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Las células renovadas de un actor solo en un escenario

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La obra se estrenó el pasado noviembre en Teatro El Fogón en Fray Bentos. Foto: F. Flores.
Nota Alberto Coco Rivero, actor, director de teatro y de carnaval, frente al diario, Mvdeo., ND 20160418, foto Francisco Flores
Archivo El Pais

Con Temporada Amarilla que va en la Alianza, Coco Rivero volvió a actuar.

Leonardo Martínez se cruzó con el dueño del Teatro El Fogón (Fray Bentos) un fin de semana de 2014 y este le largó una pálida: "Coco tiene cáncer". Leonardo quedó en shock. No le dijo qué chance de recuperarse tenía Alberto Rivero, Coco, aquel que lo había dirigido en La cena miserable (2001) y a quien había asistido en varios trabajos.

La noticia lo golpeó con tanta violencia que no tuvo fuerza para llamarlo, pero esas tres palabras retumbaron en su corazón durante días. Y terminó haciéndole el mejor regalo en su peor día: lo invitó a participar de un monólogo de autoficción que implicó la vuelta de Alberto Coco Rivero a la actuación después de 13 años. Ese monólogo, Temporada Amarilla, es el que va todos los viernes en el teatro Alianza.

"La tarde que me propuso hacer Temporada Amarilla yo había terminado un sesión de tres días consecutivos de quimioterapia", dice Rivero a El País. "Estaba muerto, filtrado. Leo quería combinar mi historia con Hamlet y el fútbol. Yo venía de leer Los 11 poderes del líder, de Jorge Valdano y salimos por ahí a buscarlo. Compré el libro y se lo entregué como forma de decretar el inicio de Temporada Amarilla y para devolverle el gran regalo que me estaba haciendo".

El primer deber que le asignó fue armar un recital de cinco canciones. Coco cantó a capela y con la guitarra. "Fue un delirio", dice. Apenas el director lo vio interpretar, con mucha vergüenza, La última curda, supo que el tango era su estirpe y descartó las otras melodías. No se equivocó.

Ese género heredado de su padre (el cantor de tangos, Alberto Rivero) es su estigma. El primer ejercicio de teatro lo hizo con Piazzolla y en Temporada Amarilla el tango habilitó la aparición de un intenso material para abordar esa relación ríspida y de ausencias que vivió con su padre. Rivero había limado asperezas poco antes de que muriera pero "era un artista de miedo y por más que me encanta cantar siempre sentí pudor".

Padeció los ensayos, pero interpretar La última curda es un mimo personal y para el público, que conecta muy rápido con la letra y sobre todo con la entrega de Rivero en el escenario. Así, cada función es una reconciliación profunda con su difunto padre.

La seguridad del regreso.

Rivero se había retirado de la actuación con un monólogo y volvió con otro a la misma sala de la calle Paraguay. Nadie fue a ver aquella última función de La cinta magnética que dirigía Elena Zuasti, pero Martínez sabe que agarró a su amigo con la guardia baja y eso precipitó que aceptara volver a actuar.

Le consta que sintió pánico y una parte suya hubiese querido quedarse debajo del escenario; nunca se lo dijo. Pero son esa clase de compañeros que no necesitan poner todas las emociones en palabras para entenderse.

Martínez trabajó con Rivero para devolverle la confianza y la seguridad, y aunque dio batalla, Rivero dice que el único momento en que no duda es durante la función. Teme olvidarse de la letra, no llegar al punto, no lograr conmover. Se desespera si el público le da vuelta la cara porque ya no actúa para el comentario, como lo hizo alguna vez. No hay vanidad. Quiere transmitir una emoción y "si eso no sucede me muero".

—Te gusta mirar al público a los ojos…

—Me encanta y al público le gusta saber que forma parte de un ritual que es el de contarnos historias: nos une a una zona de la infancia donde nos cantaban, nos arrullaban, nos leían cuentos, y eso me obliga a encontrarme con lo mejor de mí para poder mirar al otro.

Los ensayos lo agotaban. Era un cansancio emocional, no físico. Pasaba horas "rondándole al tema, un ir y venir todo el tiempo en el pecho". Necesitó desprenderse de José, el personaje de la obra, y dejar de ser Coco, aunque el cimiento principal de esta ficción haya sido su vida.

"José tiene una mirada feliz, se ríe, yo soy más oscuro, pesimista. Es más mucho más lindo que yo", dice Rivero, el actor que está de vuelta.

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La obra se estrenó el pasado noviembre en Teatro El Fogón en Fray Bentos. Foto: F. Flores.

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