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"El monólogo está en mis genes"

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Carlos Perciavalle. Foto: Francisco Flores
Nota a Carlos Perciavalle, actor y humorista uruguayo, 20160105, foto Ricardo Figueredo, corresponsal Maldonado - Archivo El País D:\Users\dborrelli\Desktop\701778.JPG
Archivo El País

Se prepara para tener fuerte presencia en la cartelera de verano, con shows en Piriápolis y Punta del Este, donde promete revivir el encanto de los primeros tiempos del café concert rioplatense.

Su primera cita con el público en 2017 será el jueves 5 de enero, en Tío Tom, próximo a Chihuahua, a las 22.00 horas. Gran opinador, a Carlitos Perciavalle pocos temas le son ajenos. Por eso, en larga y amable entrevista con El País, el histórico humorista fue atajando una por una las preguntas, que pasan por la muerte de Fidel, el ascenso de Trump, su amistad con Gasalla, China Zorrilla, y muchos otros asuntos. Afirma que se siente maravilloso.

—¿A qué velocidad va la cabeza al hacer un monólogo?

—Rápido, hay que estar muy despierto. No sé, debe ser que el monólogo está en mis genes, me cuesta mucho explicar qué es lo que me pasa. Sé hacerlo, sé idearlo, y sé manejarme con el público adelante. El público para mí es un elemento fundamental, es el otro protagonista. Podés empezar el monólogo, pero terminarlo totalmente distinto a lo habitual según la reacción de la gente.

—Hace poco te sumaste a un tributo a Eduardo D´Angelo. ¿Se puede decir que el humor de Telecataplum y el tuyo marcaron dos caminos?

—Ellos tenían unos libretistas estupendos, Jorge y Daniel Scheck, y concretaron un estilo único. Hicimos distinto tipo de humor, no sé como definirlo, quizá ellos eran, más intelectuales. A mí me cuesta definir el trabajo de mis colegas. Eran bárbaros. Todos me hacían reír. Adoré a Raimundo Soto, trabajé en Teatro Universitario con Enrique Almada, los dos muy jóvenes. Lo quise mucho también a DAngelo, y Espalter, que cuando empezó hacía unas mímicas geniales. Incluso antes de que se muriera Espalter quise hacer un show con él, pero ya estaba muy mayor, y al poquito tiempo se murió. Cada uno tenía lo suyo, todos eran colosales.

¿Y Les Luthiers, es un grupo que tu disfrutás?

—Sí, pero más o menos. Yo los quiero mucho, es un caso típico de un humor musical, me gustan mucho, pero me gustaban más los chicos nuestros.

—China Zorrilla fue tu gran partenaire femenina, ¿cómo se conocieron?

—Yo tenía 13 años y la fui a ver siendo yo estudiante de liceo, y en la clase de literatura nos mandaban al Teatro Solís. Y dando el Siglo de Oro, nos mandaron ver Don Gil de las calzas verdes. Y me deslumbré con China. Y después de la función la fui a ver al camarín, y a partir de ese momento nos hicimos íntimos amigos. Nunca dejamos de reírnos, por 60 años, hasta el final. Una relación maravillosa, que nació cuando nos conocimos. Por eso hice el espectáculo Mi vida con China.

—Con Antonio Gasalla también hacían una dupla genial.

—Una empatía, una química perfecta. Fue la primera persona que conocí en Buenos Aires, en las pruebas del Conservatorio. Fue en un salón grande, que daba a la calle Las Heras. Había muchísima gente, y una silla vacía. Ahí me senté, y al lado estaba Antonio. A partir de ese momento nos empezamos a reír, y no paramos hasta ahora.

—¿Cómo surgió el sketch del monólogo del teléfono?

—Fue en La Fusa. Yo hacía café concert con Vinicius de Moraes, y él terminaba cantando A tonga da mironga do kabulet, y después entraba yo. Y ese día, no sé si el público estaba poco demostrativo o qué, pero él terminó antes. Y yo en ese momento estaba del otro lado de un mostrador que había, hablando con un amigo por teléfono. Y cuando me dijeron que tenía que salir a escena, seguí hablando por teléfono, y la gente se empezó a reír. Y cuando terminó la función, Antonio Gasalla, que nunca fue de mucho elogio hacia mí, me dijo que eso tenía que repetirlo siempre.

—¿Del stand up a lo que tú hacés, qué distancia ves?

—Yo veía stand up en Nueva York, y en el fondo es lo mismo. Lo que pasa es que el stand up, el artista está vestido de cualquier manera, como andan en la calle. Es un poco lo mismo: nosotros le pusimos café concert, y lo hicimos más con vestuarios, con personajes. Más espectáculo.

—Tus éxitos porteños te dieron prestigio en Montevideo...

—Sí, yo tuve éxito casi en seguida en Buenos Aires, y una de las claves (por lo menos en mi caso) para que te vaya bien acá, es tener éxito allá. Sabés cómo somos los uruguayos, ¿no? Igual dicen, ¿cómo va a ser una estrella si lo vi el otro día en el Disco comprando mortadela? Pero si triunfás en Buenos Aires, ya hay como un respeto especial en Uruguay. A mí, Buenos Aires me dio muchísimo: la formación, porque yo hice el Conservatorio Nacional, y luego, te diría, me dio el éxito. En el casamiento de Puglia me encontré con un montón de colegas míos, algunos que me habían dicho que se habían muerto. Pero no. Y me decían, qué suerte que te fuiste a Buenos Aires. Acá es tan difícil. Hay tan poco mercado. Aunque a algunos les va bien, como a Jorge Denevi.

—¿El mundo ha cambiado demasiado para tu gusto?

—Yo me siento maravilloso, pero el mundo ha cambiado. No hace falta que lo diga yo. Para empezar se murió Fidel, un personaje clave del Siglo XX. Su forma de ver la libertad, la justicia. Yo no fui nunca a Cuba, pero era amigo de muchísimos cubanos, unos a favor, otros en contra. Nadie discute que estaban las libertades muy limitadas. Cuando se murió tuve sentimientos encontrados.

—¿Y lo de Donald Trump como lo ves?

—Creo que Donald Trump es como el fin de la política. Porque hizo todo lo que no hay que hacer para ganar, y ganó.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Carlos Perciavalle. Foto: Francisco Flores

CARLITOS PERCIAVALLE

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