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Pablo Fabregat: "Nunca le puse mucha carga ni responsabilidad al personaje de Tío Aldo"

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Pablo Fabregat. Foto: Leonardo Mainé

ENTREVISTA

El comunicador dará este sábado un show vía streaming, "Desde el sillón", con su personaje de Tío Aldo, y antes conversó con El País

"Suelo no aquerenciarme con nada, ni siquiera extraño el fútbol uruguayo. Soy fácilmente moldeable”, dice Pablo Fabregat para explicar por qué no sintió la falta de nada —ni de reuniones familiares ni Nacional— durante la pandemia. Tampoco echó de menos los eventos con su personaje, el Tío Aldo (esta semana tendrá el primero presencial en más de 100 días), pero nunca dejó de hacerlos. Tuvo una serie de shows privados vía aplicaciones y este sábado a las 21.00 será parte del ciclo Desde el sillón, para todo público.

Allí, el Tío Aldo ofrecerá un monólogo de una hora vía streaming, que se puede ver en todo el país. Las entradas están en Abitab; hasta hoy se puede comprar la opción con picada en Montevideo (en el interior ya no), y el acceso al show se consigue hasta el mismo sábado.

Para Fabregat no fue complejo adaptar su propuesta humorística a la virtualidad, y eso “es otra ventaja de no tener formación actoral, que no tengo esa cosa de necesitar la cuarta pared. Como soy un mercenario, he hecho tantos eventos —desde miles de personas hasta reuniones para seis— que ya estoy acostumbrado a cualquier circunstancia”, dice a El País.

El del sábado sí será especial, porque no tendrá ninguna interacción con los espectadores (el show fue grabado previamente) y porque elaboró una suerte de “compilado” de sus monólogos de las últimas épocas. Habrá actualidad, habrá que “reírse del absurdo de la circunstancia de la pandemia”, y lo que adelanta es que “los dos, tres que estaban ahí, cuando grabé, se cagaron de risa”. Es un augurio suficiente.

Tío Aldo (Pablo Fabregat). Foto: Archivo
Tío Aldo (Pablo Fabregat). Foto: Archivo

Con la excusa de Desde el sillón, la charla con Fabregat, que se reparte entre los programas Quedate en casa y Algo que decir de La Tele y entre Quién te dice y La mesa de los galanes de Del Sol FM (además de la paternidad), fue de humor, polémicas recientes y los medios.

—¿El Tío Aldo todavía te parece un personaje fresco?

—En realidad me ha funcionado tanto; es como la gallina de los huevos de oro para mí, en lo que puede ser la vida de un pseudocomediante uruguayo, en el sentido de que nunca le puse mucha carga ni responsabilidad ni metas al personaje, siempre la idea fue darle hasta que se prenda fuego, y si hay que matarlo me importa un pito. Igual, de alguna manera lo fui aggiornando sin darme cuenta, porque me contrataban tanto de empresas que el Tío Aldo que empezó con un humor tan picaresco y sexual, terminó mutando en una cosa de costumbrismo. Voy a reuniones donde hay nenes y viejos, y los de 10 años se sientan en primera fila y los veo reírse.

—Ese cambio no tendrá que ver solo con la amplitud de público si no con lo que llamamos nueva sensibilidad.

—Yo creo que el personaje quedó con esa aura de viejo machirulo. Sí está parado en un lugar de hombre solo, sin familia, que refuerza ciertos estereotipos; también muchos lo hacemos desde un lugar de comodidad, de que sé que me paro ahí y tengo herramientas. Pero hace años que no hablo de sentimentalismos y conquistas y de la mujer. Y creo que eso fue más por los shows particulares, o por el teatro, que ya no da hablar de ciertas cosas.

—En los personajes de Fabregat, los varios Fabregat, ¿qué rol juega la improvisación?

—Abundante. Donde siempre improvisé menos fue en la tele, pero hace 15 años o no sé cuánto que hago radio, y nunca tuve un papel con guion adelante. Yo no soy muy autor, soy más de guionar la estructura, porque me divierte más ese desafío de más o menos armar algo en la cabeza y ver cómo sale, que el que sea una cosa repetitiva. Es bastante extraño. Entonces en estos tiempos en que el sketch armado perdió frescura, hasta yo mismo me sorprendo.

—Pasados algunos días de la polémica de La mesa de los galanes y Rivera, ¿qué reflexión personal te quedó?

—En su momento me reí de la bestialidad de Rafa (Cotelo) porque sé que el contexto Campiglia siempre fue salvaje, ofensivo. Y los que se escuchaban burlados entendían ese juego. En el caso de Rivera lo que pasó fue una ofensa a toda una población que se sintió dolida, y es totalmente comprensible. Yo no quiero entrar en el debate de la libertad y los actores, porque si uno se siente ofendido está en todo su derecho, pero yo escuché a un abogado en televisión decir: “Lo que dice un personaje lo piensa el intérprete”. Y es medio bravo eso; el Rafa no piensa eso. Yo, haciendo personajes, muchas veces opino cosas que son lo opuesto a mí, para marcar lo que está mal. Bueno, uno de los denunciantes terminó, en entrevista con (Luis Alberto) Carballo, haciendo lo que denuncia.

—¿Se viven distintas estas situaciones mediáticas cuando, si bien tenés cada vez más pantalla y aire, sos tan perfil bajo?

—Es una de las ventajas de no tener redes. Es cierto que cuando uno está en este laburo tenés que fumarte que mucha gente te odie y piense que tus programas son una basura. Pero este es un tiempo de tanta virulencia que poner un mensaje en redes es como escribir en un muro de la ciudad. No tengo redes porque no quiero leer el veneno; sé que el veneno está, pero prefiero que esté lo más lejos posible. Diego González fue trending topic el otro día por la llegada a TV Ciudad, y por supuesto, siempre que hay alguien de los medios ahí es porque lo están matando.

"Este es un tiempo de tanta virulencia que poner un mensaje en redes es como escribir en un muro de la ciudad"

Pablo Fabregat

—En ese caso puntual, una de las discusiones involucró a l comunicador Ariel Pérez, que se quejó de las pocas oportunidades en los medios. Desde el pluriempleo, ¿qué contacto tomás con esa realidad?

—Camilo (Fernández), que trabaja con nosotros en la radio, siempre cuenta que una vez me encaró en un ómnibus, me dijo que le gustaría trabajar en radio, y yo le di para atrás como dicendo: “¡olvidate, en Uruguay no hay chance!” En este país el amiguismo y el nepotismo es insólito... Hace dos semanas, Roberto Canessa en Algo que decir dijo algo fuerte: que en este país, para poder avanzar en algo, tenés que llamar a un amigo. Un poco es así. Yo entré a los medios por dos profesores de facultad que me llevaron, Gustavo Rey y Alexandra Morgan, y después de que tuve ese tarro, nunca busqué nada: todo fue porque me buscó alguien. Ahí hay algo de suerte y de haber superado la primera etapa, que es la más difícil. Pero después ves que es mucho más difícil para gente que fue a la UTU o a la Udelar o que hizo cursos. Hay un doble discurso, como el de aquellos que dicen: qué poca televisión nacional que hay, y empieza un programa nacional y no lo ven o lo arruinan; o: “ay, siempre los mismos están al aire”, pero esa misma gente cuando empieza alguien nuevo, no acompaña. Pero tampoco se abren puertas. La gente dice: “cómo los medios cubren estas cosas”, y vas y las noticias más vistas son las peores del portal.

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