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"El Sabalero era muy tierno"

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Anke van Haastrecht. Foto: Marcelo Bonjour

Es una destacada estudiosa del cine, pero seguramente para los uruguayos siempre será la viuda de El Sabalero. Anke van Haastrecht visitó Montevideo para dar difusión a su libro Rebelión contra el poder, en el que analiza la carrera de la cineasta argentina María Luisa Bemberg.

Este material para amantes del cine argentino (que en Montevideo se vende en la librería El Galeón), dio pie para una entrevista en la que esta encantadora holandesa recordó su vida junto a un ídolo de la música popular uruguaya.

—¿Cómo viviste las exequias de El Sabalero, hace ya siete años?

—Horrible. Era difícil ser una persona pública en ese momento. Muy duro. Me acuerdo que un día fui con mis hijos acá en Montevideo a uno de esos mercados, y había una pantalla enorme con noticias, y nos estaban pasando a nosotros, esparciendo las cenizas en Juan Lacaze. Por ese mismo tiempo murió Néstor Kirchner, y yo veía las imágenes de su mujer Cristina, con grandes lentes oscuros. Y yo pensé, ‘tendría que haber hecho eso’.

—¿Cómo funcionaba esa pareja de un uruguayo y una holandesa?

—En algunos aspectos la cultura uruguaya y la holandesa no son tan distintas. Son dos países chicos, y José y yo nunca tuvimos problemas por las diferencias culturales. Por ejemplo, la familia es muy importante en el mundo latino, pero en mi caso también era así. Esa diferencia de culturas se notó más cuando llegamos en 1984 a la casa de su madre. Porque ella me decía, por ejemplo, "no podés colgar la ropa interior ahí porque la gente la ve". Pero eso era más con mi suegra: con José nunca sentí esa distancia.

—¿Cómo era la convivencia con él?

—Era lindísimo, lo extraño muchísimo. A veces él tenía sus giras, y eso era medio difícil, pero siempre que pude lo acompañé. Pero en la convivencia normal, a él le encantaba cocinar. Y tenía esa cosa que también tenía mi padre. José me preparaba un desayuno fantástico, aunque fuera a las seis de la mañana. Me hacía los sándwiches para que llevara al trabajo, y me sacaba la bicicleta del garaje, y la ponía afuera. José era un hombre muy tierno.

—Tu vida después de su muerte cambió muchísimo...

—Sí, quería morir yo también. Fue una muerte súbita, a distancia. Todavía lo siento horrible. Yo me jubilé hace un año, y entré otra vez en una depresión: porque teníamos tantos planes con él. Por suerte a la semana me ofrecieron otro trabajo. Pero es horrible la vida sin él.

—¿En algún momento te sorprendiste de la popularidad que él tenía en Uruguay?

—Sí, realmente. Porque él era muy discreto. Mi di cuenta de la dimensión de su popularidad aquí en Uruguay, con el regreso de la democracia. Bueno, primero cantó en Buenos Aires, en un lugar muy importante, y luego aquí, en el Estadio Franzini. Y me acuerdo una vez en Florida, que llegamos y había un anfiteatro lleno, todos esperándolo a él. Siempre supe que tenía mucho talento, pero la popularidad inmensa que tenía aquí en Uruguay, me di cuenta estando acá. Comer con él acá en un restaurante era imposible. Porque el dueño igual se venía a sentar a la mesa. Y eso que él en Holanda tocó en lugares importantes, como Paradiso, que es el templo del rock, donde iban los Rolling Stones. Pero esa cosa masiva que él despertaba, la conocía aquí.

—¿Ustedes en qué año se conocieron?

—En el 76, y nos fuimos a vivir juntos en el 79. Primero vivimos en Ámsterdam y después en México D.F., pero teníamos también una casa cerca de Cuernavaca. Porque yo tenía una beca del gobierno mexicano. Ahí Alfredo Zitarrosa lo ayudó mucho, porque México es un mundo muy especial. José tuvo mucho éxito allí: formó una banda y cantó por todos lados. Y yo cuando podía iba con él también. Había un tique para un bajo, y yo viajaba así. En México nos reuníamos en la casa de Zitarrosa, con Braulio López y otros amigos. Eran muy lindas esas reuniones, con música, asado.

—Y ahora lanzaste acá en Uruguay tu libro Rebelión contra el poder, sobre la cineasta argentina María Luisa Bemberg.

—Sí, me interesó cómo Bemberg creó mujeres fuertes, que no son caricaturas, sino de carne y hueso. Y que son ejemplo de combatir contra el poder. Eso me permitió combinar en mi análisis, género y poder.

—Tú que hacés análisis sobre arte, ¿nunca te pusiste a analizar las letras de El Sabalero?

—Nunca me animé a hacerlo. Pero hay algún trabajo sobre la obra de José, que justamente tiene una bibliografía con puntos de contacto con la de este libro. Pero conozco muy bien sus canciones, porque las tuve que traducir, cosa que era muy difícil. Aunque yo lo que no entendía se lo preguntaba directamente a él.

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Anke van Haastrecht. Foto: Marcelo Bonjour

ANKE VON HAASTRECHT

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