupción de lo masculino en ese mundo tan femenino es uno de los grandes momentos de la película.

En la trifulca muere Antíope (una Robin Wright tan poderosa como Claire Underwood, su personaje en House of Cards), que antes de partir la conmina a ir más allá de los confines de Temiscira, porque el mundo está complicado y en guerra. Allá se van con el soldado a encargarse de ese último deseo.

Diana está calificada para la misión: ha sido entrenada desde pequeña para ser una máquina mortal y, además, tiene unos superpoderes de los extrafuertes. Además tiene un lazo dorado que si te agarra te obliga a decir la verdad, una de las armas más traicioneras de su arsenal.

La acción transcurre en la primera Guerra Mundial, lo que permite una reconstrucción de época medio de historieta pero que funciona. Esa ambientación era parte del atractivo de otra película de superhéroes de las buenas, Capitán América . Balancea la fantasía moderna con un aire de cine clásico y esa contradicción está bien planteada.

Y está el sabor de la aventura, claro. Esa batalla en la que Diana descubre todo su poderío y su misión en este mundo, por ejemplo, tiene una épica clásica que le da grandeza a la escena.

“Yo solía querer salvar el mundo, este hermoso lugar”, dice Diana en un momento. “Pero, entonces, sabía muy poco. Es una tierra de belleza y maravilla que vale la pena apreciar en todos los sentidos. Pero cuanto más te acercás, más ves la gran oscuridad hirviendo por dentro. ¿Y la humanidad? La humanidad es una historia totalmente diferente”.

Porque será la Mujer Maravilla, pero no demora mucho en darse cuenta de qué va la cosa. Y más cuando se tiene el corazón roto por un gran amor y una responsabilidad así de grande.