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Un argumento que se multiplica en escena

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If. Festejan la mentira

crítica: If. Festejan la mentira

Muy recomendable la nueva obra del dramaturgo Gabriel Calderón en Sala Verdi

Parece sumarse a un lugar común elogiar un montaje de Gabriel Calderón. Pero realmente If. Festejan la mentira quizá esté entre lo mejor que el dramaturgo y director teatral uruguayo de proyección internacional ha puesto sobre un escenario, al menos en Uruguay. Parte de esto tiene que ver con que se trata de una obra que se engloba en otras del autor (Or. Tal vez la vida sea ridícula, Uz. El pueblo), en una especie de colección de títulos que ha ido creciendo en calidad estética y temática, a medida que Calderón los va escribiendo y desarrollando en escena.

En esa dirección, If. Festejan la mentira guarda algunas similitudes, temáticas y formales, con Ex. Que revienten los actores, aunque este nuevo montaje cuenta con más producción, lo que redunda mayor belleza escénica, más limpieza visual, mayor prolijidad. Este nuevo espectáculo tiene otra factura escénica.

La obra tarda en instalarse en su nivel más alto, comenzando con un drama de humor negro, entre lo trágico y los toques de oscura comicidad. El clima inicial, aunque en otro registro, puede recordar un poco a Esperando la carroza, de Jacobo Langsner, dado que juega con el tema de la muerte y el ritual del servicio fúnebre y su banalización. Aunque aquí el ambiente es furioso, y los personajes, sumamente agresivos, no paran de chocar entre ellos. Pero luego Calderón cambia como de dimensión el ambiente de esa primera ficción, y el argumento queda colocado en otro lugar. Así, la ecuación se repite, sorprendiendo al espectador, quien ve que la realidad del escenario se reformula en sí misma, hasta un final que vuelve a poner las cosas en otro lugar.

Como en las clásicas películas de Pedro Almodóvar, o como en un episodio de Los Simpson, la densidad argumental va superando al espectador, quien va siendo apabullado por el devenir de una trama imposible, que no para de crecer.

Es ese aspecto frondoso del argumento, y en el modo de jugar con las estructuras de las escenas, este gran trabajo de Calderón se asemeja en algo a alguna obra de Sergio Blanco, otro de los grandes dramaturgos locales de proyección internacional. Pero la obra de Calderón es más generosa con el trabajo de los actores, a los que les da rienda suelta para performances llenas de brío, de locura, con largos monólogos, explosivos, realmente de buena literatura.

En escenografía y luces, la puesta hace mucho con muy poco, aunque se trata de un decorado muy bien hecho, visualmente enigmático, que expresa cierto sentimiento de inquietud. Desde el color de las paredes hasta el del escaso mobiliario, todo expresa extrañeza, hasta crueldad. Y en ese entorno, el medido juego de luces va creando atmósferas cambiantes. La enorme teatralidad de la obra no surge mayormente del apoyo tecnológico, sino de los recursos tradicionales, utilizados de modo novedoso. El quinteto de actores rinde enormemente, y se potencian entre ellos, en un trabajo arrebatado, y sin fisuras.

El montaje, de casi dos horas de duración, no es para un público que va a pasar el rato. Tampoco para un espectador remilgado, por la cantidad de referencias escatológicas y otras groserías, que dan originalidad al conjunto. Calderón transita todo el tiempo entre un extraño naturalismo que se va volcando hacia un raro antinaturalismo. Y el resultado es una obra cargada de simbología, que el espectador queda masticando luego de dos horas vertiginosas de función. El espectador puede salir abrumado, pero seguramente abandone la sala satisfecho de una faena teatral enjundiosa, rica desde varios puntos de vista.

ficha

If. Festejan la mentira [*****]

Texto y dirección: Gabriel Calderón. Elenco: Gloria Demassi, Dahiana Méndez, Carla Moscatelli, Giselle Motta y Gustavo Saffores. Sala: Verdi, hoy a las 20.00, mañana a las 17.00 y 20.00 y el domingo a las 19.00. Tickantel, $ 500.

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