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¿Qué es de la vida de Sinead O'Connor, la cantante que "mató" su carrera en los 90?

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Sinead O´Connor

En qué anda

Convertida al islamismo, la intérprete de "Nothing Compares 2 U" tiene disco nuevo y libro de memorias en la que da su versión de cuando rompió una foto del Papa en la televisión estadounidense

Sinead O’Connor está sola y así es como quiere estar. Pasa la pandemia en un pueblito de montaña irlandés, viendo programas de crímenes, comprando online adornos para su jardín y viendo noticias en CNN. En una tarde nublada, luce un hijab azul sobre su cabeza afeitada y un cigarrillo en la mano, y cuando se inclina sobre su iPad dentro de su invernadero de vidrio, parece sellada herméticamente en su pequeño mundo.

“Tengo suerte porque disfruto de mi propia compañía”, dijo. Su cabaña es decolores brillantes y saturados donde la diosa hindú Durga extiende sus ocho brazos sobre una manta en un acogedor sofá de cerezo.

O’Connor es una de las caras más icónicas de la cultura pop. Si recuerdas dos cosas sobre ella, es que saltó a la fama con ese largo primer plano en el video de “Nothing Compares 2 U”, y que miró fijamente una cámara de Saturday Night Live, rompió una foto de Juan Pablo II y mató su carrera.

Pero ella no lo ve así. Todo lo contrario. Ahora escribió un libro de memorias, Rememberings, que cuenta la historia desde su mirada. “Siento que tener un número uno descarriló mi carrera”, escribe, “y que romper esa foto me volvió al camino correcto”.

O’Connor se veía a sí misma como una punk. Cuando trepó en los rankings, quedó atrapada. “Los medios me hacían pasar por loca porque no actuaba como se suponía que debía actuar una estrella del pop”, dice ahora. “Me parece que ser una estrella del pop es estar en una especie de prisión. Tienes que ser una buena chica”. Y eso, justamente, no es Sinead O’Connor.

“Loco” es una palabra que ensucia la cancha. Es una forma diferente de referir a las enfermedades mentales, sí. Pero también una etiqueta resbaladiza que tiene poco que ver con cómo funciona el cerebro de una persona y mucho que ver con cómo es recibida culturalmente. Llamar loco a alguien es la mejor técnica de silenciamiento. Le roba su propia subjetividad.

Para cuando O’Connor apareció en SNL, en octubre de 1992, ya había sido tildada de loca por boicotear los Grammy, en los que estaba nominada a disco del año y negarse a tocar “The Star-Spangled Banner” antes de sus conciertos (porque los himnos nacionales “no tienen nada que ver con la música en general”). Pero con lo del Papa su reputación quedó magullada.

“No lamento haberlo hecho. Fue brillante. Pero muy traumático”, dice. “Abrió a la puerta a que me trataran como una loca”.

Poco después de la presentación, O’Connor apareció en un concierto tributo a Bob Dylan, y cuando la multitud la abucheó pensó que se burlaban de su atuendo. Joe Pesci amenazó con golpearla en un monólogo de SNL, y en el mismo escenario, Madonna se burló de ella. Fue condenada por la Liga Antidifamación y la Coalición Nacional de Organizaciones Étnicas alquiló a una aplanadora para aplastar cientos de sus álbumes. El Washington Times la llamó “la cara del odio” y Frank Sinatra la llamó “una piba estúpida”.

Ahora, las memorias de O’Connor llegan en un momento en que la cultura se ve ansiosa por reevaluar viejos juicios. El comentario principal del episodio “Behind the Music” de O’Connor en YouTube es: “¿Podemos decir que tenía razón?” Pocos náufragos culturales han sido más reivindicados: el abuso sexual infantil, y su encubrimiento dentro de la Iglesia Católica, ya no es un secreto. Juan Pablo II finalmente reconoció el papel de la iglesia en 2001, casi una década después del acto de O’Connor.

Aún se afeita la cabeza ella misma cada 10 días. “Simplemente no me siento como yo cuando tengo pelo”, dice. Por lo general, ahora usa un hiyab encima; se convirtió al Islam hace varios años y comenzó a llamarse Shuhada Sadaqat. Escribió la primera parte de sus memorias en 2015, pero después de someterse a una histerectomía y “un colapso total”, como dice en el libro, le tomó tiempo volver al proyecto.

Pasó seis años entrando y saliendo de centros de salud mental (el libro está parcialmente dedicado al personal y a los pacientes del Hospital Universitario de St. Patrick) y ahora tiene algo de claridad sobre cómo funciona su mente: principalmente, que tiene problemas postraumáticos de trastorno por estrés y trastorno límite de la personalidad. Su dificultad para recordar el período posterior a la SNL también es producto de un trauma. “Fueron 10 años muy solitarios”, dice.

Hace un par de años, el productor irlandés David Holmes se acercó a O’Connor y le preguntó si haría un disco con él sobre la curación. “Es una persona increíblemente compleja y nunca debería ser juzgada”, dice Holmes. “No hace nada para tratar de lastimar a nadie. Ella es simplemente Sinead, y abre su corazón. Su álbum No Veteran Dies Alone saldrá a la venta a finales de este año. El sonido etéreo de O’Connor ha adquirido un trasfondo atractivo y crudo.

Está feliz de estar sola, con su jardín y sus cigarrillos Mayfair y sus iPads y su “novio imaginario”, Taye Diggs, para hacerle compañía a través de episodios de “Murder in the First”. “No he tenido mucho éxito en ser novia o esposa”, dijo.

Pero hace unos meses, cuando se mudó a su remota cabaña, descubrió que varias mujeres solteras vivían cerca. Pronto llegaron un par de ellas ofreciendo pan y bollos, y se encontró con un grupo de amigas por primera vez desde que era adolescente.

El problema de publicar un libro de memorias es que ha obligado a O’Connor a revivir su pasado, y eso puede ser una experiencia traumática, incluso si estimula un ajuste de cuentas cultural. “En la montaña, como yo lo llamo, nadie puede olvidarse de Sinead O’Connor”, dijo. Pero en el pueblo, a nadie le importa, “lo cual es hermoso para mí”, dijo. “Es encantador tener amigos”.

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