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Los Beatles en clave argentina

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"Es una pena que el bailarín clásico se queje de la exigencia". Foto: F. Flores
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El bailarín en el Teatro Metro con “Let It Be: una historia de amor”.

Lo que buscamos es que el espectador se vea reflejado, en cada personaje, o con la historia misma", adelanta el bailarín argentino sobre el nuevo musical que presentará en Montevideo, que tiene como banda musical a los inagotables Beatles, pero que cuenta una historia que va por otros carriles. "Es un espectáculo netamente de amor, donde se cuenta una historia de amor en los tiempos de Los Beatles. Hay encuentros, desencuentros. Es como un Romeo y Julieta de los años 60. Son 29 canciones, y cada una fue elegida para ir acorde con la coreografía y con la escena que se muestra. Para que esa historia tenga un hilo conductor tuvimos que elegir cada música, buscando la emoción de la gente. En este show lo más importante es el amor", agrega el artista argentino, cuya carrera fue desde el ballet clásico a Bailando por un sueño, además de diversos espectáculos musicales que recorren diferentes registros.

"La estructura es toda coreografía: empieza todo en un cementerio, y termina en el mismo lugar. En el medio hay fiestas de rock, bailes en una plaza: quisimos contar, aparte de esta historia, reflejar también los espacios donde sucede, ya fuera la calle, o en Strawberry Fields".

El show promete muchas imágenes que quedarán en la memoria, apoyadas por un gran trabajo de luces, mientras que la primera figura femenina será Micaela Spina, sustituyendo a Cecilia Figaredo. El espectáculo estrenó el año pasado en el Teatro Astros, y en marzo hizo un paréntesis, para luego retomar las funciones en una gira por Argentina y Uruguay, así como por Perú, Ecuador, Chile, Bolivia y, posiblemente, en diciembre se presente en Italia.

Let It Be. Una historia de amor se verá el viernes 13 y sábado a las 21:00, y el domingo a las 20:00. Entradas en Red UTS, de $ 1600 a $ 1150.

—Tú trabajaste mucho con Julio Bocca y últimamente algunos bailarines del Ballet Nacional Sodre han dicho que él es demasiado exigente. ¿Cómo ves eso?

—En el ballet tiene que haber mucha disciplina. A mí me da mucha pena que digan eso, porque habla también de que no les gusta la disciplina, pero el ballet es así. Mantener un cuerpo de bailarín es exigente. Es una carrera exigente. Si no te tenés que dedicar a panadero, porque podés tener cualquier tipo de cuerpo y hacer pan. No todo el mundo llega a ser parte de una compañía importante. Yo no veo mal que sea exigente: de la exigencia sale la excelencia. Yo sé que Julio es muy accesible, yo trabajé más de 10 años con él, y soy amigo de él. Nosotros hacíamos entre 180 y 200 funciones anuales, y él hacía 20 más, porque estaba en el American Ballet. Él tenía 220 funciones por año. Creo que es una pena que el bailarín clásico se queje de la exigencia. Porque el ballet es eso.

—¿Te apena que Julio Bocca no esté en Buenos Aires, al frente del Ballet del Teatro Colón?

—Totalmente, me da mucha pena. Primeramente, me da mucha pena que haya dejado de bailar. Sé que dejó de bailar porque estaba cansado, porque tenía muchas funciones encima, y tenía dolores en la rodilla. Fue una decisión que él tomó y la respeto. Pero me dio lástima que no siguiera. Y por otro lado, es una pena que no esté en Argentina.

—¿Dejaste de hacer muchas cosas que te hubieran gustado por tu carrera de bailarín clásico?

—Sí, tuve que dejar de hacer muchas cosas por el ballet, y no me arrepiento. El viaje de egresados de Secundaria, por ejemplo, no lo hice porque estaba con funciones con Bocca. Los bailarines somos como muy nómades: hoy pertenecés a una compañía, mañana a otra. Yo viví diez años fuera de mi país, en Londres, París, San Francisco e Italia. Vas con tu bolsito, llegaste, armaste tu carpa, te quedás, y después seguís. Pero no padecí desarraigo: mi carrera fue una elección y sabía dónde me metía.

—El musical y la revista, ¿comparten público?

—Hay público para todo. Sé que hay mucho público para la revista, y hay gente que consume esa clase de espectáculos. Y hay otro público, o quizá el mismo, que elige un espectáculo de nivel. No quiero decir que la revista no sea de nivel: quizá en la revista se involucran menos. Son números separados, y son muchos artistas. El musical cuenta una historia, y es un espectáculo más cuidado. Pero creo que hay público para todo.

—¿Cuando un espectáculo sale de gira, se gasta más que en Buenos Aires?

—Las giras son mucho gasto: viaje, viáticos, hoteles, el micro que nos lleva. Y la recaudación también es según los teatros a donde vas. En los teatros de las provincias, hay muy pocos que tengan 1.200 butacas. Casi todos no pasan de las 600 u 800. Por eso cuando salís de gira hacés de jueves a domingo: ahí puede que se recaude más. Pero en las provincias tienen como muchas más ganas de ir al teatro. No es Buenos Aires, que hay 70 espectáculos en cartel. Cuando vas a un lugar donde hace tiempo que no se presenta algo, la gente llena el teatro. Y eso es muy lindo. Llevás arte a la gente: es lo que me enseñó Julio Bocca. Con él hacíamos un mes y medio por el interior de Argentina, y después nos íbamos de gira a Europa o Estados Unidos nueve meses.

—¿Te ha dejado más dinero la televisión o el escenario?

—Supongo que la televisión te deja más dinero. En realidad, te deja más dinero el escenario, pero estar en un programa de televisión hace que el teatro se llene. Tampoco es que sea tanto dinero. Yo por suerte puedo vivir muy tranquilamente de lo que amo hacer, que es bailar. Y soy ahorrativo, no soy de tirar el dinero. Me gusta viajar, o sea que cuando tengo tiempo invierto el dinero en viajes. Yo tuve la suerte, al lado de Julio Bocca, de recorrer todo el mundo: ahora me gusta ir a Europa, y Estados Unidos, donde viví cinco años; allí tengo muchos amigos, y no gasto ni en hoteles. Y cuando ellos tienen vacaciones, agarramos el auto y nos vamos a algún lago.

—¿Cómo era el método de trabajo con Leonardo Favio, cómo te dirigió en Aniceto, su último trabajo como director, de 2008?

—Fue muy fácil trabajar con él. Me dejó crear el personaje. Me dio el libro, lo leí, ensayamos unas escenas, y me dijo que no lo podía creer, que no tenía nada para decirme. "Hacelo como vos lo sentís", me dijo, y me dirigió, que yo recuerde, una sola escena, que me decía que mirara para afuera, luego para adentro, que me agarrara la cabeza y que golpeara la mesa. Eso nada más. Lo demás, me dejó crear, y fue maravilloso.

—¿Es muy distinto interpretar un personaje, como era Freddie Mercury, que este nuevo musical, donde no hacés un personaje que haya existido?

—Totalmente. Freddie era interpretar la vida de él, todo lo que sucedió con él, ser él. Y esto otro es ser un personaje dentro de una historia de amor. No interpretamos a ninguno de Los Beatles: esto es más libre que la actuación. Me hubiese gustado mucho contar la historia de Los Beatles, pero tendríamos que haber sido cuatro bailarines. Y ver qué contamos de la historia de ellos. O a cuál elegir.

—¿Sentiste cierta identificación con Freddie Mercury?

—Podríamos haber sido parecidos en el compromiso que él se tomaba en cada espectáculo que hacía. En la pasión y en las ganas que le ponía. En el resto no, porque yo no soy una persona de salir a fiestas. Soy muy tranquilo, del teatro a mi casa y de mi casa al teatro.

—¿Y el próximo musical sobre qué será?

—Esto recién empieza, así que espero que pasen uno o dos años. Después veremos qué se hace. Me gusta mucho Soda Stereo: por ahí hacemos algo. Y va a ser lindo, porque va a ser raro.

Doce artistas y 29 canciones inolvidables arman la historia de un amor imposible.

Los años 60 son el pretexto para un vestuario variado y colorido, de muchos cambios. Doce bailarines en escena, de la mano de la coreógrafa Georgina Tirotta, interpretarán esta historia que es llevada a escena con arreglos musicales de Gerardo Gardelín. "Son 29 canciones y yo bailo 27, o sea que estoy en el escenario casi todo el espectáculo. La variedad de las canciones nos permite pasar del rock al romanticismo. Son muy variadas las coreografías, incluso opuestas: es muy lindo de bailar, y también de ver cómo el público interactúa con nosotros", señala Piquín.

"Mi personaje es como el bohemio de la obra, el que quiere enamorar a una chica, que a su vez está enamorada de otro chico. Luego ella tiene una pelea con su padre y con su novio, en la que le dicen que no me vea más, o de lo contrario la van a mandar a estudiar afuera. Igual ella decide volver a verme, y ahí nace el amor", adelanta el bailarín argentino sobre este espectáculo que dará tres funciones en el Teatro Metro.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
"Es una pena que el bailarín clásico se queje de la exigencia". Foto: F. Flores

HERNÁN PIQUÍN

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