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El oficio más lindo

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Iris Play, la voz que narra la novela homónima que firma Mercedes Estramil, es una escritora entreverada que tras idas y vueltas en una vida regular, terminó trabajando como crítica literaria para estar más o menos en contacto con ese universo que tanto la fascina y la angustia, el de la literatura.

Y cuando empieza a rodar en ese trabajo, Iris Play asegura tajante y sin filtros en un capítulo llamado "La lección de Carson": "ya con varios meses de crítica literaria en mi currículo, he podido extraer algunas enseñanzas. Más enseñanzas que dinero, eso seguro. Desde ya les digo que si quieren ser vilipendiados, pobres y ególatras, se dediquen a esto".

Iris Play comete constantes sincericidios en su relato, en los que muchos periodistas culturales pueden sentirse reflejados. Incluso le debe pasar a la propia Estramil, que además de escritora hace reseñas literarias para El País Cultural. Decir lo que uno piensa de la obra de otro, cuando el trabajo lo exige, es una tarea muy dura.

Hay cierto placer en hacerlo, hay un esfuerzo por encontrar las palabras para tratar de reflejar sensaciones que muchas veces son más físicas o emocionales que racionales, hay un cuidado porque eso quede coherente y pase la prueba del editor y de quienes lo lean antes de que el diario se imprima.

Hay también un vínculo extraño con la palabra "crítica" porque ¿quién puede trabajar de crítico? ¿Dónde se hace la licenciatura? ¿Es un oficio que sólo pueden ejercer aquellos que ya llevan demasiados años en esta tarea? ¿No podemos decir, en vez de crítica, que lo que hacemos es un comentario, una opinión, un vistazo? Lo de "crítica" condiciona al periodista y también al lector, que si no comparte la opinión ya tendrá de dónde agarrarse para comenzar el ataque letal.

El lunes publiqué una crítica/reseña/comentario del último disco de Abel Pintos, en la que traté de poner en perspectiva su recorrido para convertirse en uno de los artistas más importantes de Argentina de hoy. Más allá de gustos personales, Pintos es un profesional indiscutido y talentoso, que como si fuera poco es éxito comercial. ¿Qué más se puede pedir?

A la mañana siguiente amanecí con el descargo de un grupo de fanáticas, que usando el gran dedo inquisidor de estos tiempos —o sea Twitter— me hizo saber de su disgusto entre ironías, especulaciones e incluso hasta algún "insulto".

Si internet se convirtió en un gran espacio de libertinaje donde hay mucho de opinión y agresión y poco de respeto y tolerancia, el periodismo se convirtió en uno de sus protagonistas preferidos. Pero cuando nos vendieron que era el trabajo más lindo del mundo con García Márquez a la cabeza, nadie nos advirtió de su ingratitud, ni de que aunque todo se escriba con respeto, la devolución puede no tener el mismo tono. Por suerte Estramil creó a Iris Play, para que no nos haga sentir tan solitarios.

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