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Dos voces de la experiencia afroamericana

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D'Angelo y Kendrick Lamar en sendos discos.

Los recientes asesinatos de varios ciudadanos negros en lugares como Ferguson y Nueva York y la conmemoración de los 50 años de la marcha que partió desde la ciudad de Selma —retratada en la película homónima, nominada al Oscar— pusieron nuevamente en el foco de atención el tema racial en Estados Unidos.

Ambos discos reflejan, a su manera, las tensiones que todavía marcan las relaciones entre negros y blancos en ese país. DAngelo salió en diciembre del año pasado con su primer disco en 14 años (el anterior, Voodoo, sigue siendo uno de los más reverenciados discos del soul de los últimos tiempos).

El título del álbum, y la tapa, ya dan la pauta que se trata de un comentario sobre ser negro en Estados Unidos. Un discurso incluido en la canción "1.000 Deaths" remite directamente a la reinvidicación de la negritud, recordando que Jesús nació entre gente de tez bastante más oscura que lo que habitualmente se ve en el retrato de Jesús en la iconografía occidental. Musicalmente, DAngelo continúa casi exactamente ahí donde Voodoo terminaba hace 14 años: un soul denso, intenso y cargado de instrumentación y arreglos vocales.

Con un enfoque menos sensual que en Voodoo, el cantante, guitarrista y compositor teje intricadas mantras que van y vienen del pasado al presente, aunque la mirada hacia lo clásico predomina. A veces, la voz y la guitarra de DAngelo parecen poseídas por los espíritus de Jimi Hendrix y George Clinton, con Prince haciendo cercana compañía, como si estuviera entre la banda que acompaña al protagonista. El resultado es un disco que a veces suena como un río que desborda funk, soul y rock, con DAngelo acompañando cada corriente de ese río.

Lamar, en tanto, fue a buscar al jazz eso que no se halla en la mayor parte del hip-hop más difundido actualmente: excentricidad y personalidad. Su ronca voz —que a menudo escupe rimas iracundas—, contrasta con las a veces sutiles (a veces, desesperadas) intervenciones de su banda: unos jóvenes músicos de jazz que con sus teclados, vientos y cuerdas le dan un aire de ensoñación a buena parte del álbum. Como si las rimas de Lamar flotaran en la neblina de una madrugada de su ciudad, Los Angeles.

El disco, con casi 80 minutos de duración, es un intricado tapiz de una multitud de referencias musicales, entrelazadas por la áspera voz del rapero, y la sofisticación de su banda.

D`ANGELO /KENDRICK LAMAR

D’Angelo: "Black Messiah", compuesto y producido por D’Angelo, Questlove, Pino Palladino y James Gadson. Kendrick Lamar: "To pimp a butterfly", compuesto y producido por —entre muchísimos otros— Kendrick Lamar, Pharrell Williams, Sounwave y Terrace Martin.

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D'Angelo y Kendrick Lamar en sendos discos.

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