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Una obra para todos los sentidos

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Una obra que apunta al "absoluto realismo". Foto: Archivo El País
Alejandro Persichetti

Crónica sobre Cocinando con Elisa, la obra premiada en la última edición de los Florencio

Un espejo que ocupa casi todo el ancho de la pared blanca, con muchas luces alrededor. Sobre una mesa que está debajo del espejo hay maquillaje de toda forma, tamaño y color. Sobre una esquina, un perchero guarda todo el vestuario. El espacio no es demasiado grande pero tiene todo y más para que los actores puedan preparase.

Es domingo y el teatro El Galpón aún experimenta cierta calma. En el camarín de la Sala Cero Myriam Gleijer y Elizabeth Vignoli están sentadas en frente al espejo vestidas de Nicole y Elisa ty ultimando los detalles de estas mujeres que media hora después se someterán a un juego de poder en el que la dominación y la crueldad no cesarán.

Mientras se repasa el labial rojo con un cuidado magistral hasta que sus labios adquieren una tonalidad tan fuerte que parecen artificiales, Myriam habla sobre la nominación que recibió gracias a Nicole como mejor actriz en los Premios Florencio 2015: "es lindo, pero más allá del mimo de la nominación, que es verdad que nos alimenta el ego, lo más lindo es el aplauso del público, para el corazón eso es lo más lindo".

Myriam no sabe que, quince días después, estaría recibiendo el Florencio como mejor actriz. Elizabeth termina de acomodarse el vestuario mientras dice, con una voz muy suave, que "me costó dejar los nervios atrás y disfrutar de mi profesión". Con ellas además, se encuentra Felisa Jezier, asistente de dirección de Gerardo Begérez, el joven director responsable de que cada fin de semana la Sala Cero explote en aplausos y "bravos. Gerardo nos malcría mucho", comenta Myriam cuando el director entra al camarín: "Chicas, son 19:10". Gerardo tampoco sabe que, poco tiempo después, él sería una de las figuras destacadas de la gran noche de las tablas uruguayas, llevándose el premio a mejor director.

Las actrices van a la sala con su director y revisan que cada elemento de esa majestuosa escenografía esté en su perfecto y justo lugar para transformar al lugar en una vieja cocina de una estancia francesa. Un gran mueble con muchas ollas, y frascos y botellas dividido al medio por una vieja cocina a leña en la que hay una caldera. En el centro del escenario, una mesa con verduras, hierbas, utensilios de cocina, repasadores y una pileta.

Myriam acomoda las verduras y las mira, una por una. Lo mismo hace con todos los cuchillos: los cambia de lugar, los mira y los ordena. "Tiene que estar todo en el lugar exacto. Eli, ¿pusiste la cebolla acá abajo?". Mientras, Elizabeth empieza a cocinar. "Es necesario que cuando el público entre a la sala sienta el olor a comida, porque es una obra que trabaja con todos los sentidos del espectador, que te transporta", comenta Gerardo mientras acomoda detalles del mueble. "Cuando leí este texto por primera vez me fascinó, porque es un texto de una latinoamericana, nunca se había hecho en Uruguay y me permitía a mí como director volar, es decir, construir una puesta en escena basada en el absoluto realismo".

Begérez se fue a Buenos Aires por el trabajo de su pareja pero consciente de que "en Argentina solo por el hecho de ser joven se te abren muchas puertas. Acá en Uruguay el ser joven genera cierta desconfianza, hay que lucharla, hay que pelearla…mucho". Durante los años en la vecina orilla siguió formándose como actor y como director y dirigió alrededor de veinte espectáculos, muchos de los cuales trajo a las tablas uruguayas. Además, ha tenido trabajos en cine y en televisión (fue coprotagonista de la película uruguaya El cuarto de Leo y participó de Un año para recordar y El Pueblo del Pomelo Rosado, ambas ficciones argentinas).

Son las 19:30 y un muchacho interrumpe para avisar que tienen que dar sala. Gerardo besa y abraza a sus actrices. "A Myiriam la conozco mucho como actriz, la dirigí en dos oportunidades anteriormente y quería lograr algo específico con ella: lograr mostrar una belleza siniestra. Myriam tiene eso que muy pocos actores tienen que es que está sobre el escenario y tiene algo especial, un ángel especial, una impronta que enamora", comenta Begérez sobre el trabajo con su actriz y agrega "Entonces, busqué descubrir una faceta nueva de Myriam, sacarla de sus zonas seguras, todo para lograr eso oscuro que tiene Nicole".

Elizabeth se va de la sala para buscar a Elisa, después de haber estado unos segundos abrazada a su director. "Con Elizabeth fue un proceso totalmente distinto porque, si bien la conozco muchísimo, nunca la había dirigido. Tampoco había actuado con ella. Yo necesitaba conseguir a alguien que estuviera a la par de ese monstruo escénico que es Myiriam Gleijer, y Eli es una gran actriz, que tiene un dominio tremendo de sus expresiones. Pero fue distinto. Fue un desafío dialéctico entre ambos", cuenta Begérez.

Las luces comienzan a apagarse y empieza a sonar el himno francés. La cara de Myriam adquiere un aire desafiante y cruel y Nicole se instala en la cocina. El aroma a comida invade el ambiente y los pasos de los espectadores que suben por las escaleras empiezan a sentirse. Todos miran a Nicole al entrar a la sala, mientras ella sigue fija como una estaca entonando estrofas del himno, con una voz carrasposa y grave.

Las luces se terminan de apagar. La sala está repleta. Elisa llega a la cocina, insegura y tímida, Nicole la mira con desprecio y empieza Cocinando con Elisa, la obra que, aunque nadie lo sabe, quince días después, será una de las grandes ganadoras de la noche de los Premios Florencio: mejor espectáculo, mejor actriz, mejor director y mejor escenografía.

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Una obra que apunta al "absoluto realismo". Foto: Archivo El País

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