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Víctor Heredia: "Me merecía el exilio porque milité"

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Víctor Heredia. Foto: Francisco Flores.

ENTREVISTA

El 3 de septiembre, Víctor Heredia celebra 50 años de carrera en el Auditorio Nacional del Sodre; antes del show charló con El País

"Hola, hijito. Te felicito, amor. ¡Qué capo! Bueno, mi amor, después te hablo. Cuídense. Chau”, escucho decir a Víctor Heredia en la conversación telefónica que interrumpe el comienzo de esta entrevista con El País. “Hay ebullición en mi casa porque a mi hijo, que está en la sexta profesional (del club Defensores de Belgrano), lo llamaron para jugar en la quinta y en el último partido hizo tres caños y dos goles. Está contentísimo”, me explica con una sonrisa de padre orgulloso. Una mañana de jueves, el argentino me recibe en un hotel de Punta Carretas con lentes negros —“Me levanté hace rato”, se excusa con una sonrisa—, una bufanda de color blanco y negro, y una campera oscura. 

Tras algunas anécdotas sobre Fernando “Lobo” Núñez, a quien había ido a visitar a su casa-taller el día anterior (“Coincidimos en el festival de Varadero en el ‘84 y nos divertimos mucho”), y Hugo Fattoruso (“Cada vez que va a Buenos Aires los músicos nos apiñamos para ir a verlo”), la charla deriva en el recital que ofrecerá el 3 de septiembre en el Auditorio Nacional del Sodre. Esa noche, el argentino repasará 50 años de carrera y los 35 años de “Todavía cantamos”, uno de sus mayores éxitos.

La etapa retrospectiva en la carrera de Heredia comenzó en el verano de 2017, cuando se cumplieron cinco décadas de su actuación en el Festival de Cosquín. En esa época, el cantante tenía 19 años y ganó el premio Revelación Juvenil por su interpretación de “Para cobrar altura”, una de las canciones más inspiradas de su carrera. 

“La escribí cuando tenía 15 años”, recuerda, sentado en la sala del hotel. “¿Por qué mierda escribí eso? Yo no tenía la capacidad para hacerlo”, dice. En seguida recita un fragmento de la letra: “Quiero volverme tiempo, / Para no pasar nunca / Quiero volverme viento / Y llorar en tus montañas / Quisiera ser ceniza / Blanca y sutil ceniza / Para cobrar altura / Y que el viento me reparta”. “Puta madre, 15 años. Te sorprende y te pone en un lugar casi mágico, milagroso”.

Esa y otras 27 canciones —como “Todavía cantamos”, “Razón de vivir” y “Sobreviviendo”— fueron las que Heredia reversionó para los dos discos de 50 en vuelo, un proyecto que incluye nuevas versiones de sus clásicos, cantadas junto a 43 músicos latinoamericanos. La lista de invitados incluye a Joan Manuel Serrat, Silvio Rodríguez, León Gieco, Ricardo Mollo, Miss Bolivia, Abel Pintos, Liliana Herrero y Teresa Parodi. Cuando le pregunto qué siente al contar con invitados de diferentes generaciones, Heredia me responde con una sonrisa: “Eso me pasa por ser viejo. No hay remedio”.

Hablando sobre los participantes de los dos discos, el músico relata una anécdota sobre Abel Pintos, con quien grabó “Canción de agosto”. Cuando tenía 14 años, el cantante de “La llave” se acercó a Heredia para pedirle consejos para escribir canciones. “Si querés escribir, vas a tener que leer”, le respondió el músico y le recomendó la obra de 20 autores latinoamericanos (como Arlt, Benedetti, Borges, Cortázar, Girondo y García Márquez).

“Años después me lo encuentro —él ya había empezado a cantar— y me dice que ya había leído todo”, recuerda Heredia. “¿Ahora qué hago?”, le preguntó Pintos. “Seguí leyendo”, le respondió y le recomendó El recurso del método, de Alejo Carpentier. “Tiene una riqueza idiomática y lingüística tan extraordinaria que lo vas a tener que leer con un diccionario al lado. Yo lo leí 17 veces y sigo encontrándole nuevos sentidos a las palabras”, dice.

“La lectura enriquece tu lenguaje y cuando escribas vas a poder tener una infinidad de opciones”, explica Heredia. “Lo que uno necesita cuando compone es encajar en una métrica determinada, y cuando no tenés la palabra justa te pasás de ritmo y parece que está todo colgado con alfileres”. Mientras que habla sobre la importancia de la lectura, el celular de Heredia suena insistentemente en el bolsillo de su campera. En un momento, lo saca y pide disculpas. “Me están escribiendo todos los compañeros militantes”, dice. “Hay mucha conmoción en Argentina”.

—¿Cuál es tu grado de militancia política en la actualidad?

—Tengo 72 años y ya no tengo la capacidad física ni el tiempo para hacerlo, pero sí desde la canción porque emito opinión. Pero milité y puedo decirlo con todas las letras. Me merecía el exilio porque milité. Milité para que me persiguieran, para que me amenazaran porque era joven y tenía toda esa fuerza. Milité desde la canción, desde el Sindicato de Músicos y desde la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. Uno no merece ni la censura ni el exilio, pero si hice algo para que me eso suceda fue en ese momento. Hoy, desde la canción tengo una actitud de conservar la mirada que yo, como ser humano, tengo sobre el derecho de los hombres, de la democracia del continente.

—Estás celebrando los 35 años de “Todavía cantamos”. ¿Recordás cómo fue el momento de la composición?

—Sí, cómo olvidarlo. Tuve una hermana desaparecida en julio del ‘76 junto con su marido. Ella estaba embarazada de cinco meses y cuando desaparece, yo estaba con una amenaza muy seria de la triple A y tenía que irme del país. Aguanté hasta el ‘78 porque un año antes mi viejo no se bancó la situación, tuvo un ataque y murió. Nos quedamos solos, mi vieja y yo, cuidando a mi sobrina Yamila, de 2 años, que había perdido a sus padres en el secuestro. Después, en el ‘78 me fui a España porque me obligaron. “Te la van a dar”, me dijeron. Volví a pedido de mi madre porque dijeron que había noticias de los chicos, pero era mentira. En el ‘80 me tuve que volver a ir porque los directivos de la compañía que grababa se habían enterado de que yo estaba en una lista de exterminio. Me llevaron a España y después a Roma. Cuando volví, mi vieja me volvió a llamar y me dijo que parecía que los chicos estaban en Mar del Plata. Ese intento también fracasó y mi vieja empezó a decir: “Ya está”. Yo le insistía: “No, todavía podemos seguir”, y me quedó el “todavía”. Un día agarré la viola y salió: ”Todavía cantamos, todavía pedimos”. La canción empezó a rodar y se transformó en un himno. Para mí, componerla fue una catarsis de toda esa situación.

encuentros

Mates y charlas con Alfredo Zitarrosa

“Cada vez que vengo a Montevideo me agarra nostalgia”, asegura Víctor Heredia. Uno de los responsables de esta sensación es la ausencia de Alfredo Zitarrosa, un músico del que fue amigo durante años. “A Alfredo lo conocí en España, en un concierto que se hizo por el Partido Comunista Español. Luego volví a cruzarlo en México y nos vimos en Argentina”, relata. El compositor de “Todavía cantamos” recuerda que cuando Zitarrosa vivía en Argentina, solían encontrarse. “Éramos casi vecinos y yo me iba a matear con él de vez en cuando”, dice. “Alfredo es uno de los tipos que marcó camino, y lo marcó bien. Sostuvo con un esfuerzo inclaudicable su ética y su mirada. Nunca aflojó”.

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