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En su segunda temporada, "Dark" sigue siendo difícil de entender, pero eleva el nivel

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Dark

EN NETFLIX

La serie de ciencia ficción tiene ocho nuevos episodios, que siguen complejizando su narrativa

Los memes se repiten en las redes sociales, sobre todo en las últimas semanas, y van siempre sobre lo mismo: ¿quién es quién en Dark, cuya segunda temporada está disponible desde el 21 de junio en el catálogo de Netflix? ¿Alguien armó el árbol genealógico y lo puede compartir? ¿La modificación en qué línea temporal va a repercutir en cuál otra? ¿Algo de lo que vimos tiene sentido?

Cuando se estrenó la ficción alemana Dark, en diciembre de 2017, las comparaciones con uno de los mayores fenómenos del streaming de ese momento, Stranger Things, fueron inmediatas (y todavía hoy se habla de Dark como la Stranger Things para adultos). En las dos series había un pueblo misterioso como escenario, niños que desaparecían y otros jovencitos que querían encontrarlos, un policía y una madre soltera como los adultos protagonistas y medio locos, y una planta de energía nuclear como posible responsable de las cosas raras que estaban por pasar.

Sin embargo, bastó ver la primera tanda de episodios para entender que en Winden, la ciudad alemana donde se sitúa Dark, todo es más complejo y profundo y aterrador que en el Hawkins de Stranger Things. No están ni el brillo ni el ritmo de la música y la estética de los ochenta, ni hay un monstruo sobrenatural aterrando a chicos y grandes, sino que la clave es un asunto bastante más universal y, hay que admitirlo, espeluznante: el tiempo, su avance, sus dimensiones, sus formas de modificarnos. Y además, la aventura de entender los vínculos de los personajes está mucho más cercana al realismo mágico de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, pero con aire de futuro distópico. Si la explicación es entreverada, imaginen lo que es la serie: incluso el recap oficial de Netflix es un gran lío.

En esa complejidad narrativa está el mayor gancho de Dark, una serie que no es apta para el binge watching (esta forma compulsiva de ver contenidos audiovisuales, tan propia de estos tiempos) sino que requiere de atención, de dedicación y de perspectiva. Y para sorpresa de todos los que ya interiorizaron esa máxima de que segundas partes nunca son buenas, esta segunda temporada, de ocho episodios, mantiene un muy buen nivel: tiene un 100 por ciento de aprobación de la crítica según los datos del sitio Rotten Tomatoes, y un 98 % de respaldo del público.

Y los comentarios se repiten: sí, es densa, es entreveradísima, casi imposible de entender, extraña, pero es adictiva.

La reseña de The Verge ya la resumió con toda precisión tras su primera temporada: “Dark es difícil de ver, pero es imposible dejar de verla”.

RESEÑA

El tiempo, el dilema

Dark, la primera serie alemana original de Netflix, arranca un 21 de junio de 2019, que justamente fue el día elegido para estrenar la segunda temporada, porque la ficción en sí misma (creada por Baran bo Odar y Jantje Friese, y concebida como una trilogía) también nos pone a jugar a nosotros entre el pasado y el presente (tanto, que la estructura de los primeros episodios de ambas temporadas tienen muchas características en común). Y arranca con un aviso firmado por Albert Einstein: “La distinción entre pasado, presente y futuro es solo una ilusión obstinadamente persistente”. El tiempo, nos dicen en seguida, es un círculo que todo lo conecta, y allí adentro todo parece posible (y de aquí en más, hay spoilers).

Dentro de esos límites o no-límites está ubicado Jonas Kahnwald (Louis Hofmann), un adolescente cuyo padre se suicidó, y su madre tiene una relación clandestina con el policía Ulrich Nielsen (Oliver Masucci). Todos viven en Winden, donde un adolescente desapareció sin dejar rastros, y donde en el primer episodio de la primera temporada desaparece Mikkel, el hijo de Ulrich, y es encontrado el cuerpo de un niño que, sabremos, es nada menos que el hermano del policía, que había desaparecido 33 años atrás.

Segunda temporada de "Dark". Foto: Netflix | Difusión
Segunda temporada de "Dark". Foto: Netflix | Difusión

Esas desapariciones y apariciones originarán una investigación que terminará develando que una falla de la planta nuclear abrió un agujero espaciotemporal, que permite viajar al pasado y al futuro. El portal está en unas cuevas en el medio de un bosque, y en función de eso, sabiéndolo o no, orbitan todos los protagonistas y los secundarios. Hay además un “viajero” que tiene una máquina del tiempo y quiere tomar una decisión radical, están los que quieren modificar el flujo temporal, y hay un entramado de relaciones familiares que, por los saltos temporales, causa una serie de vínculos incestuosos. Cuatro familias y tres generaciones son las que quedan mayormente afectadas.

La segunda temporada de Dark arranca con otra cita, esta vez de Nietzsche -“Si miras mucho tiempo dentro del abismo, el abismo también mira dentro de ti”- y dos frentes temporales: en 2019 se siguen intentando aclarar las desapariciones, mientras que en 2052 Jonas, que al final de la primera temporada viajó al futuro, descubre que en el que conocía como su presente, habrá un apocalipsis en el que morirán unos cuantos. Por supuesto, querrá detenerlo.

Con Jonas intentando salvar su mundo conocido, con Ulrich detenido en el pasado, con cada vez más personas al tanto de los viajes en el tiempo y con una pluralidad de intereses al respecto, y con los personajes encontrándose con sus versiones o las versiones de sus familiares en otras líneas temporales, la segunda temporada de Dark avanza. Y todo lo que propone es más complejo y caótico que en la temporada anterior, y deja muchas preguntas que un tercer ciclo intentará responder. Verla es una tarea ardua y exigente, que tiene su disfrute, pero que también nos deja medio desorientados y aturdidos, como si el mundo real no fuera suficiente.

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