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Soltar la bestia: Gustavo Saffores debuta como director y estrena "Barbarie"

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Gustavo Saffores. Foto: Darwin Borrelli

ENTREVISTA

El actor cambia de rol para dirigir un texto del dramaturgo Sergio Blanco, que va del 16 al 26 de setiembre (por ahora) en la Nelly Goitiño

De protagonizar tres obras de Sergio Blanco y ser considerado su actor fetiche por eso, a debutar como director con un texto del mismo dramaturgo. En un año de lo más especial, Gustavo Saffores se estrenará en un nuevo rol de la mano de Barbarie, obra que iba a llegar a la cartelera en abril y, pandemia mediante, lo hará este mes.

Saffores —protagonista de Tebas Land, El bramido de Düsseldorf y Cuando pases sobre mi tumba, también considerado “actor fetiche” de Gabriel Calderón y Mariana Percovich— dirige este texto de 2010 que se sitúa en 2020 y se sale de la línea de autoficciones de Blanco. Es la historia de siete personajes que naufragan en el Océano Glacial Ártico y que lejos de hacer foco en la resiliencia, se aboca al instinto más primitivo que aflora en circunstancias extremas. Es la historia del hombre y la bestia.

Barbarie se estrenará el 16 de setiembre en el Auditorio Nelly Goitiño. Actúan Fernando Amaral, Soledad Frugone, Dahiana Méndez, Pablo Robles, Santiago Sanguinetti, Sebastián Serantes y Claudia Trecu. Hay funciones hasta el 26 y las entradas están agotadas, pero en estos días se pondrán a la venta nuevos lugares, a través de Tickantel.

Dice Saffores a El País que tras “cinco meses parados y con mucha incertidumbre, tenemos la necesidad de decir: ‘estamos acá y podemos hacer nuestro trabajo’. Hay un gran compromiso de hacer las cosas bien”.

—Has dicho que esperabas la obra que te partiera la cabeza para lanzarte a la dirección. Un texto te puede partir la cabeza de muchas formas; que sea justo por la complejidad de Barbarie, ¿aumenta tu desafío?

—Sí. Me pasa ahora que dirijo desde el lugar del actor; cuesta mucho despegarse de ese rol. Cuando leo los textos que voy a actuar, lo primero que pienso es cómo se actúa esto, y Barbarie lo primero que me planteó fue: es imposible de actuar. ¿Cómo se actúa, cómo un colectivo puede llegar a hacer esto? Es una obra oscura, y para actuar me parece el desafío más lindo.

—¿Cómo fue eso de desandar lo imposible?

—-Mucho trabajo con los actores. La obra está escrita en 99 escenas, en las que ninguno de los personajes habla más que una línea. La lees y es un ping pong, y había que romper eso. Esa fue la gran complejidad: no tener que actuar el texto. Sergio me decía una cosa muy importante, que lo más importante que pasa en Barbarie no está en el texto si no que hay que encontrarlo en otros lugares. Empezamos a trabajar en eso, en lo que sucede todo el tiempo y no se dice, para de alguna manera justificar que lo que se dice es poco. Ahí encontramos una explicación y fue la primera dificultad que pudimos sortear. La otra es que es una obra de sensaciones, de estados: de frío, de mucho dolor, de sufrimiento. ¿Y hasta dónde un actor en el teatro puede representar el dolor, la desesperación?

Gustavo Saffores. Foto: Darwin Borrelli
Gustavo Saffores. Foto: Darwin Borrelli

—"¿Se puede no actuar en el teatro?” es el título de una de tus últimas notas para El País. Esa inquietud sigue acá.

—-Yo creo que actuar, actuamos siempre; en la vida y en el teatro. Lo que digo es que no necesariamente estás representando; podés encontrar otras formas de actuación que no son la representación, si bien este es un texto representativo. Acá es ficción, se actúa, es teatro cuadradito, pero por la temática hay que encontrar ciertos lenguajes teatrales que o están en la representación o de repente se alejan.

—¿Buscaste referencias en lenguajes por fuera del teatro?

—Sí. Obviamente fui al cine. Pero a su vez teníamos que encontrar la forma de despegarnos de esa idea que todos tenemos de la supervivencia, porque esta es una historia de bestias, de cómo el hombre no resuelve en pos del colectivo sino de sus propios intereses. Hay una serie inglesa que se llama Terror, basada en hechos verídicos, sobre unos barcos del siglo XIX que van a una expedición al Polo Norte y nunca aparecen, y te muestra cómo los tipos empiezan a enloquecer en el hielo. Y Barbarie lo que plantea es eso: cómo la cabeza deja a funcionar y empezás a actuar por instinto. Buscamos por ahí, pero más que nada alejarnos de la supervivencia.

"Esta es una historia de bestias, de cómo el hombre no resuelve en pos del colectivo sino de sus propios intereses"

Gustavo SafforesActor, director

—Has hecho varias obras con Sergio Blanco y en el proceso a tu debut como director habrá formas de trabajo suyas incorporadas. ¿Sentiste la necesidad de despegarte de él?

—Te diría que al contrario: de Sergio quiero robar todas sus herramientas como director, como se las robo a Calderón, a Mariana Percovich, a Dodera, a todos los directores con los que trabajé. Les robo descaradamente y lo saben, y los actores lo saben, porque siento que tengo una cantidad de conocimientos que adquirí de ellos y de ninguna manera voy a tratar de ocultarlos. Al contrario, son ellos los que alimentan mis ganas de dirigir.

—Te solés identificar como un actor que disfruta de proponerle al director. ¿Eso te facilitó meterte en la piel del director?

—Sí. A mí me gusta el actor cuestionador, siempre en la actuación; el que defiende determinadas cosas, que proponga y que opine, me encanta. Y creo que el director, si bien tiene que guiar y administrar tiempo, también tiene que ser muy honesto al decir: no tengo idea cómo se resuelve esto, ayúdenme. Porque si no, es un lugar muy omnipotente. Hay cosas de Barbarie que hasta el día de hoy no tengo resueltas, y espero que las resuelvan ellos.

—¿En qué momento supiste que alguna vez ibas a dirigir?

—Cuando me lo empezaron a decir mis directores. Cuando hicimos Rosa de Luxemburgo, María Dodera me decía insistentemente que yo tenía que dirigir.

—¿Con qué argumentos?

—Quizás esto de que yo estaba todo el tiempo hablando de ella del espectáculo, de que me interesaba mucho el trabajo del director, por dónde va. Y con Calderón, después de tanto tiempo empezás a tener conversaciones que no son de director-actor, sino más de dos personas que les interesa la actuación. Y el trabajo de actor es un poco ingrato, porque vos no generás tu proyecto muchas veces. El rol del actor es otro, contar la historia de otro. Bueno, a veces está bueno contar tu propia historia, montar tu propia historia. Elegir el texto porque querés hablar de esto.

—¿Qué es Barbarie hoy?

—Un sinónimo de 2020 (se ríe). Va a ser muy difícil, en unos años, no asociar a Barbarie con este año. Esperemos que sea la primera dirección de muchas, cuando tenga ganas; no me planteo dirigir el año que viene o el otro. Pero fue el único proyecto del que me agarré; me sacan la escalera y el pincel es Barbarie.

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El teatro y el impacto de la pandemia

—¿Cómo transitaste estos meses de pandemia?
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—Con mucha preocupación, mucha angustia al principio, mucho descreimiento. La preocupación mayor es el trabajo, que creo que todos pensamos que esto se resolvía en 15 días y cuando empezamos a ver que se estiraba… también lo sigo mirando con mucha preocupación, porque esto de la nueva normalidad, para algunos sectores puede ser terrible. Y creo que el nuestro es uno. Nosotros no nos podemos adecuar a la nueva normalidad en el teatro, yo creo que esa nueva normalidad tiene que adecuarse a nosotros. No sé cuándo vamos a volver a la rutina de trabajo que teníamos; nosotros veníamos trabajando mucho afuera y ahora todo ese mundo ya desapareció. Y no depende de nosotros. Por suerte acá ya pasamos el momento de crispación y creo que todos los actores entendimos acá nos tenemos que tranquilizar y que lo que nos separa de ninguna manera puede hacer que nuestro trabajo se vea resentido. Creo que estamos caminando lento pero seguro.

—¿Hubo algo positivo para vos en relación a lo artístico, te permitió algo diferente?

—No, no le veo nada de bueno a toda esta situación; al contrario, nos demuestra que estamos muy vulnerables, todas las falencias que tenemos como trabajadores en el sector cultural, entonces lo único a rescatar es reafirmar que tenemos que seguir trabajando porque la cultura en Uruguay tenga otro lugar. Nos hizo repensar que estamos en el horno. Y quizás en lo personal empecé a entender un poco mejor las lógicas de los colectivos, me volví a acercar a los sindicatos, a ver que hay determinadas situaciones que solo no se resuelven y que tenés que limar y juntarte con el otro. Estas situaciones te acercan con gente que quizás artísticamente está en la vereda del frente, y es cuando te tenés que dejar de joder. Estamos todos en el mismo barco, y eso sí fue una enseñanza.

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