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Esplendor poco común por estas latitudes

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La Viuda Alegre

crítica: La viuda alegre

Hasta el domingo 8 estará en cartel la última producción del BNS.

A diferencia de otras producciones del BNS, que pueden resultar un poco densas para el público no especializado, La viuda alegre es un espectáculo para todo público. Y junto a ese perfil popular, ostenta un grado de sofisticación y fastuosidad poco frecuente de ver. Las escenografías y las piezas de vestuario compiten en elegancia y fantasía, mientras que la música suma frescura y sensualidad. Como si fuera poco, la función de estreno se llevó adelante haciendo un paréntesis en el paro que tuvo lugar este jueves último. Todo un logro.

Fue un gusto ver a la Ossodre trabajar junto al BNS, bajo la dirección musical de Enrique Carreón Robledo, quien aprovechó muy bien a la orquesta, a la vez que sincronizó con precisión la música y el trabajo de los bailarines. También en los tramos más cómicos, la música hizo su contribución, enlazando los gestos de los intérpretes a los sonidos de los instrumentos. La orquesta ofreció un clima envolvente y exquisito, que corrió en paralelo al encanto de las acciones escénicas.

e la escenografía y el vestuario, todo lo que se diga podría quedar corto. Los decorados presentan con un barroquismo exacerbado, que tiene una cosa divertida, dado que juega al lujo pero de algún modo también lo parodia. Es que toda la estética del espectáculo, todos los climas que propone, tienen junto con esa sofisticación, como un guiño paródico. Al que se suma toda una batería de accesorios y piezas de utilería. Desde las galeras a los abanicos de plumas, todo un mundo de detalles se abre ante el espectador detallista.

La coreografía de Ronald Hynd ofrece realmente una enorme variedad de ricos movimientos individuales y de grupo, también con un fuerte sentido de lo simbólico. El artista trabajó con enorme libertad, usando el espacio escénico con originalidad, concretando un resultado sumamente dinámico. El coreógrafo aprovechó muy bien los pasajes cómicos del argumento, que a su vez son enriquecidos por el trabajo de los bailarines. Hubo numerosos tramos de sobre actuación humorística, así como de una elaborada mímica, muy bien logrados. En ese aspecto, así como en su trabajo actoral en conjunto, Gustavo Carvalho aprovechó muy bien su rol.

Por más que se podía suponer de antemano, María Noel Riccetto bailó este estreno espléndidamente: vuelve a sorprender su gracia y su naturalidad, dando jerarquía a cada uno de sus movimientos. Precisa y a la vez con gran soltura, volvió a ostentar su gallardía propia de una diva. Su sonrisa se podía ver desde la última fila de la platea, y realmente hizo lucir cada una de las piezas de vestuario que le tocó utilizar. Riccetto volvió a demostrar su maestría y su familiaridad con el escenario. Y más allá de ella, todo el cuerpo de baile lució espléndido, ofreciendo un espectáculo extenso, con dos intervalos, que el espectador puede contemplar dejándose llevar por sus sentidos. Realmente, el espectador abandona la sala con la impresión de haber vivido por dos horas en un universo paralelo. Eso logra el ballet cuando está bien hecho.

Coreografía: Ronald Hynd, producido con la autorización de The Australian Ballet. Música: Franz Lehár. Orquesta: Sinfónica del Sodre, bajo dirección de Enrique Carreón-Robledo. Escenografía y vestuario: Desmond Heeley. Iluminación: Sebastián Marrero. Sala: Auditorio Nacional Adela Reta. Funciones: todos los días, menos lunes, hasta el domingo 8 de julio. Entradas: de $ 60 a $ 890, en la sala y TickAntel.

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