crítica: Casa Masucci

Una interesante experiencia: recorrer una vivienda del barrio Palermo donde se desarrollan escenas de época

Toda vivienda centenaria tiene una historia secreta. Entre sus paredes ocurrieron miles de episodios olvidados, y algunos que el tiempo conservó. Y siempre suele ser una historia que atraviesa generaciones, exhibiendo distintos modos de vida, y de relacionarse entre las personas según las épocas del país. Y fue genial la idea de montar un espectáculo como Casa Masucci, que cuenta hechos ocurridos en una casa del barrio Palermo. Para el espectador no importa el grado de realidad o ficción que esté en juego: el espectáculo vale como teatro y como entretenimiento.

El público se traslada por dentro de la casa. La acción comienza en el sótano, y luego pasa a la vereda, donde un narrador (con una estética desarrapada, excéntrica), anuncia lo que está por ocurrir. Luego, desbordando en teatralidad, reparte barajas entre los espectadores (otra idea divertida), que quedan divididos en dos grupos. En grupo se recorre el lugar, para presenciar escenas que ocurren en distintas temporalidades.

Cada escena tiene una densidad distinta. La que ocurre en la vereda tiene algo de teatro callejero. En el interior de la vivienda, las formas escénicas son variadas. Hay proyección de video, interacción con el público, momentos de mayor ficción escénica, y otros de complicidad con los espectadores, que a veces se ríen en las partes más dramáticas. La directora y sus artistas despliegan todo un catálogo de lenguajes. Desde la referencia a los ensayos del espectáculo, hasta el ilusionismo y la música en vivo. La teatralidad se va viviendo en distintas intensidades. A veces se pierde, luego se acentúa. El final se hace algo largo, pero el espectáculo sabe divertir.