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"Querencia", el disco que Nicolás Molina presenta en La Trastienda y que abarca todo

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Nicolás Molina. Foto: Leo Longo

SHOW

El músico rochense presenta su último disco, el primero sin Los Cósmicos, este sábado en La Trastienda. Antes conversó con El País

Querencia es un disco, el tercero de Nicolás Molina y el primero editado sin Los Cósmicos, que condensa un montón de momentos de la vida del rochense. Y por eso merece ser celebrado. Este sábado a las 21.00 en La Trastienda, Molina reunirá a un montón de músicos que son parte de su recorrido —su banda nueva, Los Cósmicos, sus amigos de La Foca, Florencia Nuñez y Paul Higgs y J. Yabar— para presentar Querencia, sí, y para revivir los anteriores El desencanto y El folk de la frontera.

Por un lado, Querencia es un disco de crisis, que “empecé como catarsis, y ahora ya pasó a ser homenaje”, cuenta Molina a El País. “Mi viejo se suicidó y en Castillos, hubo personas que empezaron a hablar cualquier cosa. Entonces me empecé a dar cuentas que ese tipo de cosas se viven totalmente diferentes en un pueblo chico”, cuenta quien, a la hora de grabar, intentó enfocarse en “lo bueno”, pero también se encargó de criticar a su modo: a través de las canciones. “La gente habla y habla demasiado. Son las ratas del pueblo, qué poco ilustradas”, dice en “Volver al mar”, sin demasiados rodeos.

Por otro, es un disco de renovación. Molina tuvo que dejar atrás a su banda, Los Cósmicos, porque cada vez había más demanda de shows y cada vez era más difícil alinear agendas e intenciones artísticas. “Emma, para mí, es la persona que hace que el proyecto se llame Molina y Los Cósmicos. Cuando ella me dice que no puede seguir, es cuando digo que no voy a tocar más con la banda”, cuenta. Una vez asumido eso, tocó buscar una nueva forma, y allí aparecieron el baterista José Nozar (Buenos Muchachos), el tecladista Pablo Gómez (Buceo Invisible; casi que coproductor en este nuevo trabajo), Marcelo Alfaro (La Hermana Menor) y el cósmico Sebastián Arruti en bajo.

“Por el bajista, no había discusión”, dice entre risas: “Dejo la música si el Ripi no toca más”.

Es, también, el álbum que le permitió irse a Tuscon, Arizona, a mezclar con Craig Schumacher (Calexico), que ya había hecho El folk de la frontera pero a la distancia. “Esta vez fue un tire y afloje salado”, dice y añade: “Confié en él y me parece que está buenísima la mezcla, pero fue complicado, y tuve que retocar cosas en Uruguay. Fue una experiencia rarísima, pero ahora escucho el disco y, para mí, para ser un disco que grabé sin acondicionamiento acústico en mi casa, y grabamos las baterías en Sondor en seis horas, se suena todo”.

Querencia también es la pieza que lo puso de nuevo en el mapa internacional. El castillense que ya ha recorrido festivales del mundo, volverá en 2020 a South by Southwest en Estados Unidos; a Música de Rua y Paraíso do Rock en Brasil; y está en conversaciones para otros eventos en Argentina. ¿Y en Uruguay? Será de la partida de Serenadas, el festival internacional que se hace en enero en Rocha, y hasta ahora, eso.

Y por último —y tal vez, más importante—, Querencia es un disco de madurez. Que su tema “Qué pasó” haya ganado el primer puesto del Premio Nacional de Música en la categoría Rock, pop y tendencias (también ganó un apoyo del FONAM para la realización de un videoclip) habla un poco de eso; pero también habla de eso el hecho de que, a diferencia de sus antecesores, este disco no tenga relleno.

Nicolás Molina. Foto: Pablo Banchero
Nicolás Molina. Foto: Pablo Banchero

—¿Musicalmente, sentís que es un disco más rico que los anteriores?

—Es una pregunta redifícil. Para mí, es un disco más maduro. Y si te puedo decir que es un disco que ha tenido mucha más recepción por parte de músicos; me escribe mucha gente que no tenía ni en Facebook, pero en cuanto a la gente, tiene menos reproducciones, pero yo sabía desde el comienzo que iba a ser así.

—Es menos “accesible” que los otros.

—No sé si es menos accesible o menos digerible, o es para digerir en otro lugar del día. Pero es difícil. Al principio fui muy crítico con los otros dos discos, y ahora escucho “Gallos de Kentucky”, que es el primer tema del primer disco, y no escucho mucha música así en Uruguay, con un acordeón, con trompetas, con una guitarra flamenca bien tocada y con un ritmo de batería tipo western, pero también de procesión, de Semana Santa española. Entonces es injusto; hoy estoy intentando igualar los tres discos y buscar lo positivo de cada uno. Creo que sí es un disco que tiene menos relleno que los otros. El desencanto podría haber sido un disco de cuatro o cinco canciones, y El folk de la frontera también. A Querencia no le puedo sacar ninguna canción.

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