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Lúcida mirada sobre la educación de ayer y hoy

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El montaje transita por un festejo que cambia de tono hasta el cinismo y frialdad. Foto: A.Persichetti.
Alejandro Persichetti

El sábado 2 de octubre El Galpón estrenó Querida Elena de Liudmila Razumóvskaya y bajo la dirección de Graciela Escuder. Después de haber estrenado una obra de peso en la escena porteña y que parece estar teniendo éxito en la cartelera local (Cocinando con Elisa), la compañía apuesta a una nueva producción con un texto de una dramaturga rusa, escrito en 1982 por pedido del ministro de Cultura ruso del momento, pero continúa totalmente vigente.

Según contó Escuder a El País "la obra me impactó desde el primer momento en el que la leí, porque a pesar de ser escrita en un contexto tan distinto, pareciera que tiene más vigencia que nunca. Además, yo soy docente de literatura y sé lo que es tratar con los jóvenes".

La acción se desarrolla en la casa de Elena, una profesora que está cumpliendo años. Cuatro de sus alumnos van a visitarla con el pretexto de saludarla y acompañarla en un día especial: llegan con cotillón y regalos, llegan para brindar por y con la profesora, llegan para que Elena no esté sola. Pero poco a poco se van revelando los verdaderos motivos de la visita de los alumnos y paulatinamente van quedando al descubierto las personalidades de cada uno de los personajes, ciertamente muy distintas.

El cinismo, la frialdad, el despotismo, la decepción, la superficialidad en los valores y la pérdida de ellos, la manipulación a través del poder, los ideales enfrentados, las diferencias generacionales, y quizás también, las diferencias entre dos épocas distintas que se encarnan en Elena y sus alumnos, se ponen de manifiesto en el transcurso de la obra mediante un texto inteligente y provocativo que genera en el espectador nervios y tensión. Esta es la primera versión en español del texto.

Por otro lado, la obra se tiñe de ciertos pasajes que provocan la risa (aunque son muy efímeros y esporádicos), casi rozando el humor negro; esto, además de ser una característica del texto es mérito del elenco. Según contó Escuder, "en el trabajo con el elenco buscamos adaptar el texto al contexto actual. Si bien no fui demasiado permisiva con los actores, les pedí que trabajaran desde su experiencia como jóvenes, cómo dirían tal cosa, cómo reaccionarían con tal otra. Por momentos la gente se ríe y eso es porque introdujimos expresiones que usamos actualmente, porque intentamos hacerlo lo más real posible".

Claudia Trecu interpreta de manera sumamente acertada a una profesora idealista, conservadora, solitaria, que cree en los ideales de la educación y que se cree, además, capaz de "inculcarles valores, ideales, el sentido de la justicia" a sus alumnos, que va tomando fuerza al mismo tiempo en el que Elena, ante los juicios e interpelaciones de los estudiantes, empieza a cuestionar su labor y responsabilidad como docente. La actuación de Trecu adquiere la misma fuerza con el transcurrir de la obra.

Los alumnos, Lalita, Vladimir, Pasha y Victor, interpretados por Estefanía Acosta, Federico Guerra, Ignacio Duarte y Pablo Pippolo, respectivamente, reflejan cuatro personalidades diversas, y es destacable la paridad en las interpretaciones. Sin embargo, quizás por ser el personaje más cínico, más frívolo, por representar el discurso de "el fin justifica los medios", y por ser el más desafiante, la actuación de Guerra, un actor relativamente novato en las tablas galponeras, llama la atención y estremece.

"La idea es poder reflexionar sobre la educación desde un plano más profundo, desde los valores, desde la creatividad de los docentes para poder acercarse a jóvenes con visiones del mundo tan distintas. Creo que es una obra muy oportuna también por el momento que está viviendo el país", contó Escuder. Y es que, Querida Elena pareciera ser una fotografía de la actualidad y de todas sus circunstancias: "Hipócritas, ¿a quiénes hemos educado?", pregunta Elena. "Hipócrita, yo cambiaría la pregunta, ¿cómo nos han educado?", responde uno de sus alumnos.

Antes de que las luces de la Sala Atahualpa se apagaran por completo indicando el final de la obra, el público aplaudía fervoroso. El primer aplauso "fue de pie"… y no fue para menos.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
El montaje transita por un festejo que cambia de tono hasta el cinismo y frialdad. Foto: A.Persichetti.

“Querida Elena”, un texto removedor en Teatro El Galpón

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