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Los muchos sonidos de un maestro

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Charly García. Foto: La Nación / GDA
RODRIGO NESPOLO/LA NACION - DSF290410CHARLY5 - ESP - ESP - Entrevista con Charly Garcia Rodrigo Nespolo /La Nacion 19abr10 - BUENOS AIRES - ARGENTINA - RODRIGO NESPOLO D:\Users\dborrelli\Desktop\422794.JPG
RODRIGO NESPOLO - STAFF - RODRIG/RODRIGO NESPOLO/LA NACION

El anuncio de un nuevo disco y un libro son excusas para hablar de un maestro.

Como si fueran necesarias excusas para recordar a un genio, han coincidido razones para hablar de Charly García. Por un lado, el festejo de sus 65 años en el que se lo vio vivito y cantando, lo que es bastante. Nos ha dado varios sustos.

Y está la confirmación de que grabó un disco con material nuevo, el primero en, por lo menos, seis años y el primero desde que Ramón Ortega le hiciera una intervención que lo llevó a la rehabilitación de las drogas ilegales. Hay unanimidad en que esas costumbres le estaban haciendo muy mal a su estabilidad emocional, su salud y su higiene personal, y no hay tanta unanimidad en el resultado que esa recuperación tuvo en su presencia artística. Un nuevo disco puede callar a los escépticos.

Y además está la salida de un libro que analiza con rigurosidad Yendo de la cama al living, su primer disco como Charly (antes fue Charlie; después sería Say No More, un símbolo) y de cuya edición se cumplen 35 años en 2017. Fue un disco que inició un período de alta creatividad propulsada por la autoconciencia de estar haciendo algo soberbio. El libro, firmado por el periodista y escritor argentino Martín Zariello, permite entender ese disco y su coyuntura aportando una perspectiva sobre toda una carrera. Está, además, muy bien escrito.

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Un hombre grande.

Darse cuenta de que García tiene 65 años, que lo operaron de la cadera y que ya no es aquel flaquísimo irreverente, sino un señor de raro peinado viejo y movilidad complicada: vaya momento para un fanático. Pero sí, Charly García cumplió 65.

Son, además, unos 45 años de carrera de un artista que —como definió Fito Páez hace poco señalando la foto de tapa de Yendo de la cama al living— no hay otro en el mundo. Esa constatación de uno de sus alumnos más dilectos, es de las pocas veces que el chauvinismo argentino está en lo cierto: Charly García es único en su especie. "Acá yo soy el jefe", recuerda Zariello que le dijo a Bruce Springsteen en el festival de Amnesty de Buenos Aires, y tenía razón.

"Estar con Charly es como vivir en un mundo sin relojes, donde poco puede saberse de antemano aunque, en general, el carácter divertido es protagonista", le dijo a El País, vía mail, Fernando Samalea, integrante de la banda de García desde 1992 y autor de Qué es un long play, libro en el que recopila historias del rock argentino. "Siempre tiene algo nuevo para mostrarte, como quien voltea un naipe y muestra una carta valiosa. Se sabe ganador indiscutible porque sus canciones tienen con qué".

García siempre fue, además, un tipo raro, un outsider vocacional. Niño más o menos rico de virtuosismo clásico en el piano, se volvió vocero de una generación de adolescentes melancólicos gracias a Sui Generis, dúo folk rock que aportó clásicos como "Confesiones de invierno" y "Canción para mi muerte". El dúo (a Nito Mestre le tocó ser Garfunkel) evolucionó en el rumbo de García hacia una pretenciosidad que invadiría a su siguiente banda, la fugaz y transicional La Máquina de Hacer Pájaros.

Con Serú Girán, su siguiente grupo, tuvo aciertos: una integración perfecta (los históricos David Lebón y Oscar Moro, el recién llegado Pedro Aznar); un jazz rock con vocación pop y un puñado de discos formidables. Fue el gran grupo de rock argentino de fines de la década de 1970 y uno de los más grandes de todos los tiempos.

Fue en 1982, después de la disolución de Serú Girán, que García, que por entonces era un treintañero, grabó Yendo de la cama al living. Técnicamente es la mitad de un disco doble completado con la banda de sonido de Pubis angelical, la película de Raúl de la Torre sobre novela de Manuel Puig.

El subtítulo del libro de Zariello "El triunfal ingreso de Charly García en los años 80", es justo porque triunfal es el adjetivo que aplica. En ocho surcos, García se metió en la modernidad y arrastró con él al renuente rock argentino. Y le dio banda de sonido a ese período en donde la crisis postraumática de Malvinas se cruzaba con la alegría no solo brasileña del retorno a la democracia. "Es un disco de García en medio de la guerra", escribe Zariello.

Eso queda explícito en "No bombardeen Buenos Aires", un certero retrato de su época en el que se cuelan The Clash, los gurkhas, los viejos de la TV y los obreros que "hacen masa en la plaza como aquella vez", mientras García reclama que "no bombardeen Barrio Norte". Su capacidad para la descripción de situaciones es más relevante que su oído absoluto, su promocionado don.

El álbum incluye dos grandes éxitos que también explican la coyuntura personal y social: "Yendo de la cama al living" y "Yo no quiero volverme tan loco", otro de sus himnos generacionales. El disco no está en Spotify aunque se puede escuchar íntegro en YouTube; el libro de Zariello está en librerías uruguayas y es el primer volumen de un proyecto editorial que auspician el sello argentino La Edad De Oro y el uruguayo Perro Andaluz, y que se propone editar estudios sobre grandes discos de la música rioplatense. No bombardeen Barrio Norte es un comienzo muy auspicioso.

Y de ahí en más.

Yendo de la cama al living es, además, el principio de una década ganada que incluye la contundencia de tres discos: Clics modernos, Piano bar y Parte de la religión y de toda una etapa que se arrastra hasta La hija de la lágrima, su disco de 1994. En 1996 editó Say no more y ya no fue el mismo.

Ahí está el García autodestructivo en un momento lleno de intensa musicalidad que quedó muchas veces apisonada por el concepto Say No More, una combinación de autoindulgencia, experimentación sonora y riesgo personal que arrolló su música y su personalidad pública. Pero allí hay cosas como ese llamado de auxilio de "Influencia", "Asesiname", "El aguante", "Alguien en el mundo piensa en mí", "Tu vicio", grandes canciones en discos desparejos. Sus viejos fanáticos osaron perderse esa etapa. Pero fue la puerta de ingreso a García para recién llegados.

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"Creo que hay muchas etapas brillantes y que siempre fue él, aunque sus cambios fisonómicos y estéticos nos hagan pensar que Charly es varias personas a la vez", le dijo Zariello a El País. Esa es la esperanza ante el nuevo disco, el primero de este García emprolijado pero errático que se ha limitado a recorrer su repertorio en recitales ambiciosos. Desde 2014 que no se presenta en vivo.

De ese nuevo disco se sabe poco. Podría, tal vez, llamarse Random. "Estamos escuchando las nuevas canciones de Charly. Se viene discazo donde canté, qué privilegio hermoso", escribió la más chica del clan Ortega, Rosario, para confirmar la noticia.

En la foto que acompañó ese mensaje se lo ve a García recostado, y a Fabián Von Quintiero tocando el bajo. En el disco también participa Samalea y la banda chilena que viene acompañando a García.

Un compromiso tan severo con su arte siempre tiene un precio. García lo ha pagado y ahora viene por más. Y siempre hay que darle la bienvenida a esa clase de gente: son los imprescindibles.

"Un demonio de alta alcurnia".

"Vi la presentación de Yendo de la cama al living en el estadio de Ferrocarril Oeste y fue un antes y un después", cuenta Fernando Samalea, miembro clave de la banda de García de 1992. "A lo largo de las décadas, cautivó generación tras generación. Parece un demonio de alta alcurnia, con algo de Conde Drácula y no exento de ternura.

Al hablar, pone mayor o menor énfasis en determinadas palabras, intercalándolas con onomatopeyas, movimientos de manos, levantamientos de cejas y expresiones dignas de un tablado teatral. Si insinúa no ser comprendido por la mayoría, encoge sus hombros de manera graciosa. En su órbita, siempre está sucediendo algo importantísimo".

TRES PREGUNTAS A MARTÍN ZARIELO


El autor de No bombardeen Barrio Norte habla de su vínculo con la obra del músico argentino y sus intenciones con este reciente trabajo editado.

1.¿Cuándo fue la primera vez que escuchaste a Charly García y por qué elegiste Yendo de la cama al living?

La primera vez que escuché Yendo de la cama al living tenía 15. Me compré una edición en la que los dos discos (Pubis angelical y Yendo...) estaban en un mismo CD. Yo conocía muchos temas (casi todos son clásicos) así que lo que más me llamó la atención fue la banda de sonido de la película de Raúl de la Torre. No tenía idea de que Charly había hecho ese tipo de música y me gustó mucho. Me pareció que ese disco sintetizaba la obra de Charly y a Charly mismo como figura que interviene en la cultura argentina.

2. El libro excede la limitación de repasar un disco y se convierte en una biografía. ¿Era tu intención?
?

Antes de escribir este libro sobre Yendo de la cama al living, yo tenía la idea de escribir un libro sobre Charly. No me salió ese proyecto y al poco tiempo el editor Horacio Roque Di Pietro me propuso escribir sobre un disco determinado, entonces yo aproveché para incluir ahí algunas ideas, hipótesis y arbitrariedades que pienso sobre su carrera. La intención no era exactamente hacer una biografía, pero sí había un objetivo: que el libro tratara sobre el disco pero a la vez sobre toda la obra de Charly.

3. ¿Cómo ves al Charly post-Palito?

Creo que la idea fue recuperar un nivel de profesionalidad que Charly había desterrado en la época Say No More (aunque dentro de ese “caos” había un orden). Los resultados son discos y shows donde se revisitó el repertorio, todo en el marco de una banda que apoyaba y respaldada el momento de Charly. Creo que se ganó en prolijidad y se perdió en espontaneidad y frescura, algo entendible. El hecho de que Charly no toque en vivo desde 2014 y prepare un disco solista implica, de alguna manera, que la etapa post Palito terminó.

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Charly García. Foto: La Nación / GDA

CHARLY GARCÍAFERNÁN CISNERO

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