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Un regreso triunfal que logró hacer olvidar la derrota celeste

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Hamlet ruso es un triunfo del BNS. Foto: Carlos Villamayor

Es jueves y hay un lugar en Uruguay en el que a nadie le importa mucho el partido, en realidad. Es el reestreno de Hamlet Ruso, primera obra del año para el Ballet Nacional del Sodre, y el Auditorio Adela Reta está colmado.

Está bien que nadie piense en Uruguay-Brasil, porque lo que está por pasar en ese lugar, es simplemente maravilloso. Y es que el BNS abrió el año a lo grande, con una obra que ya había realizado para cerrar la temporada en 2013. Y después de cuatro años, las diferencias, sobre todo a nivel grupal, son notorias.

Hamlet Ruso, del reconocido coreógrafo Boris Eifman —su universo y creación merecen un capítulo aparte— y con música de Beethoven y Mahler, fue estrenada mundialmente en 1999 por el Ballet de San Petersburgo. Inspirada en Shakespeare, transcurre en Rusia, a mediados del siglo XVIII después del reinado del zar Pedro III. Catalina, su esposa, es humillada por el zar. Con ayuda de su favorito, lo asesina y toma el poder. El eterno conflicto por el reinado con su hijo Pablo, desencadenarán una tragedia tras otra. La historia de traiciones es conocida y también su intensidad.

El Ballet Nacional del Sodre logró una verdadera obra de arte: en su Hamlet Ruso no hay fallas y a la técnica se le suma un trabajo actoral excelente.

El ballet oficial logra que la frontera entre danza y teatro se desdibuje y no hagan faltan palabras. El lenguaje del arte, único, cualquiera sea su forma —danza o teatro, en este caso— está aquí expresado en su más bella sensibilidad. Los cuerpos bailan, se mueven y hablan. Y basta con lo que ellos dicen para entender que Catalina está sola y desesperada o que Pablo perdió la inocencia. La danza traspasa el escenario y llega al público, que la siente y aplaude cada vez que puede. La obra tiene una dramaturgia contundente que, con ayuda de la iluminación, el vestuario y la escenografía, radica en los movimientos y en la capacidad expresiva de cada bailarín. Esto último tiene gran parte de la obra, que se aleja de la estructura de los grandes clásicos y deja al descubierto la faceta más actoral de los bailarines.

El reparto de la función del estreno fue brillante y parejo: María Noel Riccetto como Catalina y Ciro Tamayo como Pablo son garantía de disfrute. A ellos se les suman bailarines que hace tiempo deslumbran como Gustavo Carvalho (el favorito) y Careliz Povea (Natalie), y que conforman, entre los cuatro, un reparto notable.

Riccetto, como el año pasado en Oneguin o en Carmen, se lució con su actuación, poniéndose en la carne de una emperatriz vengativa, ambiciosa y sin escrúpulos. Riccetto no es solo una bailarina con trayectoria internacional: es una artista sensible y completa. Aunque ha hablado de su retiro, Riccetto tiene más, mucho más, por delante.

Tamayo también se llevó todos los aplausos. Debe ser uno de los bailarines con más fuerza expresiva de la compañía. Desde el primer momento cuando encarna a un Pablo niño e inocente, pasando por un adolescente enamorado, y llegando a ser un hombre desconcertado y trastocado, la actuación de Tamayo eriza la piel.

Carvlho y Povea sorprenden en cada espectáculo, como si quisieran guardarse lo mejor para el final: en cada nueva producción reafirman que cada vez tienen más para dar.

Sobre ellos cuatro, particularmente, restaría decir que ponen a la compañía a un nivel de excelencia, pero ese nivel no está solo en ellos, sino en todo el cuerpo del baile, que no tuvo ni un desliz durante toda la función y que se desarrolló en total sincronía y armonía, creando figuras que rozaban la acrobacia.

La obra del coreógrafo ruso funciona como una secuencia de varios cuadros creados por los bailarines. Uno de ellos es el final del primer acto con la muerte de Natalie, o está la escena entre ella y su amado, Pablo, en la que el juego de las sombras de los cuerpos y las luces, llenan al cuadro de poesía.

Julio Bocca, director artístico de la compañía, dijo que el Ballet Nacional del Sodre estaba a nivel internacional. Y como queriendo demostrar que está en lo cierto, con la puesta de Hamlet Ruso logró una obra de arte en su estado más puro. Y el arte transporta.

Tanto es así que cuando las luces se prendieron y los bailarines saludaron, el público aplaudió, el telón se abrió y se cerró tres veces, y a nadie parecía importarle que Uruguay había perdido frente a Brasil.

Hamlet Ruso (*****)

Ballet Nacional del Sodre. Dirección: Julio Bocca. Coreografía: Boris Eifman. Música original: Ludwig van Beethoven y Gustav Mahler. Diseño de iluminación: Levas Kleinas. Producción: Luthuanian National Opera & Ballet Theatre. Dónde: Auditorio Nacional del Sodre. Sala Eduardo Fabini. Cuándo: Hay funciones hasta el 7 de abril, todos los días menos lunes. La reseña fue realizada en base a la actuación del jueves 23.

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