LA PROPIA DISCOTECA
Un canon musical personal. Hoy: "Rain Dogs", el disco de 1985 de Tom Waits
Era una de esas tarde de siesta mal dormida que uno acompañaba con Concierto al sol, el programa de Alfonso Carbone que duraba siete horas, los sábados y los domingos. Allí,, como quien no quiere la cosa y gracias a Guillermo Baltar, el periodista de referencia para aquella generación, escuché “Clap Hands” y ahí me enteré que ese tipo de voz rara era Tom Waits, y que el disco se llamaba Rain Dogs. Y resultó la mejor cita a ciegas del mundo: nunca había escuchado algo así, y estaba buenísimo.
A esa altura -1985- Waits, un tipo de cara larga y aspecto siempre descuidado, tenía una década y media de carrera. Había empezado como un cantautor de influencia beatnik que combinaba jazz con poesía de personajes secundarios de la prosperidad de las grandes ciudades. Desde esa base había deconstruido su música, hasta convertirla en una mescolanza de Kurt Weil, Nueva Orleans, jazz, blues, rock and roll y una teatralidad malsana. Sus discos pasaron de ser un remanso a un aquelarre.
Vistas, hoy, algunas de las cosas que haría después, Rain Dogs está a medio camino. Tiene una gran balada como “Downtown Train” que después haría Rod Stewart, canciones que recuerdan a su primera época (“Hang Down Your Head”, “Tango till They’re Sore”, “Time”, el country rock de “Blind Love” con la guitarra de Keith Richards), y territorios salvajes como “Cemetery Polka”, “Singapore” y “Jockey Full of Bourbon”.