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Un clásico al que hoy ya le pesan los años

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Blanco y Serra son algunos de los actores que se lucen en el espectáculo.

En los últimos tres títulos para adultos que estrenó la Comedia Nacional hay una gran variedad de temas y resoluciones escénicas, que conforman un menú para variedad de espectadores.

El título de mayor interés y fuerza escénica es Arcadia, apoyado en el gran texto de Tom Stoppard. Le sigue en interés La tierra purpúrea, cuyo mérito mayor es la originalidad con que su director, Anthony Fletcher, lleva la gran novela de Hudson al escenario. Stéfano ocupa el tercer lugar en cuanto a su capacidad para entretener, pese al elenco, que ofrece la solvencia que el público ya conoce.

No le faltan actores ni buenas actuaciones ni personajes fuertes, convincentes. Empezando por Óscar Serra, un actor que no desborda en carisma, pero que en este caso logra redondear muy bien un papel difícil. Serra da vida al protagonista, un personaje complejo, en el que el autor pinta a todo un país y a más de una generación. En ese músico con sueños frustrados de exitoso compositor de ópera, Discépolo pinta las frustraciones de miles de inmigrantes que apostaron a un futuro mejor de este lado del Atlántico.

Serra está acompañado por notables intérpretes: la pareja mayor, compuesta por Andrea Davidovics y Levón, luce su capacidad para dar vida a la generación de más edad, con un trabajo físicamente muy rico. Natalia Chiarelli compone muy bien a esa chica frágil, desgraciada, mientras que Roxana Blanco vuelve a sorprender, esta vez con un potente personaje. La dramaturgia de Discépolo, fiel a la antigua escuela, ofrecía muchos personajes, y de esa variedad se nutre el director para asignarle a Fernando Vannet un rol que él explota con firmeza. El elenco trabaja también zonas más alejadas aún de la mímesis, y en esos registros sobresalen Andrés Papaleo (que arranca algunas risas al público) y Gabriel Hermano, que siempre es un placer contemplar desde la platea.

Cabe preguntarse por qué un espectáculo con un texto tan relevante en la historia del teatro del siglo XX, y con tan buenos actores, no parece haber logrado atrapar a los espectadores. En teatro las respuestas no son sencillas, pero seguramente no sea responsabilidad del director, quien llenó de detalles su trabajo. Menos aún de los rubros técnicos, que desde la resolución escénica en general, hasta la riqueza de la música, ayudan a montar con personalidad la obra.

Sin duda el paso del tiempo actuó sobre este clásico, que sigue ofreciendo frases memorables, personajes complejos y tensiones brutales entre los distintos familiares en juego. Pero quizá en todo el primer largo tramo, el texto avanza moroso: recién pasada la mitad del espectáculo algunos efectos de humor se suceden con eficacia, y las situaciones dramáticas cuajan y se encadenan.

Armando Discépolo (hermano del autor de Cambalache, Enrique Santos) fue una figura de peso dentro de la Comedia Nacional, donde entre 1948 y 1969 puso en escena más de una decena de piezas que ayudaron a forjar la historia de la compañía. Pero hoy su dramaturgia no conserva la eficacia escénica de décadas atrás ni su poder de diálogo con el gran público.

Stéfano [**]

Texto: Armando Discépolo. Dirección: Juan Worobiov. Diseño de escenografía: Paula Kolenc. Diseño de iluminación: Martín Rodríguez. Diseño de vestuario: Felipe Maqueira. Elenco: Comedia Nacional. Lugar: Teatro Solís. Funciones: viernes y sábados (21 horas), y domingos (19:30 horas). Entradas: $ 110 (Tickantel).

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