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Nueve consejos de El Gran Gustaf sobre la vocación, la dedicación y la entrega

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Gustaf en el ciclo Inspira de El País. Foto: Darwin Borrelli

CHARLA

El actor, guionista, monologuista y más, protagonizó la tercera charla del ciclo Inspira de El País

Es Gustaf a secas o El Gran Gustaf, aunque su cédula dice Gustavo Lorenzo Perini Paredes, y está festejando 25 años de trayectoria artística. Es actor, monologuista exitoso —en diciembre actuará en el Antel Arena—, es maestro de ceremonias cuando la ocasión lo requiere, conductor de programas de radio, guionista, creador de personajes y en ese curriculum largo, resalta aquel Atilio Capanga que compuso para una campaña publicitaria de El País, y quedó en la memoria colectiva de los uruguayos.

Gustaf estuvo recientemente en el ciclo de charlas Inspira de El País, e impartió algunas lecciones, con su habitual estilo teatral, que repasamos.

1. El humor como misión

Lo único que tengo claro como ser humano, en mi vida, es para qué vine. En lo demás, soy un flan de inseguridades, de miedos. La gente piensa que porque me subo a un escenario antes de un clásico o para 20.000 personas, soy valiente, y yo sufro de ataques de pánico antes de salir. Pero es mi misión, así haya uno mirándome. Yo vine a esto y lo tengo que hacer a toda costa”.

2. La coherencia con uno mismo

“En esto, hay momentos en los que estás en la cresta de la ola, y momentos que no. Entonces yo tengo una especial dedicación cuando alguien se me acerca, y también con los que me siguen y van. Porque como vengo del hambre artística, de salir a actuar en un boliche y que fuéramos tres en el escenario y dos en una mesa, siempre pienso que no va a ir nadie. Y cuando veo los teatros llenos, me emociona mucho”.

Gustaf en el ciclo Inspira de El País. Foto: Darwin Borrelli
Gustaf en el ciclo Inspira de El País. Foto: Darwin Borrelli

3. El trabajo en equipo

“Trabajo con un equipo que son mis amigos, con los que recorremos todo Uruguay y charlamos mucho. Pero no son gente que esté dentro del mundo del teatro: son gente que tiene un sentido común, que son sabios a su manera y que me vieron actuar muchas veces, entonces son críticos muy severos conmigo. Y cada vez que presento mi próxima obra, lo hago en un asado, donde ellos me dicen: ‘esto ya lo hiciste’, ‘esto no va a rendir’. Se piensa que es un trabajo muy solitario, pero en los shows grandes hay hasta 50 personas trabajando”.

4. El sobreponerse a los obstáculos

“Hay otra dimensión, tal vez por la adrenalina que uno genera. La adrenalina cura, a nivel físico. Yo he llegado a actuar hasta con otitis; caminaba antes de la función, me venía el bombazo de dolor y perdía el equilibrio. He actuado en condiciones que tal vez nadie podría pararse. Pero acá es otra dimensión: es el lugar donde yo soy más feliz en el mundo. Actuar, para mí, es terapéutico, y es peor el dolor que siento al no hacerlo, que haciéndolo estando diezmado físicamente. Porque lo único que me voy a llevar cuando me vaya de este mundo, es el resonar de la platea riendo”.

5. El enfrentar las críticas

“Siempre sé lo que quiero hacer y estoy muy empapado. El principal autocrítico soy yo; soy alguien muy exigente y eso me genera muchos problemas físicos y mentales. Yo sé muy bien lo que hago; es horrible que lo diga, pero es así. Pero el humor es tan subjetivo, que el hilo entre ser un genio y ser un imbécil es según la subjetividad de alguien. De hecho, Chaplin se presentó a un concurso de imitadores de Chaplin, ¡y salió cuarto! Entonces hay gente a la que le pareceré un crack, y a otra que le pareceré un estúpido. Yo sabía lo que quería hacer con Teatro Trash, y sabía que a determinado público no le iba a gustar. Y en un diario me publicaron toda una página diciendo barbaridades de mí, y mi madre estaba cocinando y lo leyó. Estaba haciendo el guiso y le salió del alma decir que el crítico era un zapallo. Y hace una pausa y dice algo genial: ‘Y ni siquiera zapallo, porque el zapallo es noble’. Entonces yo hice un manifiesto del Teatro Trash, y el quinto punto es que íbamos a aceptar cualquier tipo de críticas, menos la de zapallo, porque el zapallo es noble”.

6. Las lecciones de ir hacia adelante

“Debuté dentro de un monólogo de Alberto Restuccia. Era en trasnoche, y Alberto decía cosas a nivel filosófico y político que hacían enojar a la gente, y la gente se levantaba, gritaba y se iba. Y en medio de eso, yo actuaba. Y era muy importante, para mí, que la gente pagara una entrada. Yo no pude dormir esa noche, y esperaba el sermón de mi maestro. Y Restuccia se acerca con un vaso de whisky, y dije: acá viene el sermón. Y me acuerdo que me miró y me dijo: ‘Cuando te toque, no te cagues’. Y me quedó grabado, porque es una metáfora: así hayan 60.000 o 10, uno tiene que ir adelante y comérselos”.

7. El entregarse al otro

“Uno no sabe el viaje del espectador, de dónde viene, si va a curarse esa noche. Una terapeuta me mandaba enfermos terminales, que siempre tenían algo rojo colgado. Ella me decía dónde se sentaban, y teníamos que chequear si se reían. Así que el viaje del que va a una función de teatro, para mí, es sagrado: es la única vez capaz que te ven, y la función tiene que estar perfecta. Tiene que ver con el servicio: es brindarse”.

La periodista y editora Silvana Nicola entrevistó a Gustaf para el ciclo Inspira de El País. Foto: Gustaf en el ciclo Inspira de El País. Foto: Darwin Borrelli
La periodista y editora Silvana Nicola entrevistó a Gustaf para el ciclo Inspira de El País. Foto: Gustaf en el ciclo Inspira de El País. Foto: Darwin Borrelli

8. La dedicación hacia la vocación

“Yo sé capaz se ganan tres pesos, pero si el tipo ama lo que hace, esos tres pesos, dentro de poco se van a convertir en 10. Porque yo perdía, ponía de mi plata para ir. Pero sabía, cuando llovía torrencialmente a las cuatro de la mañana y el 181 pasaba 04.05 y se me mojaba todo el vestuario, que un día yo me iba a tomar un taxi. Pero era la derivación de la pasión y del amor que yo ponía en eso. Era innegable que a mí me iba a pasar algo bueno, yo estaba condenado. Yo actuaba en Nunca Jamás, en julio, 10 grados, y había dos borrachos y uno encima estaba drogado, y podía elegir suspender la función, pero no la suspendía, porque todo está conectado”.

9. El humor como salvación

"Hay un montón de cosas que hago para que, con el hecho y la palabra, me curen y me salven primero a mí, y por ende, la energía sea expansiva para los demás. Pero sí, el humor salvará al mundo. Yo quiero que me entierren en la cancha de Fénix, que estén dos ahí charlando, se acuerden de mí y uno le diga al otro: ‘Sí, el humor salvará al mundo’”.

PERSONAJE

La historia detrás de Atilio Capanga

“Atilio fue en 2002, hace 17 años. Salió un domingo 25 de agosto, en plena crisis”, repasa Gustaf sobre un personaje que marcó su carrera artística, y le dio alcance nacional. Atilio Capanga era aquel “winner” de barrio que había ganado un auto gracias a los diarios numerados de la época; personaje que salió de un largo casting, que llevó un año y que parió a esta creación que incluso fue probada en Argentina. Se sabe, 17 años después, que Capanga fue un éxito, al que le aportó mucho la frescura y espontaneidad de Gustaf, que llegó a improvisar en el día de rodaje y a agregar aquello de que estaba “sulfateando la parra”, un chiste que, años después, un artiguense le comentó que entendía a la perfección.

“Creo que el personaje pegó tanto porque la gente estaba muy triste”, evalúa ahora Gustaf. “Me acuerdo que cuando estaba negociando el contrato y las condiciones, estaba todo aquello de las hordas, y yo iba arriba del ómnibus en el viaducto, y la gente de los comercios se paraba en las puertas porque iban a ir las hordas a saquear todo. Y nunca llegaron. Pero había mucha tristeza, y el punch del personaje fue que iluminó y generó una identificación”.

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