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"Mis personajes son mis voces"

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CLAUDIO TOLCACHIR. Foto: Fernando Ponzetto
Archivo El Pais

Dos trabajos del gran teatrista argentino llegan a Montevideo.

La primera vez que Claudio Tolcachir se presentó ante el público uruguayo lo hizo desnudo, en el Teatro Stella, como actor de reparto de una obra que protagonizaban Norma Aleandro y Jorge Marrale.

Pero su nombre empezó a repetirse en Montevideo junto a la llegada de sus montajes, que hablaban de personas y familias que buscaban —y muchas veces consiguen— superar las diferencias y aceptar las disfuncionalidades. Primero fue La omisión de la familia Coleman, que sorprendió por sus personajes entrañables, y el ritmo sorprendente del espectáculo.

Después las sorpresas continuaron. Tercer cuerpo, El viento en un violín, y más recientemente Emilia, ratificaron el talento de este creador argentino, y que sabe dar con los temas, resolverlos en escena, argumental y formalmente. Esta semana, se dará un hecho poco común: dos obras dirigidas por él llegan a Montevideo. Mientras en el Solís se presentará Dínamo el miércoles y jueves, en El Galpón estará La chica del adiós, protagonizada por Diego Peretti.

"Hace mucho que me interesaba escribir una obra que no estuviera apoyada en el texto, que la historia no se contara por las palabras, buscar un lenguaje diferente, que tuviera que ver con el cuerpo, con el espacio, con las acciones, con la música. De ahí salió Dínamo", explica el director, que trae una segunda obra que se ubica en la otra punta de la cartelera de teatro, una historia de amor, apoyada en un libro del siempre rendidor Neil Simon. "Yo la verdad, nos veo muy cerca, muy parecidos a uruguayos y argentinos. Buscándonos, y contando historias que son muy parecidas. Quizá ustedes son más tranquilos, nosotros somos un poquito extremos", considera el artista sobre este nuevo encuentro con Uruguay.

carlos reyes

—Esta semana se juntan en Montevideo dos obras tuyas, una más del off, otra del teatro comercial. ¿Qué significa para vos haber pasado del off al Comercial?

—No lo sentí tan raro porque yo antes de ser director fui actor, y como actor trabajé en todos lados, y trabajé con gente maravillosa en el comercial, en el oficial y en el independiente. Y también viví situaciones horribles en todos lados. La verdad es que yo lo veo más como un oficio, un trabajo hermoso, que es gran parte de mi vida. Pero no tengo prejuicios con dónde voy a trabajar, bajo qué esquema de producción. Yo sé que si yo trabajo en el Comercial y necesito una casa rodante, la pido. Y si lo hago en Timbre Cuatro, la tengo que conseguir yo. Ese es el gran cambio. Pero mientras me dejen trabajar con libertad, y sobre todo si me da curiosidad lo que tengo para hacer, no me preocupa dónde.

—¿Cómo describirías Dínamo?

—Transcurre en una casa rodante, un vehículo que fue hecho para moverse, pero que está quieto, y algo de eso sucede con la vida de estas tres mujeres que protagonizan la obra. Allí vive una ex rocker muy revolucionaria, que está alejada del mundo, y que intenta volver a componer. A ese lugar llega su sobrina, que la han mandado unos familiares para sacársela de encima, una mujer con algunos problemas psiquiátricos, que tuvo una carrera como tenista. Más una tercera mujer, una inmigrante, de un país inventado, que vive escondida, a contraturno del movimiento de la casa. Estas tres mujeres conviven en ese espacio chiquito, casi sin darse cuenta que están las otras. Como tres soledades que se ven desarrollándose de manera paralela.

—Habrá sido un desafío mucho mayor que dirigir La chica del adiós.

La chica del adiós fue en otro sentido un desafío. Casi las hice al mismo tiempo. Yo nunca había hecho una comedia romántica, y me parecía interesante como desafío, porque me siento más cómodo en otras aguas. Como me pasa con las obras que al final más me gustan, al principio no tenía idea cómo hacerlo. Son trabajos muy distintos: Dínamo partió de cero, del deseo de explorar. La chica del adiós es más un desafío del oficio, cómo hacés para que también te pertenezca. Yo no puedo hacer un trabajo que no pueda firmar con alegría, con orgullo. Me siento como un tenista que cambia de superficie.

—¿Qué tiene en común Dínamo con las obras que escribiste anteriormente?

—Si bien Dínamo es como otro capítulo diferente, lo que tienen en común es el universo que visita, que siempre tiene que ver con personajes que de alguna manera quedaron afuera del mundo. Marginales, no económicos. Porque no están en ese circuito del éxito, de cómo debiera ser la vida. Están a destiempo, o están olvidados, o hablan otro idioma. Son personajes que el mundo no incluye.

—¿Esa presencia de personajes tan alterados en tus obras, es una experiencia que vos viviste de cerca?

—Creo que escribo todos personajes que son pequeñas versiones de mí mismo, potenciadas. Pero los conozco bien: los personajes que escribo los conozco con mi cuerpo. Más que observarlos, los vivo, soy yo. Soy yo, si no me controlara, si no tratara de ser más sano. Como si al escribir diera más libertad a mis zonas más obsesivas, más autoritarias, más egoísta, de mayor incapacidad de amor. Todos mis personajes son mis voces que toman un cuerpo. Por suerte el teatro me viene a salvar: sé que ahí puedo liberar mis zonas más demoníacas. Mis personajes no saben protegerse. Pero yo me siento tan marginal, tan perdido, como ellos.

—Se habla mucho de los actores argentinos que han marcado al cine español, pero los actores de teatro también marcaron presencia en España.

—Creo que en España sucedió algo entre el 2007 y el 2012, por ahí: ellos antes de la crisis económica rotunda, estaban en una crisis creativa. Tenían un teatro muy establecido, muy antiguo. Y caímos nosotros, como también Daniel Veronese, con nuestras compañías chiquitas, cooperativas, y a ellos les conmovía nuestro teatro, pero también nuestra manera de producir. Creo que era una necesidad que tenían ellos, ver que era posible salirse del molde, del subsidio, de la estructura. Nuestro trabajo les dio como un permiso. Y en este tiempo creció muchísimo, ya no tanto por las visitas nuestras (aunque seguimos yendo), sino por su propia creación. Nuevos autores, nuevos actores, nuevos espacios, con su propia identidad.

—¿Cómo recordás El juego del bebé, que hiciste junto a Norma Aleandro?

—Una locura. Llegué a esa obra por una audición, por un aviso de un diario. Fui hasta la cola, éramos 500 actores. Había que pasar desnudo al escenario y hacer un monólogo. Y quedé en la obra. Fue mi primera experiencia en teatro comercial, pero era una obra tan loca, que nadie entendía nada, con dos actores maravillosos, como Jorge Marrale y Aleandro, saltando arriba de un bebé. Yo desnudo en el escenario. O sea que mi encuentro con el teatro comercial no fue una comedia de puertas. Me dije, el teatro comercial es muy amplio.

—Con esa obra vinieron al Stella.

—Me acuerdo muchísimo, porque era de mis primeros viajes. Hacíamos debates con el público luego de la función, y era genial lo que pasaba. Porque siempre alguien decía que no había entendido nada, pero que le había hecho acordar a esto y lo otro. Y para mí era maravilloso, porque sí había entendido. Ese vacío que dejaba la obra, el público lo llenaba. Claro que a veces se enoja por ese vacío. Con Dínamo puede pasar que te digan, no entendí, y sin embargo si te fijás, entendieron. Para mí, El juego del bebé fue una experiencia fundante, para pensar el teatro desde otro lado.

Tres mujeres que cohabitan sin conocerse y personajes condenados al sueño del amor

Dínamo busca contar a través de la fusión de diversos lenguajes, historias de seres atravesados por la lucidez y la locura. Creada por Tolcachir junto a Lautaro Perotti y Melisa Hermida, trata de tres mujeres que cohabitan en un mismo espacio, casi sin saberlo. Con las actuaciones de Marta Lubos, Paula Ransenberg y Daniela Pal, dará dos funciones en el Teatro Solís, este miércoles 12 y jueves 13 de octubre, a las 21:00. Las entradas se venden en TickAntel, a $ 350, $ 500 y $ 600.

Al día siguiente de la última función de Dínamo, se verá en El Galpón La chica del adiós, con Diego Peretti y Paola Krum, también con dirección de Tolcachir. La comedia de Neil Simon, según su director, es "un clásico que vibra en la calidez de sus personajes condenados al sueño del amor". Va viernes 14 y sábado 15, a las 21:00, y domingo 16, a las 18:00. Red UTS, a $ 1.310, $ 1.560 y $ 1.810.

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CLAUDIO TOLCACHIR. Foto: Fernando Ponzetto

CLAUDIO TOLCACHIR

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