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El rock como el oficio más juguetón del mundo

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Un trío que luego de 35 años de carrera, aún tiene cosas para decir. Foto: Difusión

Una charla con Brian Ritchie de la banda Violent Femmes.

En la Montevideo de comienzos de la década de 1980, lo que hacía Violent Femmes era como llegado del espacio exterior: eran punks acústicos, irreverentes tradicionalistas, hablando en un idioma desconocido. Y nos encantaban.

Por eso es un alivio cuando en charla desde Auckland, Nueva Zelanda, su bajista Brian Ritchie le confirma a El País que Violent Femmes están activos, populares, con su clásicos vigentes y con disco nuevo (We Can Do Anything). Y que siguen haciendo esa música tan pegadizamente exótica que conquistó a aquellos fans adolescentes uruguayos.

"Violent Femmes nació como la combinación de tres individuos muy peculiares", dice Ritchie. "Todos los elementos de nuestra música provenían de la música tradicional estadounidense (el blues, el jazz) pero la hacíamos a nuestra extraña manera, y esa es la razón por la que sonaba, y aún suena, novedosa".

Esos tres tipos peculiares eran Ritchie, Gordon Cano (vocales, guitarra y composiciones) y Víctor De Lorenzo en batería, que se cruzaron en 1982 en Milwaukee. Un año después Violent Femmes ya tenía pronto su primer disco. Empezaba con "Blister in the Sun", uno de los grandes comienzos de un disco de rock y un clásico instantáneo. Difícil que les fuera mal.

Gracias a su originalidad y a la coyuntura del auge de las radios universitarias y una MTV que le daba lugar a la música alternativa, se convirtieron en un suceso. Durante 10 años editaron buenos discos que, encima, incluían canciones ominosamente seductoras. El cancionero de Violent Femmes incluye "American Music", "Gone Daddy Gone", "Old Mother Reagan", "I Held Her in My Arms", "Country Dead Song", "Jesus Walking in the Water". Con ese arsenal se hace fácil entender que hayan mantenido su vigencia durante 35 años con una feligresía constante.

"La música está buena y nos gusta tocarla juntos", dice Ritchie intentando explicar su permanencia. "Y tenemos una audiencia muy devota. Mi banda favorita son los Kinks y voy a verlos siempre, juntos o separados. Somos esa clase de banda: los que nos aman, saben tienen que vivir la experiencia. Pasa por la relación entre nosotros y la música, y el público y esa música".

We Can Do Anything ("Podemos hacer cualquier cosa") no es sólo el título de su nuevo disco, sino también un resumen de todos estos años de banda. Aunque navegaron en aguas turbulentas, el nuevo álbum los encuentra renovados (salió De Lorenzo, entró Brian Viglione) y con cierto perfil alto. Su show en el programa de Stephen Colbert, con el propio conductor cantando en escena con ellos, se hizo viral.

"Nada me sorprende", dice Ritchie. "Tenemos una larga carrera y nunca dejamos de ser populares, pero a veces nos va mejor y conseguimos cierta notoriedad. Lo de Colbert, por ejemplo. Y está bueno".

El disco fue grabado en medio de una agenda ocupada y en escalas en estudios de Milwaukee, Denver y Los Angeles, entre otras ciudades. A pesar de eso mantiene el espíritu burlón de sus viejos discos.

"Es verdad que cuanto más juguetona es nuestra música, es mejor", dice Ritchie. "Una razón para grabar en esas condiciones era imponer esa parte de juego en el procedimiento. La idea era divertirse".

—¿Cuál es el elemento divertido en canciones que vienen tocando desde hace más de 30 años?

—La única vez que las tocamos es en vivo y cuando uno ve a 1.000, 3.000, 30.000 personas divirtiéndose tanto, es difícil no disfrutarlas. Y si duraron tanto es que son buenas canciones.

Y no hay manera de contradecirlo.

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