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"Alguien tiene que morir", un melodrama español repleto de secretos y mentiras

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Alguien tiene que morir. Foto: Difusión

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Está en Netflix la nueva serie de Manolo Caro, creador de "La casa de las flores", que protagonizan Cecilia Suárez, Carmen Maura y Ester Expósito

El joven Gabino (Alejandro Spitzer) vuelve a la señorial casa de su familia, los Falcón, en España luego de 10 años viviendo en México donde fue educado por sus tías maternas. El chico no vuelve solo, está acompañado por Lázaro (Isaac Hernández), un joven mexicano que sueña con ser bailarín.

La llegada de los jóvenes no es una buena noticia para nadie y es vista con recelo por la familia que ya tiene planes para el futuro del chico. Es vista con igual frialdad por esa alta sociedad española de mediados de los años cincuenta, machista, religiosa de la boca para afuera, homofóbica y xenófoba que no recibe de brazos abiertos a los recién llegados.

Imagen de la serie "Alguien tiene que morir". Foto: Difusión
Imagen de la serie "Alguien tiene que morir". Foto: Difusión

Y ese recelo lo personaliza la abuela de Gabino, Amparo Falcón (interpretada por Carmen Maura) y el padre del chico, Gregorio (Ernesto Alterio), quien tiene un puesto importante en la dictadura franquista y quiere casar al joven con Cayetana Aldama (Ester Expósito), la hija de un importante empresario que utiliza mano de obra esclava para hacer los mejores zapatos de España. Las obreras las consigue Gregorio gracias a sus nexos con la policía que secuestra y tortura a homosexuales, o a quienes son acusados de serlo.

Con esa escueta consigna se construye la tragedia Alguien tiene que morir, miniserie de solo tres episodios de 40 minutos creada por Manolo Caro, responsable de La casa de las flores, que es de las producciones más vistas en Netflix desde su estreno.

Como ocurría el melodrama mexicano, esta nueva producción cuenta con un imponente elenco encabezado por Cecilia Suárez, Carmen Maura, Ester Expósito, Alejandro Speitzer, Carlos Cuevas e Isaac Hernández, el primer bailarín mexicano en obtener el Benois de la Danza (como la uruguaya María Noel Riccetto), en 2018. Y a diferencia de la comedia negra, aquí no hay humor, solo espacio para la tensión y la tragedia.

Esa tensión se muestra en los diálogos, la música, y también se representa en la ambientación donde las armas tienen un lugar de privilegio. Los Falcón viven cómodos, pero la mansión es un sitio carente de vida, lleno de cráneos de animales, como si la opresión impidiera que pueda haber vida allí dentro. Ese mundo además es gris y carente de emociones.

Carmen Maura y Manolo Caro durante el rodaje de "Alguien tiene que morir". Foto: Difusión
Carmen Maura y Manolo Caro durante el rodaje de "Alguien tiene que morir". Foto: Difusión

Como otros integrantes de la alta sociedad, los Falcón se la pasan todo el día en el club de tiro, jugando torneos de disparar al pichón, como si matar esas aves (con la cola recortada para que no sea tan dificil de acertar el tiro), fuese el único divertimento. “En el fondo, le estában disparando a su íntimo deseo de libertad, puesta que habían renunciado a ella en favor del régimen. Creo que es una buena metáfora para simbolizar a los componentes de familias muy acomodadads que viven en la opulencia por su cercanía con el bando de los ganadores, de un movimiento político en el poder, con ventajas, con relaciones, pero que no por ello dejan de vivir encarcelados donde no pueden abrir las alas para volar”, dijo el creador de la serie al diario La Vanguardia.

Como sucedía en la película Expiación, deseo y pecado (Joe Wright, 2007), una pequeña mentira tiene repercusiones impensadas para los implicados, y sellará el destino de los protagonistas de esta historia de Netflix. Aunque mejor no adelantar los variados giros de tuerca que tiene esta producción. Eso se debe a que no todos están contentos con el matrimonio arreglado de los Falcón y Aldama. Ni Gabino, ni su madre, Mina (Cecilia Suárez) ni el hermano de Cayetana (Carlos Cuevas). Esa situación solo genera más tensión a las pequeñas historias que se van abriendo con los capítulos.

Como ya se podía ver en La casa de las flores, esta producción le permite a Caro hablar de temas que le interesan: el rechazo al distinto, las dificultades de las mujeres secuestradas en matrimonios infelices (aquí con el agregado del Franquismo y la persecución de los homosexuales). Y tanta represión y tensión le permite a Caro escribir frases como: “España es una patria limpia, no es para gente como tú”, que le dice Alonso a Gabino.

Claro que no todo funciona a la perfección en esta historia. Más allá del imponente reparto y la buena puesta en escena, la trama tiende a presentar demasiadas historias que, si bien se conectan, son resueltas de forma atropellada, casi improvisada, lo que contrasta con tanta atención a los detalles técnicos.

Claramente Manolo Caro intenta recrear el estilo de las producciones de Bambú (Las chicas del cable, Alta Mar, Velvet, todas están en Netflix), con buenos vestuarios y una estética detallista, aunque en este caso la falta de práctica haciendo dramas le pasa factura al creador en esta historia de reprimidos y represores con historias cruzadas por el amor y el dolor.

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