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Seis tipos de amigos con los que no tenés que ir a un concierto

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Concierto

Llegan muchos shows a Montevideo pero cuidado: si vas a ir a alguno, hay cierto tipo compañeros que no son los ideales. Aquí va una breve guía a la que deberías prestarle atención.

Con el show que dará Trotsky Vengarán mañana en el Teatro de Verano se abren dos meses de intensa actividad en Montevideo. Sólo en el Ramón Collazo tocarán entre noviembre y diciembre: Cuatro Pesos de Propina, Axel, El Gucci, La Tabaré, Pa'ntrar En Calor, SOJA, Lali Espósito, R5, Morrissey y Fito Páez.

El Velódromo recibirá a Márama-Rombai y poco después a Chemical Brothers y Hot Chip, pero también el Teatro Solís, La Trastienda y Montevideo Music Box tienen sus agendas cargadas.

Ahora, si te gusta disfrutar del recital al que vas y querés que valga cada peso de tu entrada, hay seis tipos de compañeros con los que no deberías ir. No digas que no te avisamos.

EL LOCUAZ. Uno combina con él a sabiendas que será imposible que pare de hablar. Desde que se suena el primer acorde, hasta el “¡Nos vemos, Montevideo!” final, solo hará una pausa para beber, porque la verborragia reseca la boca. Ni siquiera el porro que va de mano en mano consigue aplacarle la lengua, tan indomable como los caballos que hacen volar jinetes en la Rural del Prado. Pero hay cosas peores que soportarlo a él: soportar a los desconocidos que te rodean y que no paran de cuchichear, en el mejor de los casos. Si está la posibilidad de huir, deberían tomarla rápidamente antes de sufrir un probable ataque de ira.

El ERUDITO. Como tener una Wikipedia parlante al lado. Cada referencia en las letras será desmenuzada y analizada, cada comentario del o la cantante repetido. Y con valor agregado: “En la gira que hizo en Argentina dijo casi lo mismo, pero ahí se refería al acústico de MTV, el de la edición deluxe, que tenía las caras B de las...”. Cuando todo termina el recital, uno no vio un concierto: asistió a una cátedra.

     
    

EL "POGUERO". Nunca va a conciertos de artistas que tengan baladas en el repertorio, porque ahí no se puede “agitar”. Una auténtica pesadilla: tiene tanto entusiasmo y energía que empieza a los empujones y a los pechazos apenas arranca el telonero. Cuando termina el recital está empapado de sudor y uno también. Del sudor de él.

EL ADICTO AL CELULAR. “¡Mirá boludo! ¡Mirá lo que mandaron al grupo de Whatsapp!”, exclama mientras uno, luego de esperar años para ver a McCartney en vivo, se prepara para "The long and winding road". Antes que termine el concierto, habrá sacado 478 selfies que luego subirá a todas las redes sociales. Para peor, uno estará en todas con cara de culo porque no pudo disfrutar del concierto.

EL CANTANTE. No parará de cantar ni un minuto, a viva voz y directamente a nuestro sufrido oído, que tendrá que desarrollar anticuerpos para desafines y tarareos si quiere seguir más o menos entero.

EL DISTRAÍDO. Nunca sabe cómo se llama la canción, o qué dice la letra, por qué La Vela Puerca es tan popular ni por qué No Te Va Gustar se llama así. A la enésima pregunta, uno empieza a contestar siempre igual: "Ni idea".

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Concierto

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