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La estética y la tecnología al servicio de un texto político

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Galileo. Foto: Difusión

Un Brecht en el Solís: efectiva puesta en escena de la Comedia Nacional.

Algo ha empalidecido Galileo Galilei desde que se presentó ante el público, en tiempos de la Segunda Guerra. Para contrapesar, el director de esta nueva versión uruguaya del gran texto de Brecht, buscó un efecto de monumentalidad y subrayados estéticos.

Evidentemente, una parte importante de toda aquella literatura para el escenario, fuertemente ideológica, propia de las tensiones políticas de la primera mitad del siglo XX, no tiene en el público el impacto que tuvo en su momento. En el caso de esta aguda pieza alemana, inspirada en aspectos de la biografía del célebre astrónomo italiano, la pasión que en el siglo XX despertó, hoy se vive con mucho más apatía.

La tensión entre la ciencia y la Iglesia no arranca actualmente aquellos arrebatos. Es cierto que esta obra de Brecht tiene un marcado carácter simbólico que supera el tema del argumento en sí, para hablar sobre el hombre, su derecho a conocer la realidad, y la lucha contra las barreras mentales e ideológicas. Aun así, su mensaje ya no deja en el espectador la huella que dejó tiempo atrás.

La obra tuvo un claro sentido libertario, por ejemplo, en aquella versión que Héctor Manuel Vidal presentó en Teatro del Notariado en 1982, protagonizada por Roberto Fontana. El oscurantismo que Brecht denunciaba tomó en aquellos días un marcado sentido de resistencia contra la dictadura militar. Hoy el mundo es otro, Uruguay también, y el texto del iracundo dramaturgo germano luce más como una hermosa pieza literaria, siempre ingeniosa, que como un manifiesto social y político.

Ante esa circunstancia, hoy la estética sale a ocupar un lugar preponderante. Así, el montaje de la Comedia Nacional logra momentos de enorme espectacularidad, en una parte importante la causa esa enorme escenografía en tres módulos, obra precisa y preciosa de carpintería teatral. El maderamen, que ocupa toda la altura del escenario, tiene efectos funcionales y estéticos. Por un lado, ofrece varios pequeños escenarios en altura. Por otro, da un aire de época, al tiempo que reafirma el concepto de una obra que trata de la astronomía y la ciencia, y de apuntar alto en las metas.

Juan Worobiov asume con convicción el rol protagónico. Su desempeño es muy bueno, aunque su punto débil es la potencia de la voz. Desde la quinta fila ya se pierde una parte de las palabras que pronuncia el actor, especialmente en el final de las frases. El asunto es crucial en un trabajo como este, con una base tan fuerte en el texto.

La potencia de la voz en los actores de la Comedia Nacional, principalmente cuando actúan en el escenario mayor del Solís, es un tema que siem- pre ha suscitado comentarios. Muchas veces se les criticó que hablaban de modo muy marcado: pero irse al otro extremo también es riesgoso. En ese sentido, una actriz como Isabel Legarra logra aunar la potencia de la voz con un desempeño natural.

Algunos aspectos de la escenificación parecen caprichosos, buscando seducir al ojo del espectador. Como muchos toques de vestuario, o en los peinados. En los rubros técnicos hay numerosos detalles arbitrarios, pero que aportan una cosa vistosa al conjunto. También en las actuaciones, algunas pautas del director a los actores parecen peregrinas.

Pero hay dos o tres rubros que arman la parte más potente del montaje: la escenografía, la iluminación y el mapping. Por momentos, los juegos de luces, junto a las proyecciones digitales, y la gran escenografía, conjugan imágenes de una potencia visual subyugante.

A nivel de dramaturgia, la versión en español se podría haber adaptado a los tiempos que corren. Principalmente en la primera parte de la obra, en la que los diálogos avanzan lentamente. El texto, en español, no ofrece tanta riqueza en sus palabras, pero sí en sus conceptos. Pero con una primera parte más ágil, la obra hubiera ganado en eficacia. Algo similar sucedió esta misma temporada con Como gustéis, de Shakespeare, otro trabajo de gran despliegue de la compañía oficial en el Solís, que se tornó más atractivo en su segunda mitad que en la primera.

La Comedia Nacional hizo Galileo Galilei en 1964 en ese escenario, con dirección de Ruben Yáñez y Alberto Candeau en el rol protagónico. La puesta en escena, multitudinaria, con músicos y cantantes, fue presentada dos años después en el Teatro Municipal de Verano del Parque Rivera. Ahora el elenco municipal logró escenificar muy bien la obra, que entretiene al espectador. La puesta no se hace larga, aunque impresiona hoy menos por lo ideológico que por lo estético. La tecnología vino en ayuda de Brecht.

Galileo Galilei [****]

Autor: Bertolt Brecht. Compañía: Comedia Nacional. Dirección: Alberto "Coco" Rivero. Escenografía: Gustavo Petkoff. Iluminación: Pablo Caballero. Vestuario: Mercedes Lalanne. Maquillaje: Paula Gómez. Peluquería: Heber Vera. Mapping: Gustavo Carrozzini. Música: Eder Fructos. Sala: Teatro Solís. Funciones: viernes y sábados a las 20, y domingos a las 18. Tickantel, $ 150.

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Galileo. Foto: Difusión

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