Crítica: Ella sobre ella

En la Sala Zavala Muniz se está presentando la nueva aventura escénica de Marianella Morena

Como espectáculo en sí mismo, dejando de lado los anteriores montajes de Marianella Morena, Ella sobre ella es interesante y divertida de ver. Y por lo tanto, recomendable, para el espectador que gusta de ver cosas un poco extravagantes. Comparada sin embargo con algunos de sus trabajos anteriores (como No daré hijos, daré versos o Rabiosa melancolía), esta obra que estrenó el pasado jueves no ostenta aquellos grados de originalidad.

En buena medida, porque se trata de un unipersonal, formato que quizá esté restringiendo en este caso el poder de innovación de Morena, quien tan bien trabaja con la interacción de los cuerpos de los actores. Y el unipersonal suele tener por su propia naturaleza una limitación a nivel de puesta: más, como es este caso, cuando en el escenario un ser desorbitado protagoniza desdoblamientos y situaciones furiosas. En ese sentido la obra tiene un dejo underground, subrayado por sus guiños sórdidos, sus efectos fuertes, sus gritos, su irreverencia.

Pero no sería justo decir que no hay novedades formales en esta aventura escénica, que es ágil, linda de ver, de buen ritmo. El montaje en su conjunto tiene numerosas sorpresas, y la autora y directora juega muy bien, por ejemplo, con los distintos modos de servir un concepto en escena.

Desde el texto ya hay un primer acierto: el personaje histórico elegido, Carlota Ferreira, y su singular relación amorosa con Juan Manuel Blanes y su hijo Nicanor, también pintor. Ahí se abre un puñado de temas que tienen que ver con el erotismo y las relaciones familiares. Pero también con la pintura, la representación, la Historia, asuntos que Morena (como suele hacer), arma y desarma con sagacidad sobre el escenario.

Así, por ejemplo, el color rojo aparece en el texto, y también se va multiplicando en otros elementos escénicos. En ese aspecto la puesta tiene todo un juego de espejos, que abarca la música, los colores, las palabras y sus sentidos.

Y la misma audacia que tuvo Morena para escribir y montar esta obra, tiene Mané Pérez para interpretarla. La actriz brinda la soltura y el desenfado que el trabajo exige, cantando, actuando, y realizando toda una partitura de acciones, mientras se desdobla en el trío de personajes. Pérez se viste y se desviste, toca guitarra eléctrica, habla con el público, besa a un espectador, desde una actuación intensa, exaltada, desbordante, avasallante, directa.

El texto y el espectáculo tienen un tono de proclama, con algún chispazo de literatura. Más que la profundidad del planteo, su interés mayor está en su conjunto como espectáculo, que consigue a la vez ser diversión y pesquisa estética. Y lo hace con una cuidada producción, con los rubros técnicos bien alineados. Otro montaje de Morena que está listo para salir al extranjero, que puede ser aplaudido por el público uruguayo y también por el del exterior.