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Con el rap como herramienta de conquista, poder y libertad

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Inquieto: el 20 de abril, Santi Mostaffá se presenta en Bluzz Bar.  Foto: F. Flores
Nota a Santi Mostaffa, rapero, ND 20170330 foto Francisco Flores - Archivo El Pais
Francisco Flores/Archivo El Pais

Con Santi Mostaffá, el rapero uruguayo entre Hollywood y el trabajo social.

Por la época en que se aprendía las canciones de Sui Generis que le gustaban a su padre, Santi Mostaffá seguramente quería ser, de grande, alguna de esas cosas con las que cualquier niño sueña: bombero, policía, astronauta, futbolista, superhéroe. Cualquier cosa, pero no rapero. No podía ni imaginarse que con 31 años tendría una canción recorriendo el mundo de la mano de un blockbuster que recaudó más de 500 millones de dólares en taquilla, ni que estaría tratando de empoderar a jóvenes privados de libertad con la que se convirtió en su herramienta.

El rap como lenguaje, como forma de vida, se le apareció por primera vez en forma de Illya Kuryaki and The Valderramas, y terminó de conquistarlo a mediados de los 90, cuando llegó la tele por cable a su casa, y con eso MTV y Eminem. Fue el quiebre definitivo.

Después aparecieron Dead Prez, Looptroop Rockers, Talib Kweli, Violadores del Verso, bandas y solistas con un mensaje que lo identificó, que decodificó y que, tal vez ahí sí, empezó a pensar en poder replicar.

Apareció también el skatepark del Buceo, un lugar que arropó a una "tribu" que como punto en común tenía la necesidad de no quedarse en casa. "Era muy así: juntarse, tomarse unos vinos, hacer unos freestyles, y de noche verse esos mismos en el toque de alguien", cuenta Mostaffá, que ahí ya empezaba a probar suerte con alguna banda y a cruzarse con los Dostrescinco y otras figuras de la escena hiphopera.

—¿Qué descubriste en el rap que no te había dado, por ejemplo, Sui Generis?

—Que era muy fácil decir lo que uno opinaba. Pensar palabras que rimen y juntarlas es fácil, cualquiera lo puede hacer; tocar un instrumento era mucho más difícil y yo era horrible para cantar. Entonces me parecía una forma accesible de decir cosas bastante complejas. En esa época había rap con un mensaje que estaba heavy.

Hay pasto en la grieta fue, cuando emprendió un camino en el rap por su cuenta, su primer disco. Lo editó en 2011 —"no tenía ni idea de lo que estaba haciendo", admite—, después de haber hecho el EP La máquina de sobaquear y tres años antes de su segundo trabajo, Pensamiento & Movimiento. Con eso instaló su nombre en la escena hiphopera local, y empezó a trascenderla.

Su discografía la completa Intratable, un compilado de esas tres grabaciones que fue editado en Estados Unidos por el sello Regalía, y que le abrió las puertas del mundo. La primera noticia que hizo ruido por acá tuvo que ver con que su canción "Es hora" sonó en un episodio de Fear the Walking Dead (spin off de TWD) y en otras series americanas; y ahora la novedad es que un tema suyo —"Las mil y una noches", con Contra las Cuerdas y Marcianos Crew— aparece en Logan, película que cierra la trilogía de Wolverine y que protagoniza Hugh Jackman. "Suena al principio, en una escena muy linda, y bastante rato", dice Mostaffá, y la sonrisa se le dibuja en un rostro todavía algo infantil.

Esto, además de la extraña experiencia de ir al cine y escucharse a sí mismo ("es un viaje", dice), le dejó rédito económico y una carta fuerte para tratar de abrirse paso a nivel internacional. "Es una exposición que para acá, para Uruguay, hubiera sido dificilísima si no fuera por el sello. Y laboralmente es muy interesante. Pero yo hago música porque hay cosas para decir, no para salir en Hollywood. Ni cerca", aclara el rapero que aunque se planteó instalarse en otro país donde el rap tenga más impacto que acá, terminó descartando la idea. "Creo que trataría de no irme a vivir a otro país pero buscaría la vuelta para tocar acá o allá", admite.

Y es que el rapero uruguayo que suena en Hollywood tiene, en Uruguay, una actividad que casi aparece en otro extremo: es parte del grupo Nada Crece a la Sombra e imparte talleres de rap en los centros Cerrito y Belloni de reclusión de menores (entre otros centros juveniles). Y en una hora de conversación, la pregunta de por qué hace este trabajo será la que más demorará en contestar.

"Tratamos de pensar en la rehabilitación ofreciendo algunas cosas que capaz, como está el sistema carcelario hoy, no se ofrecen, como la rehabilitación a través del arte", dirá luego de una larga pausa, "y tratamos de proponer. No creemos que seamos hadas madrinas que vayamos a cambiar la vida de nadie, pero tratamos de dar recursos, poner un granito de arena para colaborar con cierto cambio".

¿Y en qué más anda Santi Mostaffá? Prepara un show para el 20 de abril en Bluzz Bar y, mientras tanto, piensa en un disco nuevo. "Estoy tratando de encontrarme como un adulto de 31 años haciendo rap en Uruguay", confiesa, "lo cual es raro y difícil, me peleo bastante conmigo mismo. Estoy tratando de encontrarme con la explosión que está teniendo el rap en Uruguay, con la música que escuchan los jóvenes y con lo que escuché toda la vida. Y me está costando bastante".

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Inquieto: el 20 de abril, Santi Mostaffá se presenta en Bluzz Bar. Foto: F. Flores

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