Nuestra columnista analizó lo que significa la salida de la actriz del reality show.

El lunes no fue un día cualquiera en la historia de la televisión. El lunes Juana Viale, la nieta de Mirtha Legrand, quedó eliminada de “Bailando por un sueño” tras perder en la votación telefónica con una tal Celeste Muriega (mucho gusto).

Y eso es muy importante por muchos motivos que ya pude analizar seriamente y se los voy a contar. Primero, porque quedó demostrado que no está “todo arreglado”, como muchos creen. ¿Quién le aporta más a este show, una actriz famosa o alguien cuyo mérito es ser “la mujer del amigo de Maradona? Si estas votaciones estuvieran digitadas por los villanos de Ideas del Sur, Juanita tendría que haber seguido hasta estar por lo menos entre las mejores 10 parejas. Porque además bailaba muy lindo, pobre.

Segundo y más importante: porque triunfó la mediatización de los tiempos que corren. Celeste Muriega no es más que una cara bonita; si viviera en Uruguay le dirían ni-ni, aunque ya esté un poco viejita para eso. Y Juana Viale es una chiquilina transparente.

Tinelli nunca logró sacarle nada de chusmerío ni logró hacerla entrar en ninguna pelea durante el concurso. Viale apenas usó la pantalla para decir que ya no estaba de novia con Chano (cuando todo aquello del accidente, de lo que por suerte dejamos de hablar) y para confirmar su romance con uno que se llama Diógenes.

No se prestó para el escándalo y trató de ganarse el cariño de la gente siendo como es, sin venderse al precio de la necesidad. Y además defendió su sueño, porque este programa se suponía que tenía como máximo fin cumplir un sueño.

¿Qué consiguió? Que el público la rechazara y terminara premiando a una del montón. Que el público no encontrara en la autenticidad una virtud sino un defecto, y prefiriera las sonrisas falsas y la poca ropa. Porque lo otro que nunca hizo Viale mientras estuvo bailando fue mostrar la cola, y terminó pagándolo de esta manera.

columna farandulera