CRÍTICA
Hasta el domingo 6 de octubre se presenta este excepcional espectáculo, protagonizado por María Noel Riccetto
El aplauso unánime que recibió el estreno de Onegin, el pasado jueves, habla por sí solo. El público quedó impresionado, una vez más, con el desempeño de María Noel Riccetto, tanto por su técnica como por su expresividad dramática. La bailarina se desdobló en actriz, para realizar desde el rol de Tatiana una caracterización verdaderamente profunda, fascinante de ver.
La artista presentó, nuevamente, un hermoso contraste entre la ingenuidad de su personaje, y sus proezas físicas. El modo en que escribe una carta, o cómo se mira al espejo, son momentos de enorme belleza, llena de matices. Su baile en puntas, volvió a resultar sorprendente, dando a la triste historia que se cuenta en escena, visos de irrealidad, de algo sobrenatural.
Pero no se agotó en Riccetto en encanto de Onegin, una obra nada extensa, que el espectador puede seguir dinámicamente, sin el menor caimiento. La larga serie de escenografías son realmente asombrosas, y salvo una (que es muy buena pero un poco plana), el conjunto es maravilloso. La monumentalidad de esas gigantescas obras de arte, los colores que cobran con los cambios de luces, son francamente fuera de serie. Desde los bosques a las escenas de palacio, todo es majestuoso y elegante, y pese a algunos barroquismos, nunca se separa de cierta sobriedad.
Cuando el BNS presentó en 2016 Onegin, en ese mismo escenario, la escenografía fue obra de Pier Luigi Samaritani. Ahora se está haciendo con diseños de Pablo Núñez, quien concretó una obra formidable. Y todos esos decorados no solamente tienen un fin ornamental. Crean el clima perfecto de esta tragedia amorosa, e incluso dan un abismal juego de escala, que habla de lo pequeños que son, de algún modo, los dramas personales ante la realidad.
La coreografía de John Cranko lució a pleno. El legendario coreógrafo pautó para esta historia un deslumbrante juego de movimientos, que combina perfectamente las formas clásicas con lenguajes más innovadores. El diagrama de los desplazamientos de los bailarines parece jugar en determinado momento como con dos plantas escénicas superpuestas. La coreografía tiene bailes de pareja impresionantes, y en algunos tramos utiliza la zona del proscenio como para proponer una dimensión mental, y hasta psicoanalítica, de los hechos. Son fantásticos los bailes de la pareja protagónica, que recorren todas las contradicciones del amor.
Entre los momentos inolvidables de Onegin, todas las escenas vinculadas al duelo de pistolas son fantásticas, tanto en clima como coreografía. Los principales roles masculinos llegaron a puntos estéticos muy altos, que el público reconoció con fuertes aplausos. Y más allá de las primeras figuras, todo el cuerpo de baile expresó también un marcado sentido teatral, con detalles de ademanes muy logrados.
En la noche del pasado jueves, al final de la función, el director del BNS Igor Yebra habló al público, anunciando que Damián Torio pasaba a la categoría de primer bailarín, hecho que multiplicó el aplauso de la platea. Realmente fue una noche fantástica.
Onegin [*****]
Coreografía: John Cranko, sobre relato de Pushkin. Música: Piotr Tchaikovsky. Orquesta: Sinfónica del Sodre, bajo dirección de Enrique Carreón-Robledo. Diseño de escenografía y vestuario: Pablo Núñez. Lugar: Auditorio Nacional Adela Reta. Funciones: hasta el domingo 6 de octubre. Tickantel, de $ 60 a $ 950.