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"En realidad la rutina es una forma de pensamiento"

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Betiana Blum, más de medio siglo de trayectoria. Foto: Darwin Borrelli
[[[Darwin Borrelli ]

Vive frente al Jardín Botánico, en un piso alto de un edificio de valor patrimonial. Pero por estos días dejó su elegante vecindario porteño y estuvo en Montevideo promocionando su actuación en la Sala Balzo del Sodre, donde presentará Yo amo a Shirley Valentine.

Actriz de larga y fecunda carrera, Betiana Blum se brinda ante el público uruguayo hoy a las 20:00 y mañana a las 20:00 y a las 22:00. Tickantel, $ 1250.

—Tú hiciste más de 30 películas, sin embargo Esperando la carroza ocupa un lugar muy especial en la gente, hasta hoy. ¿A qué debió su éxito?

Primero, un guión de un compatriota de ustedes, Jacobo Langsner, que es genial. Por la crudeza con que muestra cómo somos, y la ternura con que lo muestra. Él no edulcoró nada, pero a la vez tenés cariño por esos personajes. Y la puesta de Alejandro Doria, cómo fue creando las escenas. Y un grupo de actores, que todos teníamos recorrido un trecho, y trabajamos sin ningún tipo de cosa personal. Éramos soldaditos. Todos sabíamos bien la letra, se podía trabajar con ritmo, pero que se entendiera. No hablando todos juntos.

—Y la segunda parte de Esperando a la carroza no cuajó.

—El libro era perfecto, genial. Pero el director era un chico inexperto. No tenía la menor idea de lo que estaba haciendo. Porque de afuera parece fácil. Pero no es fácil. Mirá que tenía a casi todos los actores, tenía el libro, pero se le fue de las manos. Y la producción, por otro lado, de pronto un día dijo "el viernes terminamos, con lo que hay alcanza". ¿Te digo algo más?

—No es fácil hacer reír. ¿En qué radica la clave del humor?

—La clave del humor. Yo digo que uno se empieza a reír después de que ha llorado lo suficiente. Hay algo de eso. El humor es lo más alto posible. La tragedia es cuando vos tenés el problema enfrente, cuando te das la cabeza contra la pared. Y es dramático porque no hay salida. El humor tiene una mirada más amplia, mira de arriba. Abarca más. Y ese tipo que se pega la cabeza contra la pared lo ves como un tarado. Por otro lado, el humor tiene un timing, como pasa en la vida. Tenés que sentir el timing de la vida, donde hay mucha gente que tiene humor, que por cómo te coloca las frases te matás de risa. Y lo mismo, dicho de otra manera, no es gracioso. Es cómo entra, dónde entra, en qué tiempo.

—¿La tragedia también es difícil?

—No, la tragedia es fácil, es una pavada. El humor es lo más difícil, y siempre está visto a menos. En un elenco, vos te das cuenta cuando alguien tiene humor y cuando alguien trata de ser gracioso, mirando al público, buscando la complicidad con la gente, tentándolo. Son recursos, pero no es el humor cuando se lo hace limpiamente, en el diálogo. Como pasaba en Esperando la carroza justamente, donde los bocadillos entran uno tras otro.

—En eso China Zorrilla tenía un ritmo muy preciso...

—Chinita sí. Marcos Carnevale, que la dirigió en Elsa y Fred, trabajó mucho con ella. Y me decía una cosa de China que me daba mucha gracia. Ella era muy actriz, necesitaba hacer el remate, y que vos te rías. Y tenía como un latigazo en cómo decía las cosas. Y cuando no le salía lo suficientemente bien rematado, te pegaba un golpe para terminar de rematar. Genial China, no hay palabras para definirla. Muy buena actriz, con mucho sentido del humor, y muy generosa.

—Tú empezaste en la tele en los 60, y seguís al firme. ¿Cómo fue adaptarte a las nuevas formas de hacer televisión?

—Sí, yo venía de hacer una televisión en la que vos llegabas al piso, te marcaban tu posición, sabías cuál era tu cámara. Como que estaba todo organizado. Y yo me acuerdo en Pol-ka, donde lo primero que hice fue Campeones de la vida; llegué al piso y teníamos una escena, en la que éramos cuatro o cinco. Y yo pensé que estábamos pasando letra. Hice la escena y el director dijo que estaba todo bien. Y fue en ese segundo cuando me di cuenta que esto venía así. Y seguí la corriente de una cosa más distendida, no tan de fijarse si esta cámara o aquella. Dejar que las cámaras te tomen, sin ser algo tan preparado, sino más espontáneo: fue un gran cambio. Yo bendigo la forma en que he ido atravesando las generaciones.

—¿Cómo vivís esos recambios generacionales, hay buenos actores emergentes?

—Hay de todo. Hay gente que va a durar dos semanas más, y hay gente que está preparada. Me acuerdo que hace años me preguntaban cuál de las chicas jóvenes apuntaba a destacar, y yo dije Julieta Díaz. Yo había trabajado con ella en Campeones..., ella hacía de mi hija, y era lo primero importante que ella hacía. Y hablábamos mucho, a ella le gustaba mucho como yo trabajaba. Y lo que ha madurado ahora. La vi en Silencios de familia: hizo un trabajo precioso. Ella siempre busca aprender, y fijate los frutos. Inmediatamente le escribí, para decírselo.

—No todos los actores se toman la profesión así. ¿Cómo ves la relación entre el espectáculo y la farándula?

—Los mediáticos son otra cosa, son personas que acceden a los medios a través de sus vidas. Pero no tiene nada que ver con el teatro, ni con la actuación. Eso es algo que fue creciendo. Creo que lo que pasa es que en general los actores no se prestan mucho para hablar de su vida privada. Entonces, para una cantidad de programas que hay sobre ese tipo de cosas, necesitan mediáticos que se presten a ser expuestos, a hacer escándalos, pelearse, decirse cosas espantosas. Eso llena programas.

—¿Cómo definís esta obra?

—No es para pensar, es para sentir. Su autor, Willy Russell, es un genio, y esta obra se ha convertido en un clásico, lo que significa que cada vez es más vigente. Temáticamente, tiene que ver con valorarse a uno mismo, con amarse, eso que yo llamo la deuda interna. En principio es sobre una ama de casa, que los hijos ya se fueron y el marido prácticamente no le habla, y todo es una rutina. Pero así definida le estarías sacando la responsabilidad de las personas. Y en realidad la rutina es una forma de pensamiento.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Betiana Blum, más de medio siglo de trayectoria. Foto: Darwin Borrelli

BETIANA BLUM

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