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"Nunca le tuve miedo a la locura"

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Foto: Difusión.
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Las entradas para ver en abril Escenas de la vida conyugal, en el Auditorio Nacional Adela Reta, están volando, y sin duda eso tiene que ver con la presencia de Ricardo Darín en el elenco.

Pero no sería justo desatender al peso escénico que tiene su compañera de escenario, Érica Rivas, una actriz de enorme talento, que es fácilmente reconocible hasta para el menos enterado de estos asuntos, si se piensa en un éxito televisivo de la magnitud de Casados con hijos, que le dio, por su desopilante personaje de María Elena Fuseneco, el premio Martín Fierro en 2007 como mejor actriz de comedia.

"No sé qué fue lo que pasó con ese personaje, fue algo raro. La gente de repente entendió lo que yo estaba haciendo, no me explico mucho qué fue lo que pasó. Tiene que ver con que cuando yo empecé a armar el personaje de María Elena, tenía algo que podía dispararse en cualquier persona. Yo sentía que era algo muy mío, pero creo que fue algo muy reconocible. Ahora, después de tantos años de Casados con hijos, la gente me viene a decir yo soy igual o mi mujer es igual. Algo hermoso es que uno no sabe que la gente entiende lo que estás haciendo", comenta sobre aquel pasado éxito.

Pero Rivas no precisa ir al pasado para hablar de sus logros artísticos. La película Relatos salvajes le dio el año pasado el Premio Platino y el Cóndor de Plata, mientras que por Escenas de la vida conyugal ganó también en 2015 el Premio Estrella de Mar. "Me da muchísimo pudor que te reconozcan, que te digan cosas, me paraliza. No soy de esas actrices que cuando eran chicas las paraban sobre una mesa y les pedían que recitaran. Trato de decir gracias y que no se note que me pongo colorada. Me ayudó muchísimo Ricardo Darín, que es un genio en eso", comentó la actriz en entrevista con El País.

carlos reyes

—¿Va a ser la primera vez que actuás en Uruguay?

—En realidad, una vez hice una presentación, uno de los cuentos de Marosa di Giorgio, en una recopilación de textos de ella. Eso fue hace más de 10 años.

—Pasan del Maipo al Auditorio del Sodre, que es una sala gigante…

—Hemos trabajado en el Maipo, pero también en salas mucho más grandes. En Mar del Plata trabajamos en una sala enorme, para 1400 personas, y de una disposición muy distinta a la del Maipo, que es una cajita de bombones. Para una sala distinta hay que acondicionarse; nuestros cuerpos, nuestras voces, nuestra intención de llegada al público, se tienen que acomodar a la sala. Somos Ricardo y yo solos en el escenario, y eso es algo que se siente muchísimo. Es verdad que hay salas que son más fáciles, otras más difíciles: a mí me gustan más las salitas chiquitas, pero eso es algo muy personal. También, con Ricardo, a veces vemos que las cosas que aparecen en las salas grandes son muy interesantes, es interesante qué pasa con nuestros cuerpos, tratando de llegar a tanta gente.

—Sí, los silencios de las salas grandes son impresionantes. Escenas de la vida conyugal habla de la pareja, del amor, de la separación, del paso del tiempo. ¿De todos esos temas, cuál sentís más próximo?

—Creo que la obra busca mostrar las renuncias, y las grietas sobre la relación matrimonial, que es uno de los temas grandes en Bergman. A mí lo que me interesa de la pieza es que habla sobre el amor, cómo se va sosteniendo a través del tiempo, cómo va cambiando. Mutando de intensidad, de forma. Y muchas veces con la mejor de las intenciones, y también equivocándose. A mí eso es algo que me emociona muchísimo, en el escenario, y de la obra en sí. Eso de ¿qué hacer con ese amor que ha ido cambiando con el tiempo? Cómo ser consecuente con el amor a través del tiempo, con una misma persona.

—¿En ese sentido es lo opuesto a tu trabajo en Relatos salvajes, porque en "Hasta que la muerte nos separe" arrancan muy mal ya en la boda…

—No, porque desde que tuvimos las primeras reuniones con Damián Szifrón para la película, descubrimos que la historia no era solamente la de una novia celosa. Era una necesidad de cambio en el sentido profundo de esa relación, según ella. Lo que pasa es que, bueno, lo hace en un lugar bastante incorrecto: en su propio casamiento. Pero ese personaje tiene eso de necesitar pasar por todos los lugares, todas las emociones, para volver a encontrarse de una manera más honda con ese hombre, con ese amor. El casamiento es como un símbolo: los padres, los abuelos, los amigos, todo eso cuelga de una pareja, reflejada en una fiesta. Pero sí, tiene algo que ver con "Escenas de la vida conyugal": en la película, siento que hay un guiño de Damián con las demás historias. Tiene que ver con que el amor entre un hombre y una mujer, o el amor de pareja, tiene una salida, más allá de todo lo salvaje que pueda ir apareciendo. El amor tiene una vuelta.

—¿Tú en la vida diaria tenés esa intensidad que le ponés a tus personajes?

—No, no. Bueno, soy intensa, pero más que nada porque me gusta mucho la gente. Las personas me interesan muchísimo: los procesos emocionales, los sistemas de pensamiento, las salidas de cada persona ante los diferentes conflictos. Lógicamente también las mías: siempre me estoy observando. Y cuando uno ve de cerca las cosas, siempre son más intensas. Por ahí es eso: cómo me ven de cerca, parezco más loca.

—En tu carrera Alejandro Urdapilleta jugó un lugar importante. Contame un momento inolvidable entre ustedes.

—Uno de los momentos más hermosos fue cuando hicimos el homenaje a Marosa, en el Rojas, al año que ella dejó de estar, en el sentido material. Urdapilleta era como un chamán cuando actuaba. Y como yo amaba a Marosa, la amo, fue algo inolvidable. Si pudiera detenerme en un momento de mi carrera, me gustaría que fuera ese. Ese día, en un momento, se me desprendió un broche que tenía en mi traje, y quedé medio desnuda en el escenario. Y alguien me dijo, fue Marosa.

—¿Qué es ser de Ramos Mejía?

—Ser de Ramos Mejía es no ser de Capital, es no ser porteña. Ser de Ramos Mejía es sentir que nunca estoy en el centro. Es sentir siempre que sos un poco pueblerina. Pajuerana: porque me emocionaba el Obelisco, me pasaban muchas cosas en Buenos Aires, no entendía bien a los porteños. Me sentía siempre menos, como que no llegaba a entender lo que ellos estaban viviendo. Siempre me sentí más cerca de la gente del interior. Pero por otro lado, las mujeres de Ramos Mejía son muy arriesgadas, en su forma de vestir, de maquillarse. De exponerse: son mujeres de jeans ajustados. Es una cosa un poco extraña: a mí me encanta ir allá. Además, Damián Szifrón también es de Ramos Mejía, de la vuelta de mi casa. Y compartimos eso. Es una combinación muy extraña: son pueblerina, pero muy emperifollada.

—Hiciste no hace tanto el papel de Blanche du Bois, de la mano de Daniel Veronese. ¿No le tenés un poco de miedo a la locura de esos personajes?

—No. Nunca le tuve miedo a la locura. Yo estudié psicología: y hay un teórico, Donald Winnicott, que habla sobre qué es la locura para él, a partir del dilema histórico, entre psicosis y neurosis. Y él dice que la gente que no puede tener relaciones de amor, es la gente que está loca: es la psicosis. O sea que no importa en qué dimensiones estemos jugando, porque no sabemos bien cuál es la realidad. No sabemos si compartimos la misma realidad. Además, para mí, del vínculo amoroso aparece también la posibilidad del arte, de la escena.

teatro, "Escenas de la vida conyugal", Ricardo Darín, Érica Rivas, Auditorio Nacional Adela Reta

"Escenas de la vida conyugal": cinco fechas de una premiada puesta argentina

El miércoles 20 de abril da su primera función en el Auditorio Nacional Adela Reta Escenas de la vida conyugal, en esta versión que cuenta con dirección de Norma Aleandro. La reconocida comedia dramática de Ingmar Bergman viene luego de una exitosa temporada en España, para dar un total de cinco funciones. Va también el jueves 21, sábado 23, domingo 24 y lunes 25, con entradas, en TickAntel, entre $ 1000 y $ 2500.

"Me siento muy cerca de la gente de Uruguay, me gusta mucho la poesía que allí se produjo. Uno de mis cantantes favoritos es Mateo. Me gustaría poder estar más ahí, para poder estar más en el día a día. Pero voy a Uruguay menos de lo que me gustaría ir: me gustaría vivir en Montevideo. Con la gente que yo hablaba en España, me decían que están queriendo conocer Uruguay. No sé si ustedes se dan cuenta", afirma Rivas

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Foto: Difusión.

ERICA RIVAS

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