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Un show vistoso con pizcas de rock

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Además de cantar, Fher charló bastante. Foto: Martín Pereira
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Supongo que nunca entenderé por qué Maná no se dedica al rock, con el nivel de músicos que tiene y con el goce que evidentemente les provoca ese género.

Cuando el protagonismo recae sobre el guitarrista Sergio Vallín, él se va hacia el borde de la pasarela a desparramar virtuosismo con llamativas escalas de metal, que rebotan por todo el Estadio Centenario. Y qué decir de Alex González. Por más exhibicionista que sea, es un baterista excelso y el verdadero showman del grupo mexicano. El solo de 10 minutos (más, menos, sin exagerar) que hace en una plataforma que lo eleva varios metros sobre el piso del escenario, ya justifica el precio de cada entrada: es simplemente bestial.

El bajista Juan Calleros hace un trabajo impecable durante todo el show, sacándole una sonoridad a su instrumento que sorprende.

Maná tiene, si quiere, sonido y potencia rock, y todos los chiches que colorean un recital rockero: fuego, mucho fuego; calaveras inflables gigantes de ojos rojos y siniestros, pirotecnia.

Pero no es rock. Es un híbrido musical con letras muy románticas, que desde la primera a la última son coreadas en el Estadio Centenario por más de 12.000 personas que disfrutan de este, un espectáculo vistoso.

Maná iba a tocar el domingo pero por algunas cuestiones referentes al escenario, el show se pospuso para el martes. La banda salió a escena casi 50 minutos más tarde de lo previsto (demasiado), apenas después de que el expresidente José Mujica y la senadora Lucía Topolansky se ubicaran en primera fila.

"La prisión" abrió un set que, aunque se proponía presentar el disco Cama incendiada, se aferró bastante a los clásicos y a versiones bastante tradicionales.

"Gracias por la paciencia", dijo Fher Olvera en su primera interacción con el público. Arengó bastante toda la noche, regaló elogios en exceso a Uruguay, habló de su admiración por Mujica y se tomó un vino blanco (eso dijo) en su honor.

También subió a una chica al escenario para cantarle "Bendita tu luz", y a un joven (que resultó ser Bautista Mascia, de la banda de cumbia pop #TocoParaVos) a tocar "Me vale", un rock de protesta en el que el baterista toma la voz cantante.

En vivo Maná sorprende, con un espectáculo de primer nivel y los condimentos necesarios para que nadie se vaya defraudado. E incluso sorprende a los escépticos, porque suena muy bien y la puesta en escena es completa, vistosa, y llena el ojo.

Pero más allá de lo que se ve, al entusiasta público le gusta lo que se escucha. Las canciones de amor se suceden sin escalas (pasan de un tema bastante explícito como "Adicto a tu amor" a otro como "Eres mi religión", tan sentimental), y por lo menos más de la mitad del repertorio es sumamente popular y pegadizo.

En ese sentido, la segunda parte del recital fue la mejor. Después de "Clavado en un bar" y las llamas haciendo sentir el calor (todo literal) y el extenso solo de batería, los músicos armaron un set acústico y se remontaron a los orígenes. Y también así, sin tanta parafernalia y más cerca de la gente, lograron conectar y darle calidez a una noche algo fresca. Todo muy bien.

Maná [****]

Banda: Fher Olvera, Alex González, Sergio Vallín y Juan Calleros; Héctor Quintana, Fernando Vallín, Juan Carlos Toribio. Setlist: "La prisión", "Corazón espinado", "Adicto a tu amor", "Eres mi religión", "Cuando los ángeles lloran", "Qué ironía", "Mi verdad", "En el muelle de San Blas", "Me vale", "El rey", "Clavado en un bar", "Te lloré todo un río", "El reloj cucú", "Vivir sin aire", "Probablemente", "Mariposa traicionera", "Bendita tu luz", "Si no te hubieras ido", "Oye mi amor", "Labios compartidos", "Rayando el sol". Dónde: Estadio Centenario. Cuándo: Martes 8 de marzo.

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Además de cantar, Fher charló bastante. Foto: Martín Pereira

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