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Un montaje que logra expresar lo inefable

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Apenas el fin del mundo

crítica: apenas el fin del mundo

El notable texto de Jean Luc Lagarce se está dando en Sala Zavala Muniz bajo dirección de Diego Arbelo

Un texto de Jean Luc Lagarce volvió a la cartelera de teatro local y eso siempre es bienvenido. Más tratándose de Apenas el fin del mundo, una de las obras más logradas de este notable dramaturgo francés, quien al morir en 1995, a los 38 años, dejó un conjunto de piezas teatrales tan hermosas en forma como en contenido.

La versión que está llevando adelante Diego Arbelo, desde el rol de director, en Sala Zavala Muniz, ofrece una puesta en escena muy bajada a la tierra, de fuerte impronta cotidiana, bien distinta de la que se había visto en El Galpón en 2002, por un elenco francés dirigido por Joel Jouanneau, en la que la escenografía tenía un acento mucho más abstracto, y el texto era llevado a escena con ribetes más líricos. La versión local, sin embargo, tiene un final en el que la escenografía y el montaje todo cobran belleza visual, y el espectáculo se eleva de lo diario.

Lagarce tiene mucho para ofrecer, y Arbelo y su quinteto de actores aprovechan una buena parte. Desde el sentido del texto, la puesta en escena comunica bien el sentido del paso del tiempo y sus efectos en la vida de una familia. Y Lagarce es un poeta a la hora de encontrar las palabras para expresar el carácter transitorio de toda existencia. Más allá de eso, está muy bien llevado adelante ese planteo del hijo que regresa a la casa de su madre, donde las cosas parecen haberse quedado un poco detenidas en la rutina.

Del puñado de relaciones que se tejen, quizá el eje esté puesto en el vínculo entre los dos hermanos, que llegan a rivalizar en protagonismo. El que llega (a cargo de Mauricio Chiessa) y el que ha permanecido (Fernando Amaral) llevan adelante un choque de temperamentos y vivencias, en el que los silencios y los gestos son tan significativos como las palabras. Y ambos actores trabajan con pasión y técnica ese contrapunto de actitudes. También las tres actrices cumplen buenos desempeños, con un gran trabajo de Mariela Maggioli.

El texto de Lagarce, además, habilita todo un terreno para que el actor trabaje, en el que son relevantes los titubeos, las dudas y los matices. Un texto además que tiene monólogos, en los que los actores pueden lograr especial lucimiento. Lógicamente que en la traducción se pierde una parte de la belleza literaria, pero el texto resultante conserva igual enorme potencia escénica.

Desde la dirección Arbelo agrega algunos elementos que enmarcan y enriquecen la dinámica escénica, como las butacas de teatro que ocupan los actores en los laterales de la escena, y el juego que ellas abren. Y también hay toques interesantes, como todo ese juego con su cinturón que hace Amaral en varias escenas.

La obra, pese a ser un teatro de corte literario, no es larga ni se hace larga. Por el contrario, el espectador queda seducido por las palabras que un día creó Lagarce, por sus conceptos hondos, y por la estructura cambiante de la obra. Y por el trabajo de los actores y el director, que lograron concretar este gran montaje.

ficha

Apenas el fin del mundo [****]

Texto: Jean Luc Lagarce. Dirección: Diego Arbelo. Elenco: Mauricio Chiessa, Fernando Amaral, Bettina Mondino, Camila Sanson, Mariela Maggioli. Diseño de vestuario y escenografía: Gerardo Egea. Iluminación: Ivana Domínguez. Espacio sonoro: Sylvia Meyer. Funciones: viernes y sábados a las 21.00 y domingos a las 19:30. Sala: Zavala Muniz , Teatro Solís. Entradas: $ 350, en la sala y Tickantel.

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