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Nacho Álvarez: "Los insultos terminan siendo aplausos"

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Ignacio Alvarez

Entrevista

El periodista habla de su desembarco en Azul FM con "La pecera", su nuevo programa y cuenta sobre sus cambios personales y profesionales y por qué este año se pasó llorando.

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Técnicamente, por lo visto, Nacho Álvarez estuvo sin trabajo en radio un par de horas. Antes del mediodía del mismo lunes 13 de julio cuando se desvinculó de radio Sarandi ya tenía dos llamadas ofreciéndole un espacio radial con las condiciones que él pusiera. La segunda llamada fue la del grupo Magnolio —que forman, entre otras emisoras, Del Sol y El Espectador— y al que Álvarez se integrará a partir del 1° de febrero en las mañanas de Azul FM, la nueva adquisición del grupo.

“El lunes que se anuncia que me voy de Sarandí, estaba sentado acá, oscilando entre el abismo de haber dejado un laburo en el peor momento de la economía del país y, al mismo tiempo decía “todo es por algo”, le contó Álvarez a El País. “Me separé después de 20 años; hacía 20 años que estaba haciendo Las cosas en su sitio y quise cambiar el formato de Santo y seña. Nada es casualidad y todo es parte de un proceso interior. Y quería confiar que esa decisión había sido buena. Pero ahí estaba entre el abismo y la gloria. Y hasta lloraba de angustia”.

El nuevo programa se llamará La pecera (El pez por la boca muere) y esta semana, Álvarez anunció que ya tiene equipo: Marcel Keoroglian, el periodista Mauro Béttega, Nelson Fernández, Daro Kneubuhler, Axel Fucks y el imitador Pablo Rodríguez.

“No quería repetirme con frasecitas hechas y estaba en el agua, y Azul y cada vez se van sumando más interpretaciones, por ejemplo “pecera” es como se le llama al estudio de una radio”, dice Álvarez sobre el nombre que eligió. “También tiene que ver con el mundo en que está uno y esa amplitud de significado me encantó”.

Sobre los cambios que está viviendo, su relación con las redes y por qué nos manejamos con estereotipos, Álvarez charló con El País.

—¿Extrañó estar sin radio?

—Para nada. Aunque, claro, una cosa es la angustia de estar sin laburo y otra es desde el primer día, ya tener la fecha en la que vas a volver a trabajar. Ahí me permití disfrutar este medio año semisábatico.

—Le duró poco...

—A eso de las 10.30 de la mañana que dejé Sarandí me llaman con una propuesta radial. Les dije: “¿Vos sabés cuánto cobro yo?”. “¿Cuánto?”. “Tanto”. “Dejame hacer una llamada”. Hablaron con la dirección y me armaron una reunión para las cinco de la tarde. Y ahí ya empecé a respirar. Y a la hora recibo un mensaje de otra persona que me invita a almorzar al día siguiente. Esa fue la propuesta que ahora se concreta. Fueron mimos que me hicieron pasar de llorar de angustia a llorar de emoción.

—Es la segunda vez que menciona que lloró. ¿Fue tan así?

—Sí. Pobre del que no llora. Este año lloré mucho. Desde diciembre cuando me separé, lloré mucho y lo sigo haciendo. Llorar en el sentido de conectarme con el sentimiento. En algunos momentos era de angustia pero en otros no necesariamente. Era un duelo que estaba bueno sufrir porque eso quiere decir que viviste, que amaste y que hay una pérdida.

—¿Esa sensación era nueva en usted?

—Lo que había hecho toda mi vida, desde la muerte de mi madre, era esconder mis sentimientos, lo que muchos hacemos para sobrevivir. La premisa siempre había sido “tengo que seguir adelante” y no me podía permitir llorar porque era ser vulnerable y me iba frenar. Pero pude.

—Esos son años de terapia, supongo.

—Uno va entendiendo que esa coraza que le fue tan útil para salir adelante, tiene que derrumbarse. Y así vivir la vida que lograste hacer, desde un mejor lugar. Y te hace más humano y empático con el sufrimiento del otro. Todo este año lloré tocando una canción con mi guitarra o viendo una película y eso que antes no entendía por qué la gente lloraba en el cine. Pensaba que eran débiles y ahora me veo llorando y digo “mirá en lo que te convertiste, paloma”.

—¿O sea que esta es una versión mejorada de Ignacio Álvarez?

—No reniego del otro porque mal o bien fue necesario pero mi mensaje es que puedas sacarte de encima esa coraza con todo el cariño del mundo porque cuando construís un muro alrededor, no dejas ni entrar ni salir las cosas buenas. No hay vida sin dolor y sin riesgo a sufrir. Y hay que fluir hacia lo que uno siente.

—¿Salir de la zona de comfort?

—Una de las grandes enseñanzas de este año fue hay que animarse a soltar. Estamos programados para pelear por algo, a nivel laboral o a nivel de pareja y de familia y después pelear por mantenerlo. Eso está genial pero a veces la sabiduría está en atreverse a hacer todo lo contrario y animarse a dejarlo ir. Aunque yo no quería separarme, hoy veo que fue lo mejor para ella y para mi: nos llevamos excelente.

—¿El cambio de formato de Santo y seña fue parte de eso entonces?

—Fue todo parte de este proceso. Ya a mitad del año pasado, le había dicho a Patricia Martín, la productora general, que estaba aburrido. Y de ahí esa semillita empezó a crecer. En diciembre me separo y empiezo a conectarme más con el sufrimiento y a sentir ganas de mostrarme en televisión desde otro lado, enseñar otras facetas de mi personalidad y otros colores del programa. Y ahí vino eso de la música en vivo, sacarme el saco y ponerme un chaleco.

—Su balance de ese cambio del programa es positivo...

—Antes me aburría, ahora lo disfruto. Y sé que a muchos les pasa lo mismo y sé que a algunos no le gusta y que al principio fue muy fuerte para muchos ver ese cambio. Así nos pegaron con todo. Pero la elección era aprender a soltar y saltar y saber que lo mejor está por venir. Igual, no hagan esto en casa: para hacerlo hay que estar confiado en su potencial y convencido de lo que quiere hacer. Y con un pie de la tierra.

—Volvamos para atrás. ¿Se fue enojado de radio Sarandí?

—Me enojé con el director de Sarandí, no con la radio. No lo entendí y no me gustó la forma. Por eso tuitee que era un tema de dignidad y confianza. Había sido el que más se había recortado el sueldo, en términos absolutos y relativos. Era el salario más alto del grupo, cierto, pero estaba dispuesto a seguir rebajándomelo en una escala progresiva de la mano del derrotero de la economía. Pero tres meses después cuando la economía empezó a moverse y empezaron a crecer las tandas, entonces propuse no cortarme el 35% del sueldo -que era inviable para mi porque me había comido todos los ahorros- sino cortarme el 25% y no estuvieron dispuestos a aceptarlo ni a negociarlo. Quizás no le diera el paño para eso pero están las formas. Con un tipo que fue tu figura y te hizo llenar los bolsillos de plata (y yo ganar muy buena plata también), no existe tirar el contrato sobre la mesa y decir “esto es lo que hay, firmá”. Me di media vuelta y me fui. Así no.

—¿Y cómo fue la negociación con Magnolio?

—No tuve que negociar. Me preguntaron cuanto quería y me dijeron OK.

—¿Qué le ofrecieron?

—Cuando me llamó el “señor Magnolio” para almorzar, me entero que ellos ya tenían pensando ahora en diciembre ir a buscarme. Así que precipité hechos que se iban a dar de todas formas. La jugada original que ellos me plantearonn era lanzar una radio nueva, conmigo de mañana y con Petinatti de tarde, lo que a mi me parecía bárbaro. Pero ahí surge la posibilidad de hacerlo en una radio que estaba en funcionamiento, Azul, en la que ya está Peti y así yo integrarme en la mañana.

—No hay ninguna mujer en el equipo de La Pecera. ¿Por qué?

—Si considerara que para los roles que estoy buscando existe una mujer mejor que las personas que elegí, obvio que la hubiera traído. De hecho charlé con una periodista muy importante y aunque no se concretó la tengo entre ceja y ceja. Además, la productora general de Santo y seña es Patricia Martín y empezó en Sarandí conmigo como estudiante egresada y gracias a su personalidad y talento, hoy es mi mano derecha en el canal. Dependo de ella como de nadie y es una mujer. Eso va para las feministas que quieren criticarme.

—Un equipo exclusivamente masculino, le va causar ataques en la redes.

—Los ataques que recibo sé, a esta altura del partido que no son contra mi. Hay gente fundamentalista, envenenada, con sus razones, claro, pero eso no quiere decir que los justifique. Muchas veces generan un odio que termina opacando el bien que quieren hacer. Es triste que se responda a la violencia con violencia. Lo que a mi me interesa es ser fiel a mi mismo y cuestionar y cuestionarme y eso molesta. Si el precio a pagar es que te insulten, los insultos terminan siendo aplausos.

—Usted también es bastante directo.

—Me hago cargo de la forma en la que a veces digo las cosas. Pero acá es un juego de a dos y si vos decís algo que contradice en algo esas “verdades” que te quieren imponer, te linchan. Es la inquisición moderna. Eso es perverso y yo me levanto frente a eso y seguiré diciendo lo que pienso. Los ataques que yo recibo no son contra mi. Cuando putean a Nacho Álvarez, están puteando la idea que tienen de Nacho Álvarez a partir de las cosas que tomaron y otras que se inventaron. La vida no es blanco y negro, sino que es una cantidad de grises y el desafío de cada uno de nosotros para ser mejor persona es enriquecer nuestra mirada.

“A redoblar”, Manini Ríos y los estereotipos

—Una de sus últimas polémicas fue cuando, tras la muerte de Tabaré Vázquez, entonó en Santo y seña, “A redoblar”.
—Se nos ocurrió que Nacho Obes toque “A redoblar” y cuando empezó con “porque el corazón no quiere, entonar más retiradas”, todos nos pusimos a corearla. Porque yo la canté mil veces, como aquella de “se perdió en Nicaragua”. Pero el que me ve como facho, dice “¿qué es esto? ¿Nacho Alvarez cantando ‘A redoblar’, el himno de la izquierda?”. Para empezar “A redoblar” no es patrimonio de nadie, y yo caceroleaba con mi viejo contra la dictadura y puteábamos al Goyo Alvarez. Y me entero que se generó una polémica porque tararee “A redoblar”. Y ahí tuitee sobre como esas críticas son el reflejo de un estereotipo. ¿Y quién me manda un mensaje privado? El general Guido Manini Ríos. Me decía que compartía plenamente mi análisis y que ojalá muchos vieran las cosas de esa manera. Seguimos intercambiando mensajes y tuvimos una divina reunión. Yo fui durísimo con Cabildo Abierto y con Manini Ríos por algunos cuestionamientos al Poder Judicial, pero nunca lo vi como un gorila prodictadura aunque hay algunos en Cabildo Abierto que sí son así. Y ahí me di cuenta que Manini también es víctima de esa injusta tendencia a estereotipar. Los que critican a los fachos, terminan siendo más fachos.
—Pero la grieta , se ha ensanchado en los últimos tiempos.
—Sí, pero ganó Lacalle Pou y fue el pueblo el que lo votó. Le decían oligarca pero con la oligarquía no llegas ahí. Y hoy sigue teniendo el 60% de aprobación. Y eso fue sanísimo para la democracia, como lo fue que, en su momento, ganara Tabaré Vázquez y el Frente Amplio. Son cachetadas necesarias donde la gente avala un relato alternativo y está diciéndolo a los que ostentaron el poder que usted no son los dueños de la verdad. Al Frente Amplio le pasó eso y se chocó con las urnas.

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