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El Louvre como símbolo europeo

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Este 14 de julio llega Francofonía de Alexander Sokurov.

Conocido en Uruguay, principalmente por ese prodigio de plano-secuencia que es El arca rusa, Alexander Sokurov es, junto a los fallecidos Elem Kliomov y Andrei Tarkovski, tres los directores rusos más interesantes.

Este jueves tan apropiadamente 14 de julio, se estrena en Uruguay, Francofonía, una combinación de ficción, documental histórico y reflexión intelectual que se centra en el Louvre (El arca rusa era un recorrido por el museo Hermitage de San Petersburgo) para pensar sobre el arte, Europa y Francia. Es un estreno importantísimo.

La carrera de Sokurov —dividida entre ficción y documentales— abarca ya casi 40 años. Amigo y alumno de Tarkovski, su primer gran éxito internacional fue Madre e hijo de 1996, la primera estrenada en Uruguay. Era parte de un trilogía sobre las relaciones humanas que se completa con la también conocida acá Padre e hijo y el proyecto de Dos hermanos y una hermana, aún en proceso.

Otra gran parte de su trabajo lo ha dedicado a explorar los efectos del poder con películas sobre Hitler (Molloch), Lenin (Taurus), Hiroito (El sol) y una versión del Fausto de Goethe; estas dos últimas se exhibieron en Montevideo.

Una de sus obras más ambiciosas es Voces espirituales, un, dicen, soberbio documental sobre la Unión Soviética en Afganistán.

Francofonía tiene menos pretensiones formales que El arca rusa, pero al igual que ese antecedente, es un potente retrato de Europa a través de sus vestigios culturales.

Con la omnipresente voz del propio Sokurov que aporta un efecto hipnótico, se cuenta la historia del Louvre a partir de sus propias obras, centrándose principalmente en la relación entre el director del museo durante la ocupación nazi, Jacques Jaujard, y el general alemán encargado de hacerse con las obras, el conde Franziskus Wolff-Metternich. Su relación hace sacar conclusiones interesantes sobre Europa.

Por ahí aparecen, además, Napoléon y Marianne, el símbolo nacional francés, como guías fantasmas entre las bellezas del Louvre.

Y encima, se ve a Sokurov manteniendo una accidentada conversación vía Skype con un capitán que transporta contenedores llenos de arte en turbulentas aguas oceánicas, una referencia muy clara sobre la situación del arte en general.

"Soy una persona muy literaria, no tanto una persona cinematográfica", dijo Sokurov en una entrevista. "No me gusta tanto el cine".

Intentaría una ironía, seguro, porque es uno de los grandes directores de cine capaces de trasladar al espectador a una experiencia removedora. Francofonía es otro de esos momentos.

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