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El trastorno psíquico y su dolor

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Méndez en una dura aproximación a un caso difícil, Foto: G. Castagnello

Encuentros en la Estación del Este es un buen ejemplo para quienes quieran estar al tanto de lo que ocurre en filas de la nueva dramaturgia francesa, terreno que siempre tiene algo que aportar a los escenarios del mundo. El resultado, sin embargo, demanda paciencia al espectador.

El formato del texto, y por lo tanto de su puesta en escena, tiene su originalidad, y si bien a primera vista es un unipersonal como tantos, detrás tiene una serie de entrevistas que le da un sentido directo, de primera mano, que está presente, o latente, del principio al final del espectáculo. El autor, Guillaume Vincent, trabajó de algún modo como un documentalista, grabando sus charlas con una joven con trastornos psicológicos, para luego armar este largo y torturado periplo en primera persona.

El texto resultante, traducido por Laura Pouso, permite al público encontrarse con un tema que seguramente no le es ajeno, puesto que por algún lado todo el mundo está más o menos próximo al asunto de la obra. Además, el autor no aborda el caso de una persona totalmente fuera de sí: la protagonista tiene un trastorno bipolar que la lleva de las internaciones a una vida social más o menos común, con un marido y un trabajo, y problemas comunes y corrientes. O sea que el autor invita a entrar en el universo cotidiano de una persona alterada emocionalmente: el personaje se enfrenta a dificultades similares a las de muchos espectadores.

Antes de seguir, unas palabras sobre la dirección y la actuación, la primera a cargo de Margarita Musto y la otra por cuenta de Dahiana Méndez. La actriz asume un papel difícil, en el que el hilo argumental es débil, y el rango de acciones a realizar tampoco es demasiado extenso. Méndez lo va resolviendo en ascenso, llegando mejor al personaje sobre el tramo final del espectáculo, que se hace algo largo (pese a que no lo es), a fuerza de cierto carácter reiterado. La actriz permanece casi en el mismo lugar, en una silla, aprovechando bien algunos tics, la ansiedad, frotándose las manos, encarnando bien a un ser torturado. El trabajo de dirección es austero, medido, exigente para el público.

Desde esa plataforma escénica no muy variada, se va dibujando un personaje convincente, que a fuerza de experiencia se ha familiarizado con sus propios desajustes, sus mejores y peores momentos. Autor, director y actriz contribuyen a comunicar el carácter torturado de una persona con problemas psicológicos serios. También los vínculos del personaje con su entorno. Y otros asuntos, como el tema de la maternidad, la familia, los afectos. La obra va desde hechos mínimos a excepcionales, a través de un relato que evoca muchos episodios de distinta índole. El tema del futuro, la figura materna, el peso y la silueta, son algunos de los tantos asuntos que salen al ruedo. La puesta demanda un espectador concentrado, dispuesto a andar por un camino de mucho dolor.

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Méndez en una dura aproximación a un caso difícil, Foto: G. Castagnello

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