Federico Simonetti

Esta noche regresa el comediante Federico Simonetti al UnderMovie

Con una mirada crítica y sagaz nutrida de recursos aprendidos del teatro, el clown y la improvisación, Federico Simonetti, uno de los standaperos más importantes de Argentina regresa esta noche a Montevideo. Se presenta en UnderMovie a las 21.00 (quedan entradas por la página del Movie a 570 pesos) con su humor crítico y corrosivo.

“Actuar acá es igual que en Argentina, sobre todo para mí que no hablo de cosas coyunturales ni de la televisión. Incluso es más cercano trabajar en Montevideo que en provincias del norte de Argentina”, dice este humorista que ha realizado varios especiales para el canal Comedy Central,

—¿Entonces no somos tan distintos como pensamos?

—Es un Buquebus de distancia. Creo que lo que condiciona el humor es la escala de la ciudad, el tamaño y la incidencia de la Iglesia. Una de las cosas por las que la gente no se ríe es por sentirse juzgada, y en las ciudades chicas el público se conoce y si sos católico tienden a juzgar.

—Ya tenés 11 años haciendo stand up.

—Empecé en 2006 y había que explicar al principio lo que era stand up, pero desde hace cinco años la gente tiene más idea. Cuando el stand up llegó a la televisión, empezó a hacerse un fenómeno nacional.

—¿Cuándo encontraste tu voz para hacer comedia?

—Fue unos cinco o seis años después de haber empezado. Creo que el stand up crece con el público, porque si no estás todo el tiempo dándote contra la pared. Se necesitaba un crecimiento del público para que haya stand up un poco más contracultural; que no hable del supermercado o de las cosas cotidianas, sino que se meta en cosas más de exploración. Pero para eso se necesita una cultura, para que haya una contracultura, sino no hay ruptura.

—¿Cómo definís tu estilo de hacer comedia?

—Se junta todo en la vida, soy periodista e hice política de adolescente y siento que todo se junta. Como el malo en Terminator 2, el de metal líquido, se junta todo. Y en mi caso estoy con una voz que tiene que ver con un humor más político y negro, que incomoda en algún punto.

—También te metés con la clase media argentina.

-Sí, cuestiono algunos estereotipos que se han presentado. Me gusta tomar posiciones desde el humor sobre algunos temas, y para poder hacerlo necesitaba un público que quisiera escucharlo.

—¿Tenés un público que te sigue?

-Sí, pero es difícil. En general el mío es más politizado, no te tiran osos de peluche al escenario o te siguen a todos lados. A veces me saludan en la calle.

—¿Se adapta el humorista al lugar o es a la inversa?

-Creo que hay que ver cuál es el contrato. Si te contratan para entretener en un evento, anda y entretené, no vayas con tus picantes comentarios de la Iglesia. Si no te querés adaptar como comediante, adaptate a saber cuál es el terreno en el que actuás. Porque parte de buscar tu público implica el lugar. Como comediante tenés la función de adaptarte, y para mí es como un diálogo con el público.

—Eso implica algo de improvisación, ¿no te parece?

—Lo pienso en esos términos, no como un monólogo, porque ser comediante es transmitir ideas de una forma graciosa, simpática o explicar imágenes, pero la idea es que sea un diálogo franco. Hay que estar en clima, porque si digo todo como un robot, pensás: esto no es solo para mí, está pensado desde antes, y ahí se rompe esa conversación con el público. Es uno hablando, eso tiene que estar vivo.

—¿El stand up es teatro?

—No, porque no es representativo, tiene que ver con la comunicación y lo asocio a la oratoria. Es un género de comedia, un arte escénico, pero es una disciplina distinta. Stand up y personajes no funcionan, y stand up y teatro para mí no combinan.