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El elenco oficial mira a su interior

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Hernández y Varrahilón, ante el oficio del actor. Foto: Gustavo Castangello.
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Un experimento de investigación escénica, convertido en espectáculo. Su mayor impulsor, Diego Arbelo, autor del texto y la dirección de Mar de fondo. Un acting macho, que se realiza sobre el escenario de la salita Verdi, en un rincón, solo para 40 personas, algunas sentadas en el piso, con almohadones.

El lugar elegido no es caprichoso para representar una obra que habla del oficio del actor, de la elaboración del personaje, de las inseguridades y de las vanidades de los artistas de la escena. En suma, de los entretelones del teatro. Y también de la vida del actor una vez que baja del escenario y deja a su personaje de lado. Arbelo habla de los cócteles, del saludo al artista, de las felicitaciones que se brindan mecánicamente. El tema está bien elegido, es interesante.

Esta aproximación al actor abarca desde el proceso interior de creación de un personaje, hasta los tics y lugares comunes con que se comunican los hombres de teatro. Y lo hace con toques de ingenio, de humor, y con una honestidad que siempre es bienvenida.

Arbelo se expresa focalizando también en los estereotipos del actor masculino, en la voz atronadora y el porte recio. El par de actores le responde a la altura de lo que tienen que hacer. Y el final del montaje aporta una hermosa imagen visual y simbólica, en una puesta que no tiene grandes pretensiones estéticas. El espectáculo es dispar en claridad, yendo desde el monólogo al estilo del café concert, hasta el pasaje más hermético, quizá demasiado. El conjunto es un buen experimento para que la Comedia, y la comunidad teatral toda, se miren al espejo.

Mar de fondo [***]

Compañía: Comedia Nacional. Texto y dirección: Diego Arbelo. Elenco: Lucio Hernández, Pablo Varrailhón. Música: Frente Cumbiero, Guillermo Pesoa. Teatro: Sala Verdi, Soriano 914. Funciones: viernes y sábados a las 21:00 y domingos a las 19:00, hasta el domingo 3 de abril. Apto para mayores de 12 años.

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Hernández y Varrahilón, ante el oficio del actor. Foto: Gustavo Castangello.

Crítica - Teatro

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