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Mariana Trujillo y esa divina alegría de vivir y sentir el teatro

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Mariana Trujillo

Evocación

La actriz y productora falleció a los 54 años y así la evocan algunos de sus amigos y colegas

Mariana Trujillo
Mariana Trujillo, una actriz recordada por sus amigos

"Era muy gracioso ver a Mariana porque siempre iba y venía con bolsas que uno nunca sabía qué tenían”, cuenta Álvaro Pozzolo recordando a Mariana Trujillo, la actriz, productora, gestora cultural, escritora y compositora que falleció esta semana a los 54 años. “Hacía mil cosas al mismo tiempo. En eso era caótica pero era precisa en cuanto al trabajo de actuar, producir y escribir”.

Pozzolo fue uno de los compañeros de Trujillo en la Escuela Municipal de Arte Dramático (EMAD) y sus carreras se cruzaron siempre. Desde las primeras clases, los primeros trabajos profesionales y la última puesta en escena en que participaron juntos, el año pasado, El extranjero, una adaptación de la novela de Albert Camus que ella produjo y dirigió Carlos Muñoz.

“Ya enferma, se encargó de toda la producción”, recuerda Pozzolo. “Mi papel era el del extranjero y ahí estaba Mariana en todas las funciones. Yo entraba último y ella esperaba que entrara todo el público, me cuidaba del frío, me llevaba por el corredor. Nos quedábamos los dos entre las cortinas de la puerta y ahí me abrazaba. Recordarla es recordar esos mimos y es un simbolismo de lo que nos dio en toda su vida”.

Trujillo fue parte del grupo Aquelarre, en el que también estaban Pozzolo, Juan Antonio Saraví y Marisa Bentancour entre otros. Jovencísimos y recién egresados de la EMAD (ella era la más joven de la generación 84), estrenaron en 1988 Aspirina para dos, una obra de Woody Allen, inédita en Uruguay. Fue un éxitazo, como también la primera obra infantil que produjeron, Draculita. Entre tantas actividades compuso muchas canciones en obras para niños.

“La colectividad teatral de Uruguay está de luto por esta pérdida tan injusta y temprana, de una profesional de primera línea que se encontraba en la plenitud de su talento y maestría”, dijo el obituario oficial publicado en Twitter por el Instituto Nacional de Artes Escénicas. Trujillo, se dice ahí, “mostró siempre una impresionante versatilidad interpretativa, tanto en teatro como en televisión”.

“Trabajaba en todos los lugares: directora, autora, actriz, productora de ella y de los otros, amiga del alma, divertida hasta no poder más”, la recuerda Bentancour, otra vieja compañera. Fue, además, docente.

En 2014, Trujillo, a quien todos recuerdan como una mujer muy trabajadora y de gran humor, ganó el premio Florencio a mejor actriz de comedia por Esta noche... mejor no, dirigida por Hugo Blandamuro.

Vivió 10 años en España, antes de volver a integrarse al teatro local. En los últimos años estuvo vinculada al Teatro La Candela, donde interpretó y produjo varias obras. Allí confirmó sus dotes de gran comediante.

“Un día, esta cruel enfermedad que terminó llevándola se instaló y fue la batalla que le tocó perder, pero en estos últimos años nada la detenía, era un enorme torbellino de ideas y proyectos, un motor inapagable”, dice la actriz y directora de Teatro de la Candela, Miriam Campos. En esa sala tenía previsto dirigir junto a Carlos García, Vivitos y coleando.

“Siempre estaba con uno, dos, tres, mil proyectos”, dice Bentancour, quien la recuerda, además, como una luchadora por el teatro independiente. “Era inagotable y durante seis años nos convenció de que era inmortal: nunca vi a nadie que le dieran tanta quimioterapia y siguiera como si nada”.

Aun en los años en los que combatió la enfermedad, no paró de trabajar. En La Candela actuó e hizo tareas de producción en Más vale sola de Fernando Schmidt con Luciana Acuña, Pareja abierta de Darío Fo con Diego González, Delirio a dúo de Ionesco con Roberto Romero y Cachafazde Copi. Todas fueron con puesta en escena de Carlos Muñoz, quien también la dirigió en Benditas mujeres, un unipersonal escrito por Schmidt que se presentó en julio del año pasado en Vieja Farmacia Solís. Fue su última actuación.

Esta semana, la emoción, el dolor y el respeto de amigos y colegas, y la sonrisa con la que recordaron sus ocurrencias, son el último y merecido aplauso a una carrera dedicada a la pasión por el teatro.

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