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Murió la actriz argentina Libertad Leblanc, la “rival de Isabel Sarli”

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Libertad Leblanc

OBITUARIO

A los 83 años, y luego de varios problemas de salud, falleció el jueves por la tarde en su casa

Libertad Leblanc
Libertad Leblanc. Foto: La Nación/GDA

Después de atravesar varios meses con problemas de salud, murió anoche la actriz Libertad Leblanc a los 83 años, según confirmó su asistente y enfermera.. En marzo pasado le habían dado el alta en el Hospital Rivadavia, pero su estado era muy delicado. Su hija Leonor había viajado en ese momento al país, ya que vive en Suiza, para estar cerca de su madre y ahora, ante esta triste noticia, está organizando todo a distancia y viendo si puede regresar para despedirse de ella.

En cualquier buena historia, como en la vida, la figura del antagonista es imprescindible. Incluso suele suceder que por momentos eclipsa a su contraparte y adquiere un total protagonismo. Libertad Leblanc saltó a la fama en la década del 60 como “la rival de Isabel Sarli”. La morocha y la rubia, la tímida y la atrevida, la sumisa y la rebelde, una “grieta” cinematográfica que a Libertad le venía muy bien para equipararse a su compañera, que para fines de la década le llevaba media docena de películas de ventaja y otros tantos escándalos mediáticos.

Aunque Libertad siempre relativizó esta construcción a fuerza de contrastes, lo cierto es que fue ella quien pergeñó el asunto, como campaña publicitaria para el estreno en Venezuela de la película La flor de Irupé (1962): “Como no había un centavo para la promoción se me ocurrió poner en el afiche la frase ‘Libertad Leblanc, la rival de Isabel Sarli’. A ella no le molestó, con el que sí tuve problemas fue con Armando (Bó). No lo hice por hacer daño, lo hice para imponer mi nombre, y lo logré”. La bronca fue tal, que la actriz rechazó lo que tal vez hubiera sido el proyecto más recordado de su vida: una película junto a Sarli que se iba a llamar El agua trajo la sal. Pero claro, como Bó se empecinó en dirigirla, la rubia no quiso saber nada.

Sin embargo, las similitudes -para bien y para mal- terminaban ahí. Porque si Sarli necesitó de un Armando Bó para cimentar su imagen de culto, Libertad siempre se las arregló sola, convirtiéndose en su propia manager y construyendo paso a paso su carrera, tanto en la Argentina como en Latinoamérica; pero eso sí, no perdiendo de vista que hasta el último día de su vida, dentro y fuera del set, tenía que ser una femme fatale. 

Libertad María de los Ángeles Vicich Blanco nació un 24 de febrero, algunos dicen que en 1936, otros que en 1938, en la localidad rionegrina de Guardia Mitre. La alegría de su llegada se empañó menos de un año después cuando su padre fue asesinado. La actriz escribiría mucho tiempo después: “Ay padre, por que te quitaron de mi lado, no teniendo yo ni un añito aún. Nunca pude superarlo. ¿Por qué no pude disfrutar de tu abrazo y tu ternura? La vida empezó para mí castigándome. Mi madre me contó que las mujeres te perseguían y que muy frecuentemente para su llanto y angustia te dejabas alcanzar. Desde niño te llamaban ‘Cara de ángel’. Te mataron y nunca se supo quién fue”. Junto a la madre, fue su abuelo materno quién le brindó la figura paterna que nunca olvidaría: “Español, con sus maravillosos ojos oscuros, apasionados, en una cara de finos rasgos y piel muy blanca. Abuelo hiciste de padre. Te amaré siempre y nunca te olvidaré”. 

Por temática y actitud, las películas de Leblanc siempre estuvieron en la lupa de la censura ejercida por Miguel Paulino Tato. Ella recordaba: “Él cortaba los desnudos, los pegaba y se los llevaba a su casa. Por lo menos, Isabel tenía a un Armando Bó que la defendía. Yo estaba sola. Sufrí mucho la censura. Lo agarré al miserable de Tato una vez, y lo arañé todo. ‘Sáquenme esta loca’, decía”.

Sarli lo tenía a Armando, pero Libertad era su propia manager, productora en varios de sus films, y hasta distribuidora. Nadie la iba a entender mejor que ella misma, y por eso de muy joven decidió que de su carrera no se ocuparía nadie más. Y así fue, porque en la vida de “la diosa blanca”, los hombres estaban para otra cosa.

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