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Un viejo blues que aún hace recordar

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Jorge "Flaco" Barral. Foto: Ariel Colmegna

Jorge Barral se presenta mañana en la Sala Zitarrosa.

La flacura de Jorge Barral es genética. Dice que su padre era incluso más delgado y un poco más alto, que su hermana también es así, y que no hace demasiado por mantener esa diminuta y estilizada figura. Ahora, con 70 años, sale caminar para bajar una “pancita” inexistente, pero bien puede pasarse horas o días encerrado en el estudio que tiene en su casa en España. Es un ritmo de vida al que su pareja, que lo acompaña en esta vuelta a Uruguay, ya tiene asimilado.

“Supongo que trato de ser feliz a cada momento”, dice Barral con una sonrisa cuando le pregunto cómo hace para estar así: radiante, enamorado eternamente de la música después de un derrotero que tuvo mucho de bueno, y algo de malo.

Despeja así cualquier duda sobre ese título de after hippie que se autoimpuso: no es sólo su pelo largo y canoso sujetado con una colita, o la camisa estampada que sale sobre su buzo de hilo. Es cómo ha elegido encarar este recorrido que arrancó en una Montevideo gris que a principios de los años setenta se sacudió con el rock de Opus Alfa y Días de Blues, y que sigue hasta ahora con un proyecto personal que es el que lo trae de vuelta a su país, donde no toca “más o menos formal” desde hace unos 20 años.

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“Estoy realmente sorprendido por el cariño y el respeto, que te pone los pelos de punta”, dice con acento español Barral, que desde que llegó a la ciudad no paró: al momento de esta entrevista había ido a ver al power trío Oro, a Rossana Taddei y Daniel Bertolone en vivo, y tenía previsto seguir con Santiago Montoro.

Barral anda con su chaturangui, una slide guitar hindú que lo acompaña a todos lados y que estará mañana en la Sala Zitarrosa. Tocará a las 21.00 acompañado de una banda local, y las entradas están en Tickantel y boletería a $ 500.

Este show coincide casi con una reedición en vinilo del material de Días de Blues y Opus Alfa (se concretará en breve), y junto con la edición de un disco solista de Barral que quedó archivado hace 43 años, por causa de la dictadura. Después él se fue a España, para no volver.

—Para mucha gente seguís siendo "el de Días de Blues", "el de Opus Alfa". ¿Te llevás bien con eso?
—Por supuesto, yo no reniego nunca de mi pasado. Hemos hecho cosas muy interesantes y guapas como para renegar de eso. ¡Qué voy a renegar, si era un pedazo de trío el que teníamos!

—Fueron cosas muy modernas las que hicieron en ese momento, también con Opus Alfa. Después el rock uruguayo se fue quedando en el tiempo.
—Lo que pasa es que en esa época se experimentaba mucho. No ibas buscando ganarte la vida sino disfrutar de la música, porque no se ganaba dinero. Yo tenía que hacer artesanías para poder subsistir, entonces realmente lo hacías porque te apetecía. Una de mis razones para irme fue que me di cuenta que, con dos grupos con los que habíamos llegado a un nivel digámosle aceptable, no podía vivir de ello, entonces dije: aquí no puedo seguir porque voy a terminar dejando la música, y eso no lo dejo ni loco.

—Lo curioso es que, tanto Días de Blues como Opus Alfa, fueron dos bandas que duraron muy poco, para la huella que dejaron.
—Un año y poquito cada una duraron (se ríe). A mí me sorprende que hayan dejado esa huella, que hoy día me escriban para decirme que van a grabar un tema mío.

—¿Te pasa mucho?
—Muchísimo. “Dame tu sonrisa loco”, por ejemplo, lo han grabado un montón o lo han usado para alguna cosa.

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—¿Cómo recordás aquella época? ¿Cómo era salir a tocar con Días de Blues u Opus Alfa?
—Salir a tocar con Días de Blues era una gozada. Con cualquiera de los dos grupos, pero Opus Alfa era más concreto y arreglado, y en Días de Blues había arreglos pero había mucha libertad. Quizás era más disfrutable para el músico, no sé si para la gente. Entonces era un goce, tocar y lo que generaba. Nosotros éramos más libertarios que lo que pedían libertad; estábamos en otra explosión y recogíamos el ambiente un poco hippie, donde yo estaba como pez en el agua. Siempre he creído en el amor, en el respeto, en todos esos valores que hoy día no hay. Hoy digo que soy after hippie, pero en mi interior sigo siendo la misma persona: no ha cambiado un ápice mi forma de pensar.

—Y lo que seguiste haciendo luego de eso tiene cierto espíritu hippie: son canciones que transmiten emociones, que te dejan de buen humor.
—Qué bueno. Yo cuando compongo no busco nunca nada, hago lo que me salga. De repente me voy a acostar y se me viene un cacho de letra, o voy en un autobús y se me ocurre algo y lo anoto. Pero trato, más que expresar alegría, expresar libertad, que es otra cosa distinta. Yo puedo estar en un régimen militar que sigo siendo libre, no me coarta nada. De hecho yo llegué a España cuando todavía estaba Franco.

—¿En qué artistas reconocés esa libertad?
—En Oro, que lo fuimos a ver y encontré algo de lo que teníamos nosotros en aquella época: fuerza, imaginación. Hablan por la Espalda también tiene algunas cosas, Rossana Taddei también tiene mucho hippismo (se ríe).

—¿Te adaptaste fácil a España?
—Yo cuando me fui dije que no volvía. Creo que el problema de la adaptación es cuando haces colonia. Para mí no fue nada difícil, aunque
tuve un encontronazo con la cultura catalana y me fui de ahí. Ya en Menorca me la pasé muy bien, en el medio del campo, y en Madrid ya fue coser y cantar.

—¿Qué te aportó artísticamente Madrid?
—Muchísimas cosas. Estuve en Azahar, un grupo de rock sin batería que era muy flotante, muy en el estilo de las cosas que estoy haciendo hoy día. Lo quiero cantidad a Madrid, es mi tercera patria, lo defiendo y estoy totalmente integrado.

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—¿Estuviste atento a lo que pasaba musicalmente en Uruguay?
—Una vez que empezó internet, claro. Yo estoy enterado de todo, más que nada sobre el rock, el blues y cosas por el estilo. Ya hay otras cosas, como música latina o candombe, estoy a medias.

—De este fenómeno de la cumbia pop no te llegó nada.
—Nada, no tengo idea. Es como que yo apago esa parte; si alguien viene y me presenta algo, lo escucho con respeto, pero no lo busco. Cuando buscas es cuando encuentras cosas que te puedan interesar.

—¿Y qué pensás del desarrollo que tuvo el rock uruguayo? ¿Puedo asumir que alguien que estuvo en el arranque de todo, esperaba que pasaran otras cosas?

—No, porque hay una involución general. Si miras lo que hoy hay en la música española, salvo excepciones, el 90 por ciento está haciendo tributos, que hay de lo que quieras. Vienes aquí y es lo mismo, salvo excepciones. En Madrid, por ejemplo, hay muy poca gente que haga blues en castellano, lo demás es todo tributo o copia de. Entonces veo que es general, creo que hay un parón creativo.

—Siempre hablás de tu carrera como un viaje. ¿Ese viaje, a dónde crees que va?
—Hasta que dure. No sé a dónde va, yo no voy buscando nada. Mi objetivo es hacer, disfrutar los momentos, y encima me ha dado resultado.

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Jorge "Flaco" Barral. Foto: Ariel Colmegna

MÚSICABELÉN FOURMENT

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