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Reseña: la nueva temporada de "The Sinner" es tendencia en Netflix a pura ansiedad

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La tercera temporada de la serie "The Sinner". Foto: Netflix

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Bill Pullman y Matt Bomer protagonizan la tercera temporada de "The Sinner", serie de suspenso que cambia su fórmula y se vuelve desesperante

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Para su tercera temporada, The Sinner cambió la fórmula pero no perdió calidad. Desde su estreno el pasado viernes, la serie estadounidense se ubicó entre lo más visto por los uruguayos en la plataforma y no es poco: en general, las tendencias a nivel nacional están repletas de productos de calidad cuestionable, pero aquí está la excepción que hace la regla. No todo está perdido en gustos masivos.

Estrenada en 2017, la ficción de Derek Simonds basada en la novela homónima de Petra Hammesfahr cautivó a la audiencia. Primero lo hizo en Estados Unidos, donde fue un fenómeno de rating en el cable, y luego trascendió fronteras de la mano del streaming. Con una figura central, la del inspector Harry Ambrose interpretado por Bill Pullman, cada temporada empieza y termina un relato. El primero tuvo que ver con una mujer (Jessica Biel) y el asesinato inexplicable de un desconocido; el segundo, con un adolescente que envenena a sus padres sin motivo.

Para reinventarse y evitar repetirse, en esta temporada The Sinner hizo un planteo distinto. Acá no hay crimen, al menos no a la vista: hay un hombre, Jamie Burns (Matt Bomer) profesor a punto de ser padre, que tiene un accidente de tránsito en el que muere un viejo amigo suyo, Nick (Chris Messina), que acababa de hacerle una incómoda visita a la casa. Eran amigos en la universidad y después dejaron de verse, hasta ahora. El distanciamiento no fue en buenos términos y eso queda claro en una cena llena de tensión que los dos protagonizan con la pareja del primero, ¿pero por qué? Leela nunca había escuchado hablar de Nick, y eso que está con Jamie hace muchos años. ¿Qué lo transformó en un secreto profundo?

Ambrose se queda con todas esas dudas en mente tras su primer encuentro con Jamie del que, además, se puede concluir una inestabilidad emocional importante. “Es raro, como si todo fuera diferente ahora. Mi casa, por ejemplo; es mi casa, pero es como si no lo fuera del todo. Mis manos no parecen mis manos”, le dice entre lágrimas al detective y eso sirve para empezar a construir a un personaje bien complicado.

De repente, el accidente vira a un presunto homicidio, y entonces se pone en marcha una temporada que más allá del misterio que persigue, se caracteriza por la ansiedad.

The Sinner es adicción pura y eso siempre incomoda. El relato, los recursos y la notable composición de Bomer como este hombre completamente perdido y perturbado conforman ocho episodios sofocantes. Verlos antes de dormir puede no ser una decisión acertada: la respiración de Jamie , la tensión de su cuello, el fantasma que lo persigue, los recuerdos sangrientos y la permanente sensación de que está perdiendo el control y es una bomba de tiempo, son el sostén de una experiencia física electrizante.

La historia se desarrolla por lo menos por cuatro carriles diferentes. Por un lado está la investigación del caso, bajo las reglas de un policial convencional. Por otro, la reconstrucción lenta de una amistad peligrosa, presentada con altibajos. Aparte, están la interesante relación entre Ambrose y Sonya Barzel (Jessica Hecht), una artista plástica que queda envuelta en todo este caso y con la que el detective generará un romance; y lo fundamental, el vínculo entre protagonista y antagonista.

La dinámica entre Ambrose y Jamie es un poco paternal o fraterna, un poco de gato y de ratón, un poco de rivales en un partido de ajedrez que se miden constantemente, y un poco de Batman y el Guasón: sus existencias son opuestas e incompatibles, y a la vez se necesitan. En ese ida y vuelta está lo mejor de esta temporada de The Sinner, porque si una característica de este inspector, ya vista en temporadas anteriores, es que tiende a involucrarse demasiado en sus casos y con sus perseguidos, con Jamie todo le resulta más intenso. Sus impulsos tienen una lógica y Ambrose lo sabe porque los experimenta en carne propia, y ante una vida anestesiada, casi que ajena, ¿qué hay que hacer más que buscar algo que nos haga sentir, que nos sacuda el hastío?

Nietzsche y El club de la pelea se entreveran en esta temporada donde la oscuridad tiene que ver con uno de los miedos más íntimos del ser humano: el vacío infinito, la eterna angustia existencial, esa percepción de que nunca nada alcanzará para estar bien, y el peso de lo inevitable del final.

“Hay que aceptar el miedo. Abrazarlo. Y ahí es cuando se abre algo nuevo”, le dice Jamie a Harry cuando se empeña en llevarlo a su lugar mental/espiritual para hacerlo admitir que, en el fondo, los dos buscan lo mismo: “encontrar alguna especie de alivio”, aún cuando eso implique daños irreversibles.

La oscuridad interior se hace explícita en el bosque y en la acción nocturna que es la gran mayoría; y el suspenso está todo el tiempo sugerido a través de la música, pero más que asustar, lo que The Sinner genera esta vez es desesperación. Los vaivenes impredecibles de Jamie , el dolor impenetrable de Harry y esa angustia sutil y morbosa que aporta Sonya son parte de un tejido que deja al espectador con la necesidad de devorar episodios, y con la inquietud de ver con qué eslabón de la historia está nuestra empatía. Porque vivir es mucho.

ficha

The Sinner: Jaime [***]

Estados Unidos, 2020. Dirección y guion: Derek Simonds sobre novela de Petra Hammesfahr. Música: Ronit Kirchman. Fotografía: Radium Cheung, Justin Charles Foster. Con: Bill Pullman, Matt Bommer, Jessica Hecht, Chris Messina, Parisa Fitz-Henley, Eddie Martinez. Episodios: Ocho, de 45 minutos cada uno. Dónde: En Netflix.

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