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"La nueva camada de actores no tiene buena base cultural"

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Alberto Restuccia. Foto: Fernando Ponzetto
Nota a Alberto Restuccia, actor y dramaturgo uruguayo, Montevideo, ND 20170213, foto Fernando Ponzetto - Archivo El Pais
Fernando Ponzetto/Archivo El Pais

Entrevista con una figura de la vanguardia teatral uruguaya.

Alberto Restuccia no abandona los escenarios, por más que los grandes escenarios se alejen de él. Por eso desde este sábado a las 21:30 se lo podrá ver en el Coruñés Bar y Pub, en Maldonado esquina Río Branco, donde solo en el escenario, transitará por ese formato muy de él, en donde mezcla lecturas, interpretación, performance, charlas con el público, y todo lo que pueda surgir.

En conversación con El País, el histórico actor y director habló sobre el teatro de hoy y su vínculo con la cultura oficial.

—¿Qué autores encaraste ahora?

—Allen Ginsberg, Jack Kerouac, William Burroghs, todos los capos de la generación Beatnik. Los recorro en un unipersonal, un formato de performance, en el que estoy en escena con instrumentos musicales. Y por más que lo hago interactivo con el público, lo más interesante es la sustancia, que es esa generación de poetas que estuvo prohibida durante mucho tiempo en las universidades norteamericanas, porque los consideraban subversivos políticamente. Entonces, en ese marco, desde esos escritores, leo, recito, digo y hago cosas en escena. Me parece que funcionan bastante bien, a juzgar por el preestreno del sábado pasado.

—¿Cómo es ese escenario?

—Tengo como una tarima y unos practicables que hacen un pequeño teatrito ahí, y como soy yo solo, me muevo bien ahí, con los instrumentos musicales, un micrófono y pocos elementos más, todo muy despojado. Desde que Teatro Uno perdió su sala, yo me he visto obligado a irme al under, y trabajar en boliches. Ese es el tema. Pero bueno, cada espacio tiene su dinámica. Esto es como un café literario: va gente que le interesa específicamente la generación beatnik. Pero creo que yo lo hago lo suficientemente entretenido como para que le interese al público en general.

—¿Con la edad, te cansa más salir a escena?

—Una vez que estoy arriba del escenario, ya está: lo siento como un lugar propio, me divierto, y lo palpito mucho. A veces lo que me cuesta es todo lo otro. Lo que me jode hacer es todo lo que es producción, la prensa. Además, la persona que me hacía la producción se jubiló, y tengo que hacerlo todo yo solo.

—De los grupos históricos del teatro independiente, como El Galpón, ¿a qué distancia te sentís?

—El tema es que, a esta altura, El Galpón es una corporación teatral. El teatro que yo ayudé a levantar, que es Teatro La Candela... hoy las salas te cobran un fijo que es imposible para un artista independiente como yo.

—Vos también trabajaste varias veces con la Comedia Nacional, muchos años atrás. ¿Hoy te sentís distanciado de ella?

—Yo la dirigí varias veces, hice Yerma, de García Lorca, en 1977, en el Solís. Y antes, en 1973, de Ricardo Prieto, Un gato en un almacén extraño, en Sala Verdi. Y con Luis "el Bebe" Cerminara hicimos Oh, papá, pobre papá, mamá te encerró en el ropero y yo me siento muy triste, de Arthur Kopit. Yo le propuse un proyecto a Mario Ferreira, director artístico de la Comedia Nacional (que es divino tipo y divino artista), que es hacer Exiliados, de James Joyce, su única obra teatral, que acá no se ha hecho. Me gustaría dirigir la Comedia, ¡cómo no! Pero en los últimos tiempos no me ha convocado. Tuve una pequeña pelea con Mariana Percovich (directora de Cultura, de la Intendencia), porque le dije que habían dejado en banda a Teatro Uno, y que habían priorizado grupos que tenían menos antigüedad, menos trayectoria y menos todo.

—En Teatro Uno formaron a varias generaciones de actores. ¿Cómo ves hoy a las nuevas camadas de actores?

—Sí, es verdad. Gustaf, Luis Orpi, César Troncoso, fueron discípulos que han hecho sus carreras. La camada de actores, siento que son menos cultas. Lo hablábamos con Pepe Vázquez. Quizá son histriónicos, pero son gente que no tiene una base cultural como para arrimarse a hacer una cosa más profunda. Pero bueno, es el signo de los tiempos.

—¿Qué otros proyectos tenés para este año?

—Hacer una obra, Vida de familia, sobre libro de Felipe Polleri, en Patio Catalpa, en la calle Pablo de María. Es un proyecto que en este momento me entusiasma mucho. Ya hice algunos fragmentos en la radio, y funcionó impresionante. Es una cosa muy divertida, muy pícara. Es prosa que yo convierto en stand up. Ahora se llama stand up, pero yo lo hago desde antes de que se llamara así. Como hice con Esto es cultura, animal, y todos mis monólogos. Los unipersonales que yo hacía, ahora se llaman stand up.

—Muchas veces volvés sobre tus viejos espectáculos, en nuevas versiones. ¿Eso es para volver sobre tu propia memoria o por otras razones?

—Sí, a veces hago reposiciones, o más bien revivals de cosas que yo he hecho. Es un poco porque me lo piden. Fijate la cantidad de versiones que ha tenido Salsipuedes, desde 1985 hasta hoy. Te piden los clásicos. Como le pasa a Rada con Las manzanas: aunque no quiera hacerlo, se lo piden.

—¿Qué te gustaría poner en escena si no tuvieses límites de dinero?

—No me lo he planteado. No me he planteado sacar el Cinco de Oro. Pero me gustaría, más que nada, volver sobre Antonin Artaud. Explorarlo todavía más a fondo de lo que yo lo he difundido.

—Te convertiste en un habitante del Barrio Sur.

—Sí, compré esta casa en 2007 y acá voy a morir, en el Barrio Sur. Me encanta este barrio.

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Alberto Restuccia. Foto: Fernando Ponzetto

ALBERTO RESTUCCIACARLOS REYES

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