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"Europa se mira al ombligo"

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Igor Yebra

ENTREVISTA A IGOR YEBRA

Con el bailarín y coreógrafo vasco que sustituirá a Julio Bocca al frente del Ballet Nacional Sodre

Su nombre está en el tapete de toda la cultura uruguaya, desde que el martes último Julio Bocca anunció quién será el nuevo director artístico del Ballet Nacional del Sodre. Igor Yebra, prestigioso bailarín clásico, coreógrafo y docente vasco, y tiene 43 años, la edad que tenía Bocca cuando asumió dirigir el BNS, en 2010. Y tiene en su haber una trayectoria brillante, que se ha nutrido varias fuentes, empezando por su larga colaboración con el Ballet de la Ópera de Burdeos (desde 2002 a 2016), donde ostentó la categoría de ‘étoile’ durante una década.

“Yo siempre en España, donde hay una incultura sobre el mundo de la danza, siempre acabo poniendo los ejemplos del fútbol. Si llegas a un equipo que gana títulos, gana copas, no puedes pretender cambiar las cosas. Tienes que llevar una línea de continuidad. Yo al BNS la veo como una gran compañía, y como tal, en todo el mundo, su base es el ballet clásico. Y desde ahí tiene que ir poco a poco amalgamando el resto del repertorio del mundo de la danza”, explicó Yebra a El País, a la hora de hablar del cargo que asumirá al empezar el año que viene.

Francia, Italia y Rusia tienen un lugar de privilegio en la carrera de este artista. Su vínculo con escuela rusa lo llevó a uno de los mayores hitos de su trayectoria, al convertirse en primer bailarín no ruso en bailar el rol protagonista de Iván el Terrible en el Palacio Estatal del Kremlin, en 2004, ante seis mil espectadores.

“A partir de esa base -agrega el artista- hay que ir hacia lo más contemporáneo posible que el bailarín sea capaz, y el público también. Va a haber que ver hasta qué punto con el público de Uruguay y de Montevideo, se pueda ir un poco más lejos. Pero siempre con las raíces que han sido hasta ahora”.

-¿Cómo fueron los pasos que te llevaron a ser quien releve a Julio Bocca?

-En primer lugar, Julio y yo nos conocemos desde hace bastante tiempo, hemos trabajado juntos, y nos respetamos mutuamente, lo cual es muy importante en un mundo profesional como es el del ballet. Y yo desde que estuve en Uruguay, hace cinco años, me gustó mucho el trabajo que estaba haciendo con el Ballet Nacional Sodre, y he seguido ese trabajo, y hablándolo con él. Y Bocca me comentó si a mí me podía interesar hacerme cargo de la compañía, y yo le dije que lo tenía que continuar haciendo él, porque estaba haciendo un trabajo espléndido. Y luego se desarrollaron las cosas como vinieron: hubo una filtración de que él quería dejar el cargo. Julio estaba muy cansado, y habló con la ministra de Cultura y el consejo directivo del Sodre. Le preguntaron en quién pensaba él, y propuso mi candidatura.

-Tú sos un bailarín con una carrera que creció desde la actividad freelance…

-Sí, yo tengo una carrera que como bailarín clásico para mucha gente es extraña. Opté en su momento por no tener una compañía estable, sino ser un bailarín freelance. Eso me ha permitido trabajar en los cinco continentes, desarrollar principalmente mi carrera entre Italia, Francia y Rusia, que ha sido la cuna de la danza. Y con personas relevantes, con las que he adquirido una amistad, como Carla Fracci en Italia, Charles Jude en Francia, y Yury Grigorovich en Rusia. Esto da un tipo de relaciones y contactos, y en cualquier cargo de dirección, los contactos son importantísimos. En cualquier cosa en la vida, cuantos más contactos tengas, más lejos puedes llegar. Y más fácil son las cosas para poder realizarlas.

-Tu trabajaste en Cuba, en México, en República Dominicana. Contame un poquito de tu relación con América Latina…

-Uy, soy español ante todo, y por lo tanto los vínculos con Latinoamérica son expresos. Eso es una realidad. Y uno de los primeros sitios donde bailé como bailarín invitado fue en Buenos Aires, invitado por Lino Patalano, productor de Julio Bocca, junto a Maya Plisétskaya. Y me fascinó: aquella época era hace mucho tiempo, antes del corralito, y el nivel cultural que vi era increíble. Y ese es uno de los grandes déficits que tiene Europa. Y Europa se mira al ombligo demasiado. Y no se da cuenta que hay países que le dan vuelta. Y Uruguay, en lo que respecta al mundo de la danza, el ballet del Sodre es una compañía que a nivel europeo estaría considerada de las medias-altas. Y sin embargo hay un desconocimiento de que esta compañía existe. Luego nomás, porque se han hecho las cosas muy rápidamente, muy intensamente. Y Julio estaba ocupado en otras facetas, vinculadas a hacer crecer la compañía. Creo que tenemos que darla a conocer más al mundo en general. Difundir que existe esa cultura, esa tradición, y esa compañía que es estupenda.

-Hoy el BNS tiene 68 bailarines, ¿cómo ves esa cifra para una compañía de clásico?

-Es un buen número de bailarines. Hay compañías en el mundo que están bajando el número de bailarines drásticamente. Sobre todo porque las reconducen a compañías de contemporáneo, que cuentan mucho menos y las producciones son más baratas. Y al final te encuentras con compañías de 20 a 25 bailarines, que no pueden hacer el repertorio del ballet clásico. Para hacer el repertorio clásico hay que tener un número potente de bailarines, y el BNS lo tiene. Buscaremos otra manera de incrementar los bailarines, a través de la Escuela Nacional de Danza. Una cosa importante es crear bailarines uruguayos, que se identifiquen con la compañía y que se identifiquen con la tierra.

-¿Cuál es el rasgo más distintivo de tu carácter?

-Creo que esas definiciones las tienen que dar los demás. Pero tengo una cosa que ha sido constante a través de mi carrera, y a los niños se los intento inculcar, para cualquier cosa que vayan a hacer en la vida. Lo más importante son tres cosas, da lo mismo el orden en que las pongas: pasión por lo que hagas, trabajo y constancia. Esos tres ingredientes juntos, para lo que sea (incluso para una relación de pareja), las cosas terminan por funcionar. Siempre me he considerado una hormiguita, una persona que trabaja y trabaja. Porque amo lo que me gusta.

-¿Ese tesón es propio de los vascos, como dicen?

-A ver. Cuando has viajado mucho, y has visto mucho mundo, te olvidas un poco de las fronteras y de los nacionalismos. Pero yo con orgullo siempre lo digo, me siento vasco, me siento bilbaíno. Y sí es cierto que tenemos ese tesón. Porque estamos rodeados por montañas, hemos crecido con esa cultura. Al igual que somos gente de palabra. Cuando decimos que algo lo vamos a hacer, intentamos cumplirlo aunque caigan rayos y centellas.

-¿Sentís esa tensión entre lo vasco y lo español?

-No me gusta entrar en ese tipo de cosas. Me siento muy orgulloso de lo que soy, de mi tierra, y no tiene sentido entrar en discusiones de ese estilo. Para mí lo importante es el mundo del que soy y al que pertenezco: el mundo del arte, que es un mundo de juntarnos a todos y crear cosas bonitas, y esperanzas.

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Tras los pasos de Fred Astaire

“Mis padres quisieron bailar clásico, pero que era imposible en la época del franquismo, incluso hoy es difícil. Pero me inculcaron el amor hacia la lectura, la música y la danza. Y eso yo lo tuve presente desde pequeño, aunque lo que yo quería era ser futbolista. De todos modos, empecé a bailar relativamente tarde: hasta los 13 años lo que quería era jugar al fútbol y ser portero del Atlético de Bilbao. Pero de chico iba a espectáculos de danza, y cuando veía las películas de Fred Astaire y me ponía a bailar”, cuenta Yebra sobre su vocación artística.Desde esos pasos a lo Fred Astaire hasta hoy, el artista ha andado una notable carrera, que lo llevó a conquistar el Premio Léonide Massine en 2003, además de distinciones honoríficas, como ser designado miembro del Consejo Internacional de la Danza de la Unesco.

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