La Filarmónica de Montevideo conducida por el violista Gian Di Piramo, presentó un interesante programa que abarcó dos períodos significativos en la historia de la música: el clasicismo y el barroco.

Con muy buen criterio Di Piramo, como novel director, prefirió no elegir obras de grandes dimensiones y escogió partituras que con pocos años de estudio en dirección orquestal puede abordar con soltura. Empezó con la obertura de Don Giovanni de Mozart en una versión precisa, ofreciendo en los motivos una unidad de líneas y en los contrastes un sentido del equilibrio entre las intensidades.

El joven oboísta uruguayo Federico Curti fue solista en el Concierto para oboe y orquesta en do mayor de Vivaldi. Y volvió a demostrar dominio del instrumento. Curti ofrece emoción y musicalidad en un nivel insuperable. Todas las articulaciones, todos los acentos obedecen en él a un sentimiento de espiritualidad con la obra. Además de una técnica respiratoria y una afinación irreprochables, consigue una pureza de sonido tanto en la zona grave como en la aguda, logrando extraordinaria homogeneidad material y sustancial. En Curti jamás van a encontrar un acróbata de la técnica, sino al verdadero artista. Es, sin lugar a dudas, uno de los mayores talentos musicales con que cuenta nuestro país. Le auguramos numerosos éxitos para su carrera. El acompañamiento orquestal de Di Piramo fue sumamente equilibrado, dejando al solista expresarse libremente.

Para cerrar se interpretó la Primera Sinfonía de Beethoven expuesta claramente, con sobriedad al mejor estilo alemán, equilibrada en todos los valores polifónicos y combinados con una visión depurada de todas las amalgamas de timbres. Di Piramo captó los conceptos de su maestro (el chileno Francisco Rettig) y los transmite con total fidelidad.

Filarmónica de Montevideo. Director: Gian Di Piramo. Solista: Federico Curti (oboe). Dónde: Liceo 71. Cuándo: 29/11

CRÍTICA - CLÁSICA