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Afecto, cariño y firmeza

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Hermenegildo Sábat. Foto: Darwin Borrelli.
Archivo El Pais

Semblanza

Semblanza a cargo del editor de El País Cultural, Laszlo Erdelyi

Hermenegildo Sábat. Foto: Darwin Borrelli.
Semblanza sobre Hermenegildo Sábat a cargo del editor de El País Cultural. Foto: Darwin Borrelli

Siempre estuvo, de visita o por teléfono, comentando la última edición de El País Cultural. Colaboró en dos etapas. En la época de Alsina Thevenet y, años más tarde, cuando le pedí en más de una oportunidad alguna ilustración. La mecánica era simple, sin vueltas: llamaba a su despacho del diario Clarín de Buenos Aires, el que quedaba al fondo de la redacción sobre la calle Piedras, y luego de los afectuosos saludos tomaba nota. “Kafka, bien”, decía. O “Un Onetti con sombrero, ¿te gusta?” Horas más tarde llegaba la ilustración por email, pronta para publicar. En alguna visita a ese despacho, al que se llegaba tras ingresar por la calle Tacuarí, tuve en mis manos los originales de esas ilustraciones. Sobre un papel de buen gramaje se apreciaba el trazo firme, la pincelada justa, o la paleta de colores temperamental, deliberada, como sucedió con la ilustración del escritor soviético Vasili Grossman, de quien sólo comentó, al pasar, “notable lo que hizo, enfentarse a Stalin y no morir en el intento”. Porque le importaba, sobre todo, la postura ética frente al poder. Allí Menchi me hizo reír o indignar con alguna de sus anécdotas sobre el peligroso mundo político porteño. Las preferidas tenían como centro a Cristina Kirchner, que por momentos parecía ser la archienemiga de todos los caricaturistas del mundo. Otra figura recurrente era Juan Carlos Onetti. Lo recordaba de una visita a su apartamento en Madrid, donde Juan Carlos le propuso bajar a tomar un café. “Entramos, y había una pareja joven sentada en un rincón, charlando” contó, divertido, con los ojitos brillantes. “Nos sentamos, Onetti me miró y empezó a recrear bajito el supuesto diálogo que la pareja estaba manteniendo, como sólo un gran escritor podía hacerlo. Inolvidable”.

Como él. Afectuoso y leal como pocos, sabía que cierto periodismo rema a contracorriente. Por eso siempre ofreció una mano firme para sostener los remos.

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