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"Nada te invita a salir a la calle"

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Estará en Montevideo, en el Auditorio Nacional Adela Reta, recién en septiembre, el domingo 27 y lunes 28: pero las entradas ya están a la venta y él aclara, al rematar la entrevista con El País, que vendrá con mucho gusto, con ganas, no como un punto más de su agenda.

El veterano cantor de protesta español, autor de himnos de la canción popular, como "Palabras para Julia", "Andaluces de Jaén", "A galopar", llega con un espectáculo especial que armó el año pasado para celebrar sus 80 años y los 50 años de su primer disco.

—¿Cómo se elige un poema para musicalizar?

—Cada letra tiene su música. Pero eso no creo que nadie te lo pueda explicar, incluso García Lorca lo dice, que la inspiración la tienes o no la tienes, te viene o no, te visita o pasa de largo. Pero explicarla es casi imposible. Y luego de las musas viene la decisión de si eso va o no a misa: es uno quien decide si es una inspiración de bajo nivel o una buena inspiración. Y entonces ahí intervienen tus criterios, tú eres quien corta el bacalao, aunque allí también intervienen tus vivencias personales.

—¿Y usted cómo empezó en el universo de la canción?

—Bueno, hasta los 14 años he vivido en caserío con vacas y bueyes, donde solo se hablaba euskera: y cuando me mandaban a cuidar vacas al monte, iba y volvía cantando; también iba a la escuela cantando. Siempre me gustó cantar. O sea que es una afición que la llevé siempre dentro, y era cantar por cantar, porque me gustaba. Pero en París, al descubrir al más grande trovador del mundo, Georges Brassens, capté su mensaje profundo. Y ahí entré en la fe de la canción.

—¿Pero hoy la canción de protesta ocupa otro lugar en el gusto del público?

—No creo, lo que pasa es que está el público que sigue ese tipo de canción, que la busca, y la encuentra, y por otro lado la evasión total de todo tipo de mensaje, sea musical, plástico, literario, del tipo que sea. Porque hay un abandono total de lo que es el alma del individuo. Por suerte la canción de protesta en Latinoamérica todavía existe. Es un lugar con ganas de cambiar. Pero aquí está todo americanizado, en España, en Francia, es un horror. Cantando el inglés: es lo último, es la bajada de pantalones absoluta. Estamos en esa: qué quieres que te diga. Y ahora los cubanos negociando con los norteamericanos, y presentándolo como una conquista…

—Usted conoció a Salvador Dalí…

—Sí, yo estaba haciendo el disco de Lorca, y eso cayó en manos de una chica que se lo mostró, le hizo escuchar las canciones de Lorca. Y como él fue muy amigo del poeta, eso le tocó un botón sentimental, y me ofreció hacer algo para ayudarnos para la salida del disco. Se nos ofreció para dibujar, y así se hizo. O sea que tuvo un gesto agradecido hacia Lorca, de recordarlo.

—Y también a Yupanqui...

—Es como mi segundo padre. El primero es Brassens y el segundo Atahualpa Yupanqui. Otro de los más grandes cantautores del mundo. Nos conocimos y él era como mi hermano mayor, tuvimos una relación muy sentida, muy profunda.

—¿Era un hombre tan grave como las letras de algunas de sus canciones?

—Bueno, no era un hombre de ir tirando cohetes por la vida. Su vida estaba basada siempre en profundidades, en profundizar en las cosas. Buscó siempre los misterios de la vida. Quizá todos lo buscamos: él logró encontrar trocitos de ese misterio en sus canciones. Tuvimos una amistad muy fraternal, muy cálida, hasta que se nos murió, en Nimes.

—¿Qué lugar ocupa Francia en su carrera?

—Te diría que ocupa el primer lugar, porque me tocó vivirla desde los 14 años, hasta los 40. Toda mi juventud la he vivido en Francia, observándola, viviéndola. Y siempre que pienso en Francia pienso en la libertad: es el país que más representa la libertad.

—¿Qué recuerdo tiene del Mayo Francés?

—Un recuerdo amargo. Allí empezó el declive de toda una generación: por esa puertecita se metieron los ingleses y los americanos, y nos han jodido a todos.

—¿Le molesta que el público siempre le pida las mismas canciones?

—Sí, pero eso es meterse donde no le llaman a uno. Si no he cantado A galopar, parece que no hubiera estado allí. Me gustaría que me pidieran otras canciones, porque he hecho muchas. Quizá algunas canciones mías las han oído una o dos veces, pero siempre se quedan con las que le llegan a lo más profundo.

—¿Finalmente eligió Cataluña como su lugar para vivir?

—Sí, por eso yo digo que a nivel de vivencias yo me considero vasco, catalán o francés, y también de los países y regiones que yo quiero. Siento por ejemplo, una simpatía enorme por Andalucía, por su arte, por sus canciones, por el cante jondo, que es el cante más sagrado que hay. Y también por orden de simpatía, Uruguay está presente en mí, y Argentina, y Colombia. Son países por los que tengo un sentimiento fuerte.

—¿Qué lo vincula a Uruguay?

—Me une a ese país el carácter de los uruguayos, no sé, me siento como arropado cuando voy a Uruguay. Es un lugar donde me siento tranquilo, donde siento que me puedo sentar y no decir nada, y que no te van a juzgar porque no has dicho nada. No sé cómo explicarte.

—¿Qué recuerdos tiene de este país?

—Recuerdo cuando canté en el Teatro Solís, y siempre digo, aunque a los uruguayos no les gusta que lo diga, que Montevideo es la capital más fea que conozco, pero la más simpática. Lo digo con toda la simpatía del mundo. Cuando se los digo me quedan un poco mirándome, de abajo hacia arriba.

—¿Su éxito estaba escrito, no podría haber sido de otra manera?

—Bueno, todos los éxitos han podido ser o no ser. El éxito es que coincides que cantas las cosas que mucha gente está esperando, deseando, incluso adivinando. Es así.

—¿Cómo es su método de trabajo?

—Lo contrario de disciplinado. No tengo esa disciplina de fijar que de tres a cuatro hago esto, y de cuatro a cinco lo otro. Imposible. Pero a lo mejor, lo que no hago de cuatro a cinco, lo haré de siete a ocho, no sé. Pero lo hago. Tengo consciencia que uno le tiene que dedicar su tiempo a una cosa que a uno le gusta, y que uno quiere que salga bien. Yo lo hago, aunque muchos lo harán mucho más disciplinadamente que yo.

—¿Cómo es su vida cotidiana, es hogareño?

—Vivo bastante hogareño últimamente, porque es casi un acto de inconsciencia salir a la calle. Yo vivo en una calle muy transitada, y abro la puerta y pasan los coches rápido, que parecen cocodrilos, o tiburones que vienen a por ti. Y no es una imagen esquizofrénica: es una locura la vida moderna, todo mecanizado, el ruido, la gente que habla a los gritos. Ese vacío que notas, que culturalmente a la gente le importa un carajo. Nada te invita salir a la calle, ni pasearte, ni las conversaciones de la gente.

—¿Y qué hace, escucha música?

—Sí, claro. Me gusta escuchar la canción, que puede ser de griega, polaca, rumana, y latinoamericana, claro. Todo tipo de música donde haya una verdad. Y cada vez más me gustan los músicos franceses: Claude Debussy, Gabriel Fauré, Erik Satie, Maurice Ravel. Sobre todo los impresionistas franceses, son los que me llegan al corazón.

Un espectáculo de los vínculos con los países.

Festejando sus 80 años y los 50 años de su primer trabajo discográfico, Paco Ibáñez canta a Lorca y Góngora, el artista creó Vivencias, que el pasado el 10 de noviembre lanzó en le Thétre des Champs Elysées, de París, y que en los próximos meses presentará en gira por la región.

"Vivencias son canciones que hablan de lo que he vivido, y de los países por lo que tengo gran sentimiento. En el espectáculo canto en euskera es porque mi madre era vasca y porque hasta los 14 años he vivido en caserío con vacas y bueyes donde solo se hablaba euskera. Y como he vivido en Francia mucho tiempo, canto algunas canciones en francés. Y como ahora vivo en Cataluña, canto también en catalán".

"Me acompañará un guitarrista flamenco, que tiene con ese instrumento una afición profunda, y que me acompaña muy bien en las canciones de García Lorca. Y espero que si está por entonces Daniel Viglietti en Montevideo, cantaremos juntos alguna canción".

Se presentará el domingo 27 y lunes 28 de setiembre, a las 21 horas, en el escenario mayor de Mercedes y Andes. Las entradas anticipadas están en TickAntel y valen $ 2150, $ 2000, $ 1450, $ 1150 y $ 780.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Foto: Archivo.

Paco IbáñezCARLOS REYES

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